Colombia: Mala espina

Colombia: Mala espina
Fecha de publicación: 
8 Mayo 2017
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No me convencen aquellos analistas que tratan de poner el parche para no ver como se esta deteriorando el acuerdo de paz que durante varios años se gestó en La Habana, con todas las garantías y mesura, entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP).

No solo produce mala espina la falta de garantías logísticas del gobierno a los guerrilleros, cuando abandonaron zonas de guerra para moverse a áreas pacíficas, el no evitar que grupos paramilitares ocuparan zonas abandonadas por los revolucionarios, y  el emplazamiento a un desarme rápido, cuando las FARC-EP ya habían comenzado a hacerlo.

Sino también el aumento de un presupuesto militar  (solo Colombia y Argentina lo han hecho en Latinoamérica), cuando todo movía a hacer lo contrario; y el “olvido” de Santos del papel jugado por su colega venezolano para hacer que las guerrillas se sentaran a conversar, al tiempo que se sumaba al grupo de corifeos de la Organización de Estados Americanos que buscan un golpe de Estado en Venezuela, al afirmar que el Gobierno Bolivariano era todo un fracaso.

A ello se suma la continuación de los asesinatos de activistas campesinos y sindicales, sin que se logre capturar a los culpables, y la impunidad de movimientos de los grupos paramilitares que mantienen vivo el terror en las regiones que ocupan.

Al respecto, hace unos días, el cura Javier Giraldo Moreno denunció la presencia paramilitar en el noroeste de Colombia, circunstancia que afecta a más de 400 campesinos que viven en San José de Apartadó y sus aldeas de Paz, municipio de Urabá, departamento de Antioquia.

El jesuita advirtió que el paramilitarismo sigue muy vivo, denunció la intromisión de 30 hombres armados en la procesión de Viernes Santos el 14 de abril, y la violación de una niña de 13 años  en la vereda La Hoz, del corregimiento San José de Apartadó.

Además, los paramilitares se han consolidado en los últimos cinco meses en los municipios de Apartadó, Turbo, y Carepa, en Antioquia; y Tierralta, en Córdoba.

Alrededor de 500 hombres del grupo que se hace llamar Autodefensas Gaitanistas de Colombia patrullan de forma constante la región. Estos paramilitares además construyeron una vía que va desde la vereda Rodoxali, en Apartadó, hasta Nueva Antioquia, Turbo, sin que las autoridades se den por enteradas.

Ello da una muy mala espina, subrayo, porque cuesta trabajo entender que luego de más de más de cinco décadas de lucha armada: las FARC-EP están cumpliendo sus compromisos y el gobierno no.

Si el incumplimiento hubiese sido de las FARC, los enemigos de la paz y algunos medios de comunicación lo estarían gritando al mundo; pero el que incumple es el gobierno y todos asumen un silencio cómplice.

No es tarde para rectificar, y Santos lo puede hacer, si rompe presuntos compromisos que lo atan a una oligarquía que tiene al país atado de pies y manos.

A Henry Kissinger, un archicriminal, se le dio el Nobel de la Paz, al igual que Barack Obama, que no terminó guerras y promovió otras.

Lo más justo, y lo esperado por los pueblos latinoamericanos, es que Juan Manuel Santos haga honor al premio, y antes de finalizar su mandato rectifique, elimine las endebleces de su gestión  y dedique sus mayores esfuerzos a la implementación de los acuerdos, porque de ello depende la construcción de la paz estable duradera con la que Colombia ha soñado toda la vida.

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