Guayabera: Paradojas entre alforzas

Guayabera: Paradojas entre alforzas
Fecha de publicación: 
16 Abril 2012
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Fotos Vladia

Ya lo dijo Fidel: Cuba no iría a la cumbre, pero sí la guayabera, y nada menos que llevada por el presidente Barack Obama. Al menos, ese fue el primer anuncio, pero pareciera que las Reflexiones publicadas este 8 de abril por el Comandante en Jefe, hicieron desistir al presidente norteamericano de tal pretensión. Ahora que la guayabera “blanca, sobria y con un trabajo manual más notorio de lo habitual”, quedó sin estrenar permanece la advertencia de Fidel: “…Alguien tendrá que encargarse de indemnizar al diseñador de Cartagena, Edgar Gómez.”

Que la guayabera es una prenda cubana por excelencia, nadie lo duda, aunque algunos parecieron olvidarlo.

Sus orígenes, imprecisos, se remontan a los inicios del siglo XIX, o, al menos, de esa fecha datan las primeras referencias en la literatura, concretamente en la novela Leonela, de Nicolás Heredia. Aunque fue publicada en 1893, la alusión que hace a esta prenda se inscribe en un contexto anterior a la guerra de 1868, aunque no era la misma guayabera que en la actualidad se conoce.
Que la guayabera es una prenda cubana por excelencia, nadie lo duda, aunque algunos parecieron olvidarlo.

A ello se añade que José Maceo refiere que, al firmarse el Pacto del Zanjón, al bailable realizado en la santiaguera Plaza de Marte asisten además de españoles vestidos como militares, también cubanos de guayabera. Incluso el historiador y cronista Ciro Bianchi relató en un programa televisivo que aun antes de la guerra, ya era conocida esta prenda porque cuando el reformista Nicolás Azcárate fue a Güines a agradecer su elección como diputado a las cortes españoles, todos los electores lo reciben vistiendo guayabera.

No obstante, el propio Ciro aclara que no fue cierto que la usaran los mambises, según lo corrobora Marianela Molinet, hija de un general independentista y estudiosa del vestuario mambí. También Charito Bolaños, quien cosiera mucha ropa para los generales cubanos, ratifica que nunca envió a la manigua una guayabera, sino chamarretas.

No es verídico que su cuna haya estado en Yucatán, eran los yucatecos adinerados quienes las adquirían en El Encanto y las llevaban en sus valijas de vuelta a la tierra azteca. Nacida en Sancti Spíritus con el nombre de yayabera, por el río Yayabo, se extiende Ciego de Ávila, a Camagüey, donde la llaman camagüeyana, pero ya no como la original ropa de campo que fue sino transformada en una prenda de hilo con botonadura de nácar, que la encarece, al igual que el trabajo de las planchadoras al acondicionar tanta alforza y bolsillo.

Su llegada a La Habana no puede precisarse con exactitud. Hay quien asegura que la trajo el espirituano José Miguel Gómez y enseñó a otros políticos a llevarla, pero lo cierto es que ni en una foto aparece el susodicho vistiéndola. Otros aseguran que Machado, un día antes de huir de Cuba, bajó del Palacio Presidencial vistiendo guayabera.

Sucede que a la generación de generales y doctores que había detentado el poder en la Isla, le había seguido otra con costumbre más relajadas, al decir del propio Bianchi. Y es así que con el presidente Grau San Martín la guayabera entra al Palacio Presidencial. Tal fue su expansión en los años 40, desplazando al hasta entonces habitual traje y corbata, que las señoras del Lyceum, una sociedad femenina enclavada en Calzada y 8, deciden impartir un ciclo de conferencia donde interviene Isabel de Amado Blanco, acerca de  los usos y abusos de la guayabera. Aunque no se le oponen abiertamente, sí subrayan que se trata de una vestimenta para usar de mañana y tarde, pero impropia para las noches.De un tiempo a esta parte, ha sido reivindicada como prenda valiosa, exponente de cubanía y buen gusto

Al triunfo de la Revolución, la guayabera queda por un buen tiempo relegada en los armarios pues se le asociaba a un pasado de politiqueros y corrupción. No es hasta la década del 70 que vuelve a topársele en el escenario nacional, pero esta vez abaratada, y usualmente como uniforme de camareros y otro personal.De un tiempo a esta parte, ha sido reivindicada como prenda valiosa, exponente de cubanía y buen gusto, que los diseñadores del patio han sabido renovar y recrear, incluso para ser usada por mujeres. Tal ha sido la reconquista de la guayabera que el pasado año el Ministerio de Relaciones Exteriores resolvió establecer su uso en los actos del ceremonial diplomático del estado y gobierno cubanos. En dicha resolución se explicita que “La guayabera ha estado vinculada durante mucho tiempo a la historia de nuestro país y constituye una de las más auténticas y legítimas expresiones de cubanía, habiendo sido llevada con orgullo y satisfacción por todos los segmentos de nuestra población”.

 El auge de la guayabera ha ido tan en aumento, elegante y fresca, emblema del vestir en la isla y considerada prenda nacional junto a la llamada bata cubana, que su producción alcanza hoy, además del Caribe, también a países asiáticos y europeos, convencidos de cuánto esta singular camisa dignifica la informalidad.

Un museo spirituano

Ha sido ardua la labor de la investigadora Silvia Mayra Gómez, ingeniera y master en el tema propiedad intelectual, para fundar en tierra espirituana el Museo de la Guayabera, único de su tipo en el mundo.

En entrevista televisiva, la especialista refirió que la idea de fundar esta casa-museo le surgió al ver a su madre coser guayaberas, que mucho usaba el padre; y a ello se añade la admiración que en Silvia Mayra despertaba aquel veterano de la guerra de independencia quien, viviendo en casa contigua a la suya, acostumbraba llevar guayaberas blancas, impecables,  donde prendía sus atributos de mambí.

Luego de una conferencia sobre el tema que ella impartiera en Sancti Spíritus, llegó la primera guayabera donada al museo de historia provincial, era la del doctor Raúl Martínez, importante figura de la vida cultural espirituana. Fue entonces cuando a Silvia le surgió la idea de hacer una gran colección de guayaberas usadas por personalidades de la vida política, económica y cultural del país.

Las primeras las pidió a José Ramón Fernández y a Harold Gramage; y a estas les sucedieron otras solicitudes. Así, engrosaron la colección guayaberas de Raúl, de Vilma, de Fidel, de Alicia Alonso, Miguel Barnet, Retamar…

Y el proyecto comenzó a trascender las fronteras cubanas, reuniendo también guayaberas de García Márquez, Guayasamín, Miguel Ángel Asturias, y también de Hugo Chávez.

Refiere Silvia que unos colaboradores le contaron cómo el presidente venezolano se alegró como un niño ante el pedido y comenzó un fluido intercambio de correos para decidir cuál enviar.

Cada una de las guayaberas que exhibe el museo tiene su historia, llegan acompañadas de una carta de donación, donde, de ser posible, se especifica la oportunidad para la que fue usada. Así, la enviada por Fidel fue la que llevó la primera vez que apareció en público vestido de civil después del triunfo revolucionaria, para la Cumbre de Cartagena de Indias;  y la de Chávez, aquella que vestía al inaugura un primer centro con médicos cubanos.
Cada una de las guayaberas que exhibe el museo tiene su historia

El tesón de esta investigadora, hizo que la casa de la guayabera, que lleva el nombre de  Vilma Espín,  atesore también guayaberas de Alberto Juantorena, Teófilo Stevenson, Figuerola, el cardenal Jaime Ortega, monseñor Carlos Manuel de Céspedes, y muchos otros. Una interesante anécdota acompaña en particular a la guayabera donada por el Comandante de la Revolución Guillermo García Frías, ya fallecido.

Asegura Silvia que él, de origen muy humilde, comentaba que siempre soñó con vestir alguna vez pantalón de dril blanco y guayabera, y al triunfar la Revolución, esa fue de las primeras cosas que hizo. Junto a la guayabera de Guillermo García está también la del Comandante Guillermo García, quien la firmara en el puño izquierdo, y dos del General de Ejército Raúl Castro, presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, diseñadas, al decir de Silvia, por la propia Vilma inspiradas en las que usara el padre de quien fuera presidenta de la Federación de Mujeres Cubana.

Desde Los Guajiros, del pintor Eduardo Abela, hasta el propio José Martí, en el retrato al óleo que le hiciera en 1943 el pintor Jorge Arche, exhiben orgullosos su guayabera, esa que Fidel en sus Reflexiones de estos días ha elevado al rango de noticia, por aquello de “la cumbre de las guayaberas”, donde las paradojas han sumado más que las tantas alforzas que distinguen a esta prenda nacional.

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