Festival de Música de Cámara ofrece en Cuba un abanico del mundo

Festival de Música de Cámara ofrece en Cuba un abanico del mundo
Fecha de publicación: 
26 Abril 2017
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El concierto inaugural del evento, acontecido la víspera en la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís, abarcó un repertorio con esa variedad.

Una obra de un genio atormentado, la Sonata quasi una fantasía, número dos, Opus 27, del alemán Ludwig van Beethoven, inició la ceremonia con un adagio propicio para lágrimas, desgarrador y lento en el sentido de apesadumbrado.

La Orquesta de Cámara Concierto Sur sirvió la pieza con la sensibilidad adecuada y, dentro del intimismo del autor, supo combinar lirismo y elocuencia en el tercer movimiento de la pieza.

El conjunto deleitó a continuación con el espíritu llanero de un joropo compuesto por el venezolano Aldemaro Romero, fallecido hace una década, y que suma a la orquestación un cuatro, instrumento de la familia de la guitarra, relevante en conjuntos musicales latinoamericanos.

La fusión cultural en Cuba la resume a la perfección Guaguancó, una obra del compositor local Guido López-Gavilán, a la cual la agrupación de la central provincia de Cienfuegos dio un toque distintivo, pues la inició con un canto africano y le añadió chequerés, luego el piano como hilo conductor.

Tres canciones del cubano Frank Fernández conmovieron al auditorio por su ternura, interpretadas en formato de trío por el propio compositor y pianista, junto a las jóvenes talentosas Lisbet Sevila (violín) y Mara Navas (cello).

La tercera de las canciones, El amor, pertenece a la banda sonora de una de las mejores telenovelas producidas en Cuba, Tierra brava, y ejerce siempre una especie de hipnotismo en el público, que terminó de pie con una ovación.

Una obra del alemán Felix Mendelssohn dio pie a Fernández para ostentar del virtuosismo como si le naciera natural.

Para cerrar el espectáculo, el también director del presente festival se unió a la Orquesta de Cámara Concierto Sur y el Conjunto Nuestro Tiempo, de la Sinfónica Nacional, bajo la dirección de Enrique Pérez Mesa.

La pieza elegida fue el Concierto número 23, del austríaco Wolfgang Amadeus Mozart, en cuyo allegro sobresalieron el carisma del autor y del propio pianista cubano.

Sin embargo, no hay dudas de que el segundo movimiento o tiempo lento cautiva por su carga dramática y apasionada, es allí donde según Fernández afloran las nostalgias del compositor.

Al final del concierto, ante los aplausos incesantes del auditorio y luego de interpretar La comparsa, de Ernesto Lecuona, el pianista propuso retomar el segundo movimiento de la citada obra de Mozart, bien calibrado por el coreógrafo checo Jirí Kylián en una creación sobre esa partitura que tituló cual metáfora, Petite Mort (Pequeña muerte).

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