Cuando el triple salto masculino suena… resultados trae

Poco a poco iremos radiografiando las distintas pruebas con destaque en la competición, pero por la estabilidad en el tiempo del triple salto, desde aquellos 17.40 metros alcanzados por Pedro Pérez Dueñas aquel 5 de agosto de 1971 en los Juegos Panamericanos de Cali 1971.

Desde entonces, frisan los 30, los saltadores cubanos de esa modalidad capaces de superar la respetable barrera de 17 metros. Justamente a la distancia de 17.40 metros clavó sus pinchos en el Estadio Panamericano para alzarse con el título, el capitalino Andy Díaz. La final se pareció a la de otras ocasiones, pues a Andy e igualmente sobre los 17 metros, le secundaron Cristian Nápoles (17.27) y el doble rey universal juvenil Lázaro Martínez (17.05).

Por un momento recordé varias confrontaciones de las temporadas 2008-2009 cuando llegamos a tener a seis hombres pujando por tres cupos mundialistas en esa especialidad.

 
Lo cierto es que de golpe y porrazo, Andy, de 21 años, 1.86 metros de estatura y discípulo del otrora estelar Yoelbi Quesada, se encaramó en la cima del escalafón  mundial en ciernes al aire libre, justamente secundado por su persecutor.

La secuencia de Andy solo contó de un salto inicial de 16.90 y el mencionado segundo intento de 17.40. Tras ellos, la adrenalina y emoción por una marca personal bien superior a los 16.84 que exhibía de la clasificación, lo hicieron cometer tres fouls.

 
Por cierto, el tercer escaño del top lo ocupa el estadounidense Matthew O´Neal (17.12), cerrando el quinteto de vanguardia el antillano Martínez (17.07), y el sudafricano Reneilwe Aphane (16.75) todos con marcas válidas para inscribirse a la venidera cita del orbe en Londres.

Siguiendo la cuerda de los rankings, el listado sobre pista cubierta arrojó que el germano Max Hess (17.52), el francés Melvin Raffin y el veterano portugués Nelson Évora, ambos dueños de 17.20, resultaron ser los tres vanguardistas.

 
De vuelta a Andy, y pese a las bien deterioradas condiciones del corcho que compone los carriles de salto, apostó a todo su talento para imponerse en una definición que se antojaba de las más atractivas del certamen.

En varias ocasiones he atestiguado sus sesiones de entrenamiento y además de un brinco superior a los 6.60 metros, posee buena transición y coordinación del pie de péndulo entre este salto inicial y el paso, segundo elemento de la secuencia de salto. Entre las cuestiones a mejorar de inmediato, en su florecimiento como contendiente al cetro en el Memorial Barrientos del mes de mayo, se hallan la postura y técnica de caída durante el vuelo, específicamente no dejar el tronco y la espalda atrás, pues eso le resta muchos centímetros a sus ejecuciones.

Y hablando de Memorial Barrientos, se encuentra entrenando a todo tren y en plenitud de condiciones tras casi 11 semanas de preparación, el doble subcampeón Mundial Pedro Pablo Pichardo, quien al decir de su timonel Daniel Osorio, tiene en la justa del orbe, su principal objetivo en este comienzo de ciclo. Antes, siguiendo la proyección estratégica hasta este minuto, deberá incursionar en cinco competencias, y precisamente el Barrientos marcará su punto de partida.

Una radiografía al año olímpico arroja que la temporada del 2016 no resultó  muy exitosa para nuestros saltamontes. A la lesión de Pichardo, se sumaron rendimientos endebles de los restantes exponentes. Lázaro Martínez, fue el mejor posicionado con los 17.06 de su cetro en la lid universal juvenil de Bydgoszcz, Polonia.

El dueto estadounidense de Christian Taylor (17.86) y Will Claye (17.76), se llevó las palmas bajo los cinco aros al realizar el uno-dos, registros que además les permitieron comandar el escalafón, por delante del chino y bronceado Bin Dong (17.58).

Pinceladas amigos. Quedan dos meses para el Barrientos y muchas confrontaciones previas. El campo y pista antillano se rejuvenece y la cantera está ávida de exhibir sus potencialidades.

¿Podrá el triple volver a escalar puestos de prestigio al máximo nivel en la capital londinense? Esperemos y confiemos en los pinchos de los nuestros.