Acosta Danza: ¡más estrenos!

Acosta Danza: ¡más estrenos!
Fecha de publicación: 
27 Febrero 2017
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En el estudio de Acosta Danza no se deja de trabajar. Los grandes cristales del salón que dan a la calle Línea de El Vedado dejan expuestos ante las transeúntes el esfuerzo constante y la ansiedad que por estos días mueve a los jóvenes bailarines.

Los días 2, 3, 4 y 5 de marzo el grupo de artistas regresarán a la escena del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso con el compromiso de estrenar tres nuevas obras, muy diferentes cada una.

Ely Regina Hernández, bailarina y joven coreógrafa, estrenará Avium, su visita a un tema recurrente de la danza clásica, las mujeres y los hombres aves, para desarrollar sus ideas sobre el ciclo de la vida y la solidaridad entre las especies. “Me inspiró la famosa música del cisne de El carnaval de los animales de Camille Saint-Saëns”, comenta Hernández. “Mi idea inicial era hacer un dúo con esa música y hacerle un homenaje al tema con elementos del ballet clásico como los brazos, pero con expresión, mezclando una bailarina contemporánea con un bailarín clásico que permitiera el partneo más tradicional.”

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Ely Regina bordea la idea establecida del cisne moribundo, la elabora y multiplica. La inclusión de un cuerpo de baile permite la descripción del círculo de la vida desde el nacimiento, el primer vuelo, hasta la muerte. En la obra, los cuerpos son huevos de los que surge la vida, y luego se transmutan en símbolos de la belleza mortal. “El final es abierto, y aunque regresa el tema de la muerte del cisne, el público puede llevarse ideas diferentes de lo sucedido”, destaca.

Para la música de Avium, Ely Regina ha trabajado directamente con el músico José Víctor Gavilondo quien es, entre otras cosas, profesor de Orquestación y Composición de la Universidad de las Artes (ISA), tecladista del grupo Síntesis y productor y coordinador de Música de Concierto en el centro cultural Fábrica de Arte Cubano (FAC).

Gavilondo asumió el tema de Saint-Saëns como punto de partida y compuso una partitura que transforma en sonidos la atmósfera y sentimientos por los que transita la coreografía.

Con Nosotros, Beatriz García y Raúl Reinoso desarrollan en el arte la experiencia de ambos como pareja.  Beatriz, bailarina de la compañía Malpaso, se ha integrado al elenco de Acosta Danza para, junto a Reinoso, transmitir a los bailarines algunos secretos de su creación.

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“La obra surge de la necesidad de crear algo después de tantos años de relación”, relata la joven creadora. “No es una obra narrativa, pero contiene muchos sentimientos, mucha historia que, sin ser contada, sirve de móvil para que la pieza sea sincera: cada gesto tiene por debajo un recuerdo, un período, una crisis, una cumbre de nuestra relación.

Nosotros es una obra muy compleja en su sencillez. Según García para que un bailarín la interprete cabalmente debe sensibilizarse tanto como lo estaban sus coreógrafos en los complejos momentos de la creación. “Debe ser muy sincero a la hora de ejecutarla, utilizar la técnica como medio para expresar todo lo que la obra guarda, y no como un fin; debe buscar la ternura, la tortura y todo aquello que dio lugar a la coreógrafía”, explica.

La pieza tendrá entre sus atractivos la actuación de dos jóvenes y excelentes músicos que, junto al desempeño de los bailarines, interpretarán la partitura en la escena: su compositor José Víctor Gavilondo, al piano, estará acompañado por el cellista Alejandro Martínez.  

“Será muy emocionante, incluso desgarrador para mí”, confiesa Beatriz. “Son momentos de nuestras vidas que serán entregados a la escena convertidos en una obra de arte. Esperamos que el público reciba su aliento”.

El coreógrafo español Jorge Crecis fue invitado por Carlos Acosta para entrenar a los bailarines con su método particular y de ese taller surgió un trabajo coreográfico. Para Acosta Danza, Crecis tomó como punto de partida su obra titulada 36 y la convirtió en Twelve: “Es una pieza muy prágmática”, argumenta el creador. “Es una obra de danza que no está completamente cerrada, una partitura que los bailarines tienen que conocer bien e interpretar muy concentrados siempre que la bailen”.

Jorge Crecis viene del deporte. A los 22 años entró en el mundo de la danza. Su trabajo mezcla ambos ámbitos, dentro de la danza crea una metodología muy atlética y muy pragmática.

“Me enfrento al bailarín como a un atleta. Parto de cualidades físicas básicas como la velocidad, la fuerza y la resistencia y las trabajo a partir de gestos muy básicos como correr, saltar, girar, rodar, agarrar, abrir…Trabajo la universalidad del gesto. En cualquier técnica se salta, se corre se gira, lo que cambia es la estética de cómo se hace. Yo voy a niveles más básicos para construir el cuerpo para lo que el bailarín necesite. Utilizo este nivel básico del gesto humano para llegar a una zona superior de la espiritualidad humana, en ese estado de inconciencia que se genera cuando uno está concentrado realizando un trabajo y todo fluye cómodamente.”

A partir de estas ideas, el trabajo que propone Crecis con Twelve es muy complejo, demandante: “En esta pieza participan doce bailarines que cambian de rol tres veces durante la obra, y nunca asumen el mismo papel, es decir que, de alguna manera, se tienen que saber 36 papeles distintos de la pieza. La pieza va de lo más básico del movimiento humano, correr, saltar, lanzar realizados de una manera matemática muy compleja. Eso impone que, no importa cuántas veces ensayen o bailen la pieza, siempre van a tener una experiencia real en el momento de estar creándola, pero sobre todo tienen que estar extremadamente atentos y muy unidos como grupo porque tienen que hacerlo todos juntos en el momento”.

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Algo que llamará la atención de los espectadores de Twelve será la presencia y uso de 36 botellas de agua en la escena: “Las botellas llegaron de una manera experimental”, explica el creador.

“En un inicio me las imaginaba como escenografía, como algo estético. Siempre me ha preocupado el medio ambiente, el consumo de agua en el mundo, la falta de agua. Pero como me intereso mucho por el gesto y la acción, comenzamos a lanzarlas y surgió la idea de cómo utilizar agentes externos para saber cuán concentrados están los danzantes en la pieza. En esta obra se lanzan las botellas unas mil veces en 20 minutos, es decir que cada 0.8 segundos hay una botella en el aire. Si el bailarín no está concentrado, la botella no será atrapada y caerá al suelo. Yo insisto en que la botella que cae no es el problema: el problema es que el bailarín no está concentrado, y la botella de agua solo nos lo ha informado. Las botellas de agua son el treceavo bailarín de esta pieza.

—¿Cómo ha sido la experiencia con los bailarines de Acosta Danza?

—Ha sido una de las experiencias más ricas que he tenido últimamente. Cuando Carlos comenzó a comentarme sobre su proyecto de compañía, me gustó tanto su visión que llegué a Cuba con mucha expectativa y aquí la he vivido. Los bailarines son tan diestros, tienen un conocimiento tan intuitivo de sus cuerpos, tanta calidad humana y artística que profesionalmente para mí, más que un trabajo, ha sido ha sido un regalo.

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