CRÓNICAS DE CALLE: Vivo, como Martí

CRÓNICAS DE CALLE: Vivo, como Martí
Fecha de publicación: 
5 Diciembre 2016
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En muchas ventanas y balcones de La Habana y de otras ciudades del país todavía había banderas cubanas este lunes por la mañana. “Es un símbolo de reafirmación patriótica, ahora que nuestro principal líder no está” —explica una señora. Nadie orientó ponerlas. Los que lo hicieron, lo hicieron por iniciativa propia. “Yo la voy a quitar hoy al atardecer. Ya no estamos oficialmente de luto. Pero el sentimiento sigue y seguirá. Veo esta bandera y veo a Fidel. Fidel es Cuba. Fidel eres tú. Fidel somos todos”.

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Un cartel en una puerta:
“Esta sigue siendo tu casa, Fidel”

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Todavía el domingo era el silencio. Un turista en el Parque Central comentaba: “Me dijeron que esta era una ciudad bulliciosa, pero noto que es muy tranquila”.

—Claro, es que se murió el Comandante. Todo el mundo ha respetado el duelo —le aclaró un anciano.

Parecía irreal. Uno caminaba por algunas calles de Centro Habana y apenas se escuchaba el sonido de los televisores en las casas.

—Aquí nadie ha armado alboroto —dice una vecina de la calle San Lázaro—, todo el mundo sabe que son tiempos de tristeza. Pero no hay que deprimirse, porque la vida sigue, y Fidel no hubiera querido que lo lloráramos todo el tiempo. Ahora lo que hay que hacer es trabajar duro, para salir adelante. Esa es la mejor manera de quedar bien con él.

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En las entrevistas que han transmitido en la televisión me conmueven los ancianos y los niños. Los ancianos y los niños hablan de Fidel como si de un familiar hablaran.

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Otro cartel, en una bodega:
“¡Fidel no se va a morir nunca!”

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Casi todos los estanquillos de prensa en La Habana cierran a media mañana, pero por estos días muchos de ellos han estado abiertos hasta bien tarde. “Queremos que la gente tenga la oportunidad de tener su periódico, a la hora que sea” —explica una de las vendedoras. “Pero aquí también la gente viene a conversar, a compartir con los demás. Esta mañana un viejito ha hecho unos cuentos que me han dejado boquiabierta. ¿Usted sabía que Fidel dormía nada más que cuatro horas diarias? ¿Cómo podía? Por eso le deba tiempo hacer todo lo que hacía, porque ese hombre era un ciclón. Nos hacen falta unos cuantos como él”.

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La confianza de la gente en Fidel era infinita, me recuerda mi vecina de los altos. “Cuando uno pasaba trabajo, cuando lo maltrataban, cuando las cosas no salían bien, cuando había problemas... uno decía: esto pasa porque Fidel no lo sabe. Ya verás cuando se entere Fidel”.

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Otra vecina:
“El nombre que le pusieron lo retrató toda la vida. Fidel viene de fidelidad, ¿no?”

 

***

Mi sobrina, de cinco años, le preguntó el otro día a mi madre por qué la bandera está a media asta.

 

—Es porque murió Fidel, que fue un gran hombre.

—Ay, abuelita, yo no quería que se muriera Fidel.

El otro día escuchó en la televisión que Fidel no había muerto, que seguía vivo en el corazón de los cubanos. Corrió a contarle a mi madre.

—Abuelita, dicen que Fidel no se murió, que está vivo.

 

Mi madre no sabía cómo explicarle la metáfora a una niña que está en preescolar.

 

—Mira, eso significa que la gente lo recuerda tanto, que es como si no se hubiera muerto.

 

—Ah, es igual que Martí.

 

—Así mismo, Fidel sigue vivo como Martí.

 

Y se fue dando brinquitos, aliviada.

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