Fernando Pérez y sus Últimos días en La Habana

Fernando Pérez y sus Últimos días en La Habana
Fecha de publicación: 
8 Diciembre 2016
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Fernando Pérez no lo dice, pero insinúa que hacer películas da sentido a su vida.
«Es mi manera de comunicarme, sobre todo, con el público cubano, y de compartir la mirada histórica y presente que tengo de la realidad», asegura.
Desde hace más de cinco años, el director viene tejiendo una nueva cinta situada, esta vez, en el corazón capitalino. Últimos días en La Habana o Chupa pirulí se estrenará el próximo 11 de diciembre en el Cine Chaplin durante el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. Sobre este drama alegre, que aborda los prejuicios y la relatividad de los valores morales, Fernando conversó en exclusiva con la Agencia Cubana de Noticias.
—¿Cómo surge la idea del filme y cuáles fueron los procesos para concretarlo?

—Un día se apareció en mi casa un joven que no conocía, Abelito Rodríguez. Él trabaja en un banco, pero le gusta escribir, y me dijo que venía a ofrecerme uno de sus guiones. Lo leí y realmente sentí que estaba muy bien escrito, sobre todo por los diálogos y la caracterización de los personajes, pero de alguna manera tenía coincidencias con Fresa y Chocolate, así que le dije que me trajera otras historias. Después de varias lecturas, me mostró el argumento de Chupa pirulí y empezamos a colaborar juntos, hasta que logré filmarlo el verano del año pasado.
«La grabación fue muy rápida, porque es una película muy sencilla, con pocas locaciones. Repetimos, como siempre, con Raúl Pérez Ureta, en la fotografía; Danielito Díaz, en la producción, y armamos un equipo de jóvenes profesionales también con Celia Ledón, por ejemplo, en la dirección de arte, y creo que logramos un mecanismo pequeño, pero muy armónico, de trabajo».
—¿Cuáles son los conflictos esenciales de Últimos días en La Habana?

—Es una trama de narración muy sencilla. Si yo tuviera que definir el tema central de la historia, sería el de la amistad y los prejuicios, y sobre cómo los valores de la ética, en determinadas circunstancias, son relativos, y uno no puede juzgar por las apariencias.
«Últimos días en La Habana es volver al escenario de Suite Habana 12 años después con otros personajes, de actitudes diferentes, consideradas incluso reprochables porque la realidad se ha ido haciendo más compleja. Pero me gustaría que, en la medida que avanza la historia, el espectador pueda entender sus razones».
—¿Cómo fue la selección de los protagónicos y el trabajo con los jóvenes actores?

—La película posee dos protagonistas que están interpretados por Patricio Wood, en el papel de Miguel, y Jorgito Martínez, en el de Diego. Yo le doy mucha importancia al proceso de selección de los actores, porque ahí es donde uno realmente puede equivocarse o estar seguro de que ha elegido bien.

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«Cuando empecé a analizar al personaje de Miguel, me vino a la mente Patricio, y creo que se desempeñó de una manera bien concentrada porque resulta un rol difícil, que prácticamente no se expresa, y al espectador tiene que llegarle la complejidad de su mundo interior sin la apoyatura de los diálogos.

«En el caso de Diego, sí hice una búsqueda muy larga, y convoqué a actores muy reconocidos; les dije que no les estaba haciendo una prueba de actuación sino de caracterización. Probé a 10 o 12, poco a poco fue quedando Jorgito; esta resulta la primera vez que trabajo con los dos y fue una experiencia muy bonita, se los agradezco.
«Luego hay una galería de pequeños personajes alrededor de los protagonistas, como Coralita Veloz y Ana Gloria Buduen, y dos nuevos rostros: la joven Gabriela Ramos (Yusisleydis) y Cristian Jesús (P4)».
—¿Es intencional la referencia a Fresa y Chocolate en el nombre del personaje de Diego?

—Sí, absolutamente, el nombre de Diego lo puse conscientemente como un homenaje a la película de Tomás Gutiérrez Alea (Titón) y Juan Carlos Tabío, porque la personalidad de éste le debe mucho al anterior, solo que está ubicado en otro contexto. El Diego de Fresa y Chocolate era un artista, un intelectual, un hombre de letras y nuestro personaje resulta mucho más primario, sin embargo exhibe dotes de la sabiduría popular, reflejadas en la manera en que enfrenta la vida. En este punto si se parecen.

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—¿Qué nuevos proyectos está preparando?

—Tengo en proyecto una película de época, ubicada en la primera mitad del siglo XIX. Se basa en la historia real de Enrique Fabel, un médico suizo que se estableció en Baracoa por aquellos años y más tarde, se descubrió que era una mujer que había tomado la personalidad de hombre para poder ejercer la medicina en aquel momento.
«Ahora me ronda también en la cabeza una idea, que se puede convertir en un guión y me interesaría muchísimo hacer. Se llamaría Nocturno, y estaría inspirada en ese programa radial que fue el de mi juventud, y luego el de muchas generaciones. Recuerdo que a finales de la década de 1960, Susana, mi hija, también lo escuchaba y me hizo pensar cómo la realidad nuestra ha ido cambiando, pero Nocturno sigue ahí».
—Lo hemos visto actuando también y sabemos de un pequeño personaje en el más reciente filme de Miguel Coyula, Corazón azul

—Soy un músico y un actor frustrado; he hecho pequeños papeles que no me imponen obstáculos demasiado grandes, ahora recuerdo un teleplay con Ernesto Fiallo, algunas cosas con Tomás Piar y donde más actué fue en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños cuando era subdirector docente, eso para mí constituye una diversión, más que un propósito.
«Recientemente lo hice con Miguel Coyula, un joven realizador que domina el lenguaje del cine absolutamente, un cineasta renacentista que lo crea todo. En Corazón Azul tuve un pequeño papel, pero me sentí muy bien trabajando con él».
—¿Cómo ve Fernando Pérez el futuro cine cubano en el corto y mediano plazos?

—El cine cubano desde principios de siglo está en una etapa de crecimiento, con aportes fundamentales de la producción independiente; esa otra manera de hacer cine, que los jóvenes han construido con mucha audacia, empeño y talento. Lo que quizás parecía algo potencialmente posible, ya hoy es una realidad irreversible, y como prueba están las obras cada vez más sólidas, diversas e interesantes.
«Sin embargo, este fenómeno no está sustentado en un reconocimiento legal, cuando se avance en ese sentido te pudiera decir que el cine cubano marcha sin problemas, esa resulta una contradicción que debemos salvar. Considero que nuestra cultura es lo suficientemente fuerte para enfrentar los embates de los cambios que vienen, todo está en el equilibrio».

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