Béisbol cubano: El año del Alazán

Me basaba sobre todo en el buen momento de los avileños, su clase demostrada en los dos últimos títulos conseguidos, y también en el historial entre ambas escuadras, claramente favorable a ellos, tanto en postemporada como en esta misma campaña (los flamantes titulares perdieron nueve de los 12 partidos disputados ante ellos en la clasificatoria).

Sin embargo, obvié que este Granma es bien diferente al de años anteriores, porque logró tapar los pocos huecos que tenía, y venía con eso que se llama “momentum”, tras batir al recordista Matanzas en dos juegos épicos como visitantes.

Aunque el tiempo de descanso pudo haber afectado a los Tigres, lo cierto es que Ciro Silvino Licea logró la compenetración necesaria con su cuerpo de lanzadores y este cumplió al pie de la letra el plan trazado, para dominar completamente a la tanda avileña.

El magro gasto ofensivo de apenas ocho carreras en cuatro desafíos muestra claramente el dominio de los serpentineros granmenses sobre una de las tandas más temidas de la pelota cubana en los últimos años.

Roger Machado hizo lo que pudo, incluso adelantando el ingreso del taponero José Ángel García, pero en este deporte se gana con carreras, y sus bates fueron completamente maniatados por el staff granmense.

Pese a que fue tan temprano como en el primer partido, creo que la jugada clave de esta final fue la confianza depositada por el mentor Carlos Martí ante Yoelkis Cruz. Comenzaba así la increíble historia de este escobazo, que no se daba en una final desde el año 2008, cuando Santiago de Cuba dejó en blanco a Pinar del Río, pues desde entonces ninguna final había terminado tan pronto.

Con la miel en los labios nos ha dejado este Granma, capaz de enamorar a todo el país con su juego armónico, su disciplina dentro y fuera del terreno y la modestia y sencillez de todo su colectivo técnico.

Ha sido destronado el Tigre y se abre el año del Alazán.