Un Conde de las letras en Granma

Un Conde de las letras en Granma
Fecha de publicación: 
16 Abril 2017
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   Cuentan que su pluma se adueña del centro del municipio y del parque sin dimensiones, infinito, absoluto, donde se entra despojado de brevedad para encontrar la transparencia.

   Andrés Conde Vázquez vive en Media Luna, desde su nacimiento en 1949. Es poeta y ensayista, autor de los libros En el aire debe estar la transparencia, Certifíquese a la mar y Esfinge en el tiempo. Ha obtenido galardones en concursos literarios como el Manuel Navarro Luna, en cuatro ocasiones; el Adelaida de Mármol, en 1989, y el Premio 20 de octubre, de 1987.

   Varias de sus obras aparecen en la antología de poetas granmenses: Al sur está la poesía (Ediciones Bayamo, 1997), en la revista Santiago y en el suplemento literario Vértice.

   Su andar quijotesco convierte cada segundo de su vida en murmullo melodioso de quietud, con ecos en estrofas inevitables.

   “Amo la poesía con locura y desenfreno. Sin ella no podría vivir. Escribo sin pensarlo mucho. El papel está en blanco ante mis ojos y se me ocurren temas, historias, necesidades de desahogo. A veces, cuando termino un poema me sorprendo por el resultado.

   “Ninguno de mis actos va precedido por una solemne toma de decisiones. Mis primeros versos nacieron durante un fin de semana en el preuniversitario: el aburrimiento me hizo abrir las puertas de la creación.

   “Leía la revista Bohemia con frecuencia y la sección Arte y Literatura, de Lunes de Revolución. La calidad de aquellos textos sobre intelectuales, sociología, filosofía, pinturas y corrientes artísticas contemporáneas me acercó más al mundo de las letras y me despertó el bichito, el interés en el acontecer literario de la nación”.

   – Imagino que debes tener conciencia de tu inusitada capacidad para reinventar la existencia y darla como algo indestructible en tu obra.

    “La poesía es espejo y a la vez arma contra la realidad ramplona y los imposibles de la vida. Incluso, lo aparentemente fantástico tiene bastante de verdad. La existencia te brinda vivencias que necesitas inmortalizar en el papel.”

   Él recuerda con agrado una de sus visitas al municipio de Campechuela, cuando prefirió admirar la costa antes que ir a una fiesta.

   “Miré al mar y al horizonte como quizá no los he vuelto a mirar jamás. En la orilla, había un bote llamado El Empiezo. Pensé que aquello era un disparate, pero no sé... Creo que en verdad ese momento fue el inicio de algo bueno en mi vida. La naturaleza me golpeó en la sensibilidad y me hizo sentir de forma especial.

   Ahí estaba el poeta, pero no lo sabía. Aquella manera de ver el mar, el horizonte y El Empiezo, el filosofar, el querer saber qué hay más allá de las apariencias me acompañan desde entonces.

   – Media Luna es su cuna y eterna casa. ¿Ha pensado en abandonarla alguna vez?

  – “No, jamás. Aquí nací, vivieron mis padres y perduran mis recuerdos de la infancia. Amo la familiaridad, amistad y sensibilidad de su gente. Aquí el sol es más chato/ no hay paredes altas/ entre las que recortar sus rayos/ sin embargo hay flores/ hay caras secas/vecinas intrigantes y muy buenas/ que nunca negarán la sonrisa, el saludo/ y el agua/ la belleza de una que otra muchacha/ al pasar te hace feliz (…) He visto la piel blanca sin arrugas/ la tostada por el sol de tanto machetear/ la del que resopla de tanto fastidio/ al finalizar el sol, ojos y sombreros pasan a raudales.

   – ¿Por qué prefiere los versos libres y no cultiva la rima?

   – “Le concedo mucha importancia al contenido, a la transmisión de mensajes. A veces, podemos escribir con mucha musicalidad, pero casi no decimos nada. Prefiero las palabras que motiven reflexiones, lleguen y te dejen boquiabierto, con sensaciones de disfrute, que son los minutos de la gran poesía”.

   Andrés Conde Vázquez es como una “enciclopedia”, cuaderno de enseñanzas. Habla del Ho Chi Min poeta, de Carpentier, Neruda, José Joaquín Palma, trigonometría, tangentes, la relación entre ciencias y letras y aquella buena vecina que hacía frituras y le gustaban las fiestas, durante su niñez. Para algunos escritores jóvenes en Media Luna, es padrino que aconseja e impulsa la creación.

   “A veces me dicen que soy su gurú. Me alegra que el territorio viva cierto momento de esplendor literario. Hay muchachos muy talentosos, con un cosmos creativo interesante. Si no pierden el rumbo, llegarán lejos. Algunos ya no permanecen mucho tiempo aquí, pero siempre serán medialuneros.

   “Con ellos puedo hablar de temas específicos e interioridades poéticas y narrativas. Por suerte, mi soledad intelectual terminó. No soy gremial, ni creo en los grupos literarios, donde la creatividad se trasmita por ósmosis. Creo en el talento individual y en una atmósfera que lo propicie. Estos jóvenes son buenos”, dice sonriente.

   “Les aconsejo leer mucho y de todo. Pese a los premios, no deben creerse dioses, aunque somos los poetas simples diosecillos”.

   Su charla es entretenida y amena. Habla despacio, parece aconsejar al más travieso de los discípulos.

   “La vida es siempre única. La naturalidad y sencillez son las mayores fuentes de lo feliz. A veces, en la simplicidad está lo complejo y denso de la existencia.

   “Los amigos son parte del alma. Están en el corazón, en el pecho, en el calor de la sangre, de lo vital. Hay maravillas que sólo la amistad concede”, expresa con emoción este humilde hombre que, según confiesa, ama el café y a sus vecinos, detesta la palabra plagio y jamás caería en narcisismos, porque “quiero que me recuerden como alguien sencillo y honrado”.

   “Desde pequeño no tuve otra elegancia/ el campesino y su sombrero/ el obrero y su herramienta/ el que hace el pan/ los de la mano franca/ los del corazón sencillo/ los que aportan a la complejidad del vivir/ no sé qué extraño y simple secreto de su existir”, expresa recordando un fragmento de uno de sus poemas.

   Tal vez cuando usted lea estos párrafos él camine con paso lento por calles del poblado natal, como un caballero sin armadura que lucha contra problemas de la cotidianidad. Quizás escriba en la casona de madera donde vive o lea alguno de sus textos en una peña literaria.

   Andrés Conde Vázquez posee títulos relevantes que superan premios, maestrías de academia y publicaciones de libros. Es Doctor en cuestiones de humildad, enseñanzas y solidaridad, por eso los jóvenes escritores lo quieren como a un hermano grande. 

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