DE CUBA, SU GENTE: ¡Quién sacara del pozo agua de lluvia sin sabor a muerto!
Que a ella no la engaña la amabilidad que estrenan en las primeras citas, cuando la convidan a cafés, discotecas, jardines y hostales. Aunque ellos invitan, ella es siempre la que, de alguna manera, paga.
Dice María de los Mercedes que los hombres de La Habana siempre se quejan de una. Que si el vestido está muy corto; que si te pasas demasiado tiempo chateando por Imo, sabrá Dios con quién; que si el del agro te mira que parece que te come viva; que si tal o más cual amiga es una mala influencia.
-Al final âdice María de las Mercedes- te exigen que seas monja⦠pero si una fuera monja, no les gustara tanto.
María de las Mercedes pone pausa a su diatriba para enseñarme una foto de Humphrey Bogart. La lleva en su cartera como si fuera un familiar querido.
-Esto sí era un hombre âseñala a Humphrey, que fuma eternamente un cigarro de semitonos grises.
-A mí también me gusta Bogart âcoincido.
Incitada, María de las Mercedes confiesa:
-Lo mejor de él no está en su físico ni en su voz, ni siquiera en cómo actúa.
-¿No? âreclamo.
-Lo mejor de él está en lo que proyecta: un tipo que tiene sentimientos y que sabe entregarse a ellos sin perder su dureza de hombre. Un tipo inteligente, que sabe respetar a las mujeres. Muy diferente a los machos de La Habana âse lamenta.
María de las Mercedes intenta guardar la foto de Humphrey que me ha mostrado en su cartera, pero se le resbala y cae al suelo. Ella se inclina para recogerla.
Lleva un vestido corto, extremadamente escotado, desabotonado. Está en uno de los sitios más concurridos para conectarse por wifi en La Habana: la esquina del hotel Habana Libre. Chatea por Imo con un novio irlandés.
Cuando se inclina para recoger la foto de Humphrey Bogart, deja las piernas rectas.
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