CRÍTICA DE CINE: Un espacio entre nosotros

CRÍTICA DE CINE: Un espacio entre nosotros
Fecha de publicación: 
30 Mayo 2017
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Un espacio entre nosotros es un título eufemístico. La cinta cuenta la historia de amor que se desarrolla entre un muchacho nacido y criado en el planeta Marte que se enamora —por medio de las redes sociales— de una chica de la Tierra.

Obviamente, la relación entre los dos adolescentes tiene muy pocas probabilidades de perdurar en el tiempo. No solo porque las relaciones virtuales no suelen resistir la convivencia, sino porque al ser el muchacho criado en una atmósfera marciana, su cuerpo no aguanta la gravedad propia de la Tierra. El director, Peter Chelsom, nos presenta una modalidad moderna del amor imposible de Romeo y Julieta.

El argumento de Un espacio entre nosotros tiene un montón de buenas premisas: desde el niño de doce años que avista que en un futuro se podrán hacer continuos viajes a Marte a la astronauta que descubre en pleno viaje intergaláctico que está embarazada y se ve obligada a parir a miles de años luz de la Tierra.

Pero todas estas buenas ideas, que hubieran podido generar interés real en el espectador, son obviadas para narrar un fatuo y desabrido amor adolescente.

Por si fuera poco, el casting de los actores protagónicos está errado: no hay conexión ni coherencia entre los amantes. El adolescente «marciano» es interpretado por el niño de grandes ojos azules de La invención de Hugo (Martin Scorsese, 2011). Se llama Asa Butterfield y en el filme asume un papel de 16 años, pero su novia terrestre es la actriz Britt Robertson, al menos unos diez años mayor y muchísimo más madura en todo sentido.

Si no fuera por Gary Oldman y por Carla Gugino, la película pasaría totalmente desapercibida. Bueno, por estos actores, que igual están bastante contenidos en esta cinta, y por la fotografía y la recreación de Marte y del espacio, que deja ver que el filme sí tenía presupuesto para ser un poco más de lo que resultó.

Qué lástima. Todo un vasto campo de lo desconocido que Peter Chelsom decidió reducir a lo obvio y a lo mil veces visionado. Todo un mar de posibilidades en la ciencia-ficción dejadas de lado para materializar un amor adolescente que ni siquiera resulta creíble.

Para colmo, esos intentos de melodrama barato: ese niño criado en Marte que se culpa por la muerte de su madre, fallecida por causas naturales; que busca a su padre en un intento de road movie demasiado grandilocuente (es la primera vez en el cine que para descubrir quién lo engendró el protagonista viaja de un planeta a otro); que cuando encuentra al supuesto amor de su vida tiene que dejarla ir porque deben vivir en planetas diferentes (¡qué manera más poco convincente de tratar el amor juvenil!).

En definitiva, una cinta que pudo haber logrado mucho más, pero que terminó siendo una acumulación de melodrama involuntariamente gracioso.

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