Trump, entre fruslerías: El reto

Trump, entre fruslerías: El reto
Fecha de publicación: 
3 Diciembre 2016
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Volcado sobre los estados que daban votos electorales para ganar la Presidencia, Donald Trump se burló de encuestas, medios de comunicaciones y otros entes adherentes al gran capital, sin importarle conseguir la mayoría popular, un elemento injusto en el mundo de la ya injusta democracia representativa, nada participativa.

Ahora comentaristas de toda laya ya hablan que a mes y medio de asumir la primera magistratura empieza a incumplir lo que había prometido y que le había ganado la simpatía de todo tipo de votantes: desde el xenófobo y racista, hasta de los millones de desempleados y de muchos latinoamericanos y afrodescendientes, desencantados de las promesas de un gobierno que, diciendo lo contrario, ya expulsó a dos millones de indocumentados y no supo encaminar una política de convivencia que ya ha exacerbado el odio de quien se considera un ario puro contra seres de otra raza.

Porque a veces no  es cómo ganas, sino porqué ganas, y en ello primó un voto de castigo que no solo rechazó los más recientes ocho años de gobernanza demócrata, sino la anterior republicana hacedora de conflictos bélicos y auspiciadora de una economía de guerra hasta ahora indetenible.

No es que Trump sea un hombre de paz, porque ahora tantea con Taiwán como hacerle la vida imposible a Beijing y detener el camino de China hacia la conversión de la principal potencia económica del planeta, ni está contra la OTAN, porque lo que trata es de así disminuir el alto costo de mantener una Organización del Tratado del Atlántico del Norte, cuyos otros integrantes y fieles aliados en el apoyo a sus injustas agresiones, no han cumplido sus compromisos de dedicar el 2% de su Producto Interno Bruto al mantenimiento de la alianza atlántica.

Tampoco es cambiar de “palo para rumba” que ahora no hable de la construcción del muro para separar a Estados Unidos de México y disminuya la alta cifra de 11,3 millones a unos tres millones, quizás menos, de expulsiones, presumiblemente de mexicanos, que son la mayoría, cuando apunta que ello representa el eliminar a delincuentes y todo tipo de persona dedicadas al narcotráfico y al trasiego de armas.

Y es porque, independientemente de lo anterior, jugaría con una política que sí preocupa verdaderamente al gobierno de Peña Nieto: la revisión del Tratado de Libre Comercio entre EE.UU., Canadá y México, que Trump sostiene es perjudicial para los estadounidenses y causante en parte del alto desempleo en su país.

Ahora no habla de expulsar a los musulmanes ni de no dejarlos entrar al país, sino negar la entrada a los sirios; ni de liquidar el Medicare como advirtió y aplaudido por el ala dura republicana, porque impone demasiados costos a las empresas y una intromisión en los asuntos de compañías privadas; sino que ahora opina que ofrece beneficios y le da la cobertura a los menores que viven con sus padres. “Es costoso, pero lo vamos a intentar mantener", dijo.

O sea, dijo y se contradijo en aras de ganar la presidencia, objetivo que le negaban el 97% de los medios de comunicación estadounidenses, Solo recuerdo que el conocido y bien reputado Michael Moore publicó en julio un artículo que le daba la victoria a Trump, el joven periodista cubano Sergio Alejandro Gómez-Gallo ofreció el beneficio de la duda y Walter Martínez, en su programa Dossier, de Telesur, expuso testimonios que señalaban que con Hillary Clinton las cosas serían mucho peor, no solo para Latinoamérica, sino para todo el mundo.

En cuanto a Cuba, Trump también se mostró cambiante, y aunque no trascendió mucho, envió a algunos de sus hombres a otear el panorama inversionista cubano, que aseguró no le convenció, y luego flirteó con gusanos y mercenarios en Miami, y amenazó con eliminar la política de apertura de Obama hacia la Isla, todo lo cual, por supuesto, nos tiene sin cuidado, porque Cuba siempre está preparada para lo peor, en lo que respecta a la política de los dirigentes estadounidenses.

¿QUIÉN PONE EL CASCABEL?

Se sabe, y Trump lo reconoce, que es injusto ganar por el voto electoral y no popular, pero el aspirante republicano aprovechó el detalle al máximo e hizo hincapié en ganar el voto popular en los cinco estados del nordeste que generalmente votan por los demócratas, asegurando así el  electoral, con lo cual desbancó a Clinton, quien había invertido muchos más millones de dólares que él en la campaña.

Y es que, precisamente en esos lugares, cunde desde hace mucho tiempo el desempleo de los obreros blancos, dejados sin trabajo desde que los dueños de las empresas sacaron sus fábricas del país y las instalaron en lugares donde la mano de obra es mucho más barata.

Trump, y en esto todavía no ha dado marcha atrás, afirma que hará regresar esas fábricas a sus lugares de origen, que multará con millonarias sumas a los empresarios que no lo hagan o les hará pagar altos impuestos, lo cual, por supuesto, puede crear un precedente en una nación donde la gran propiedad privada es sagrada e intocable y siempre saldrá boyante, aunque se declare en bancarrota. Recordemos que a los magnates de los grandes bancos que quebraron durante la crisis que causaron en el 2008, les resarcieron sus “pérdidas”, porque el Estado considera que no puede resquebrajar la base de lo que considera su fundamento.

Por eso a Estados Unidos sus oponentes le han dado el calificativo de El Gran Ladrón, porque es un extraordinario ejemplo del sistema de corrupción y corruptor que modela el mundo contemporáneo. Y, sin embargo, los medios corporativos, las instituciones tradicionales y las autoridades gubernamentales no permiten que la mayoría del pueblo estadounidense tome conciencia de lo que está pasando, por lo que seguirá promocionando la mitología que “EE.UU. es la mayor democracia del mundo”, o “es el país que más respeta los derechos humanos de los individuos”.

O sea, que para crear 25 millones de puestos de trabajo, mucho más importante que elevar el crecimiento al 3,4%, el doble o más de lo esperado, Trump tiene que enfrentar a un ente sacrosanto, y todo depende de que el establishment que controla el país, acceda a cambiar un estilo de gobierno, de la misma forma que dejó que un afronorteamericano fuera presidente del racista Estados Unidos.

En cuanto a la consecuencia de Trump, el colega portal Habana Radio dijo que tendrá que enfrentar a corporaciones o monopolios que son los dueños de producción y juegan un papel determinante como una de las causas principales que más genera pobreza. Y espeta:”Muchas veces, sin ninguna ética, si en un pueblo o en una región los trabajadores exigen mejores salarios y mejores condiciones de empleo, simplemente las multinacionales salen del lugar, dejando a miles de familias en la  calle y en la miseria”.

Y esto ocurre sin que el gobierno de turno haga o pueda hacer algo para impedirlo. Para cumplir su promesa en este aspecto, tendrá que enfrentar –no veo otro camino- a esa maquinaria corporativa que todo lo domina. Este es el principal, el verdadero reto.

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