Sílfides evocan en Cuba sutilezas del ballet del siglo XIX

Desde su estreno mundial, el 8 de marzo de 1908, esta pieza se convirtió en un ballet sagrado del repertorio de todas las grandes compañías del mundo.

La versión cubana de Alicia Alonso conserva, como mayor mérito, la fidelidad al original de Mijaíl Fokin, quien pretendió una obra más cercana a la poesía y la naturaleza incorpórea del espíritu romántico que al alarde acrobático adjunto al ballet moderno.

Fokin contemplaba con nostalgia los grabados y litografías de las bailarinas del siglo XIX y advertía diferencias colosales, en sus bailes y propósitos, con respecto a la ejecución de las danzantes de la siguiente época.

A juicio del coreógrafo, las antiguas no pretendían demostrar la fuerza física, por el contrario, hacían de su danza pura poesía.

En Las sílfides, el gran maestro ruso intentó devolver al ballet las características y el esplendor del período Romántico.

Para esos fines, solicitó el peinado de las intérpretes partido al medio, el maquillaje basado en colores fríos con preponderancia de verdes y azules claros, el vestuario de sayas blancas y acampanadas hasta los tobillos.

Como complemento, la escenografía debía ser un bosque lúgubre y el cuerpo de baile en escena tendría que cuidar las formaciones simétricas y priorizar la sutileza en los gestos.

Cada detalle en función de recrear el ambiente de ensueño, ligereza y equilibrio del Romanticismo.

De acuerdo con Fokin, para lograr el objetivo también sería esencial una maestría artística particular en los bailarines, quienes debían asumir la sencillez coreográfica y el estilo de la obra con respeto, en perfecta armonía con la época que evoca y, a la vez, con la música de Federico Chopin.

No bailes para el público, no te exhibas, no te admires. En lugar de verte a ti mismo, mira los elementos que te rodean, a las etéreas sílfides. ÂíAdmíralas, trata de alcanzarlas! Estos momentos de anhelar un mundo fantástico son los movimientos y expresiones básicos de este ballet, repetía el maestro en ensayos.

Los geniales Ana Pávlova, Vaslav Nijinski y Tamara Karsávina olvidaron sus proverbiales dotes técnicas y construyeron el poema añorado por Fokin en la noche del estreno, en el Teatro Mariinsky de San Petersburgo, hace 107 años.

El propio coreógrafo recreó delirios en su diario sobre las actuaciones de los intérpretes, y elogió por encima de cualquier cualidad la delicadeza.

Aunque parezca tan sencillo, algunos maestros y danzantes no comprendieron la creación de Fokin y le introdujeron pasos y gestos modernos, supuestamente para mejorarla.

Alicia Alonso coincidió con el gran maestro en Estados Unidos por la época en que este montaba su obra para el Ballet Americano (hoy American Ballet Theatre), del cual ella formaba parte.

La Alonso fijó cada detalle y montó luego su versión al Ballet Nacional de Cuba (BNC), que es, hasta el presente, una de las más elogiadas en el mundo por su fidelidad al estilo de origen.

Precisamente las bailarinas de experiencia identifican el estilo como el elemento de mayor complejidad de esta pieza pues el Romántico es exquisito en brazos suaves, muy redondeados e inclinaciones de torso, entre otros caracteres.

Debido a su carencia de argumento, se considera a Las sílfides el primer ballet abstracto en la historia de esa manifestación artística.

Siguiendo los preceptos de Fokin, lo importante ante esta obra es que ni espectadores ni bailarines olviden la esencia primigenia del ballet que tanto quiso rescatar el coreógrafo, pues en su pieza la búsqueda de la espiritualidad forja arte.

Los intérpretes esta noche en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso serán primeras figuras y solistas del BNC, entre ellos Grettel Morejón, Aymara Vasallo, Claudia García y Francois Llorente.