DE CUBA, SU GENTE: Tu sexo de sal negra

—Yo desde niña —me confiesa— quise ser actriz porno. Pero como esa carrera no se estudia aquí he tenido que conformarme con lo que ves.

Lo que veo es a Magdeleisis, rubia bronceada y bien dotada, con una sayita minúscula, sentada en el Parque Central. Piernas cruzadas, mirada fija en el hotel Plaza.

Estamos en el Parque Central, en la Habana Vieja. Es el aniversario de la FMC y se acerca un grupo de mujeres vestidas a lo Retrato de Teresa. Traen bafles y carteles con números. Quieren hacer una competencia de baile en el medio del parque, justo enfrente de la estatua de José Martí.

Enseguida se arman las parejas. Un mulato le propone a Magdeleisis bailar, pero ella me lo lanza a mí.

—No, gracias —rechazó la propuesta—, estoy trabajando.

Y en medio de la algarabía de los mejores éxitos de los Van Van, Magdeleisis persiste.

—Yo quisiera saber cómo pudiera llegar una a ser actriz porno. ¿O es que acaso una no tiene el derecho, como adulta que es, de decidir a qué dedicar su vida?

Ensordecedoramente, los Van Van cantan:

Ven, ven, ven, para que tú veas como está el tren.

Un hombre muy blanco, a todas luces extranjero, se nos acerca. Magdeleisis coloca una postura de alerta y entreabre los labios en actitud cazadora. El hombre quiere saber su nombre. Magdeleisis, comenzando no me quiero imaginar qué juego, me pregunta a mí cómo me llamo, para así presentarme.

Pero yo no quiero jugar.

Apago la grabadora y me levanto; voy directo a donde está el grupo de mujeres de la FMC. Les pido que me den un número para participar en la competencia de baile. Una vez dentro del concurso, me le acerco a un adolescente imberbe, que se alegra cuando lo invito a bailar.

Van van suena:

Pam, pam, pam, pam, pam, pa ra pam… ¡la candela!

En el medio de alguna vuelta de casino, algo entre el setenta y el setenta y complícate, miro de soslayo a Magdeleisis y al extranjero. Pero ya no los encuentro.