Ir en serio: Filipinas quiere ser libre

Ir en serio: Filipinas quiere ser libre
Fecha de publicación: 
23 Octubre 2016
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De irreverente, comunista, Donald Trump y Adolfo Hitler ha llamado la prensa occidental, sobre todo la “objetiva” española, al presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, de nuevo en primera fila en el punto de mira imperialista, luego que en una visita a China, donde participó en un foro de hombres de negocio, anunció la separación militar y económica de su país con Estados Unidos.

Ya Duterte se había ganado la animadversión norteamericana luego de dirigir fuertes epítetos al presidente Barack Obama, rechazar la condena de Estados Unidos y Naciones Unidas a la política antidrogas, en la que participa personalmente, y el de haber encerrado e iniciado juicio por corrupción a centenares de funcionarios gubernamentales y policiales, todo eso a pocos días de haber asumido el mandato ganado en elecciones reconocidas como limpias.

Duterte, quien ya había agradecido a China el fuerte apoyo en la lucha contra las drogas, había anticipado en una anterior visita a Vietnam -al que llamó pueblo heroico en la lucha contra la agresión y ocupación extranjera- que Filipinas no participará más en las maniobras bélicas y en el patrullaje en el Mar del Sur de China. Días antes envió una delegación de visita a Cuba, la primera que salió al exterior después de llegar al poder.

No quisiera doblar campanas por dirigente alguno que pudiera cambiar estilo y forma a conveniencia en cualquier momento en que predomine el oportunismo, pero, perdonen si hago la comparación, Duterte recuerda a nuestro Apóstol cuando, para indicar cierto repudio al estilo diplomático, aseguró que no decir lo que se piensa es una hipocresía y, lo que ha expuesto en estos momentos, ser independiente no es ser libre, como se ha demostrado en las relaciones con Estados Unidos.

Martí siempre apuntaba que se estaba luchando por la independencia, pero que la libertad vendrá más tarde y, concatenando esta idea con la antes expresada, definió espléndidamente que “la libertad es el derecho que tiene todo hombre a ser honrado y a pensar y hablar sin hipocresía”.

Hasta ahora el mandatario filipino ha sido consecuente con esta idea martiana, quizás sin haberlo leído. Y, acertado o no, la verdad verdadera es que está librando a Filipinas de muchos años de ignominia, aunque queda mucho por hacer.

VISTAZO A LA HISTORIA

Filipinas, con casi 100 millones de habitantes y 300 000 kilómetros cuadrados, es un país insular (archipiélago) de Asia, ubicado en el Sudeste, propenso a terremotos y tifones y con una gran diversidad biológica. EE.UU. se lo arrebato a España en la guerra de 1898, que significo la perdida de las últimas colonias españolas, y solo llegó a ser independiente en 1946.

En 1898, la Guerra hispano-estadounidense comenzó en Cuba y posteriormente se extendió al archipiélago filipino ya sumergido en una revuelta. El 12 de junio de 1898, José Aguinaldo declaró la independencia filipina de España en Kawit, Cavite, y al año siguiente se estableció la Primera República Filipina. Por su parte, cuando España perdió la guerra, firmó el Tratado de París en 1898, en el cual cedió el dominio de las islas a Estados Unidos por 20 millones de dólares.

Como se hacía cada vez más evidente que Estados Unidos no reconocería a la Primera República Filipina, estalló la Guerra filipino-estadounidense. Se extendió desde 1899 al 1900, continuando con la guerra de guerrillas. Murieron 4 300 norteamericanos y 20 000 filipinos en el campo de batalla, además de 1 000 000 (¡Un Millón!) de civiles, el 10% de la población de aquel entonces.

Los norteamericanos recurrieron a la quema de aldeas, torturas y asesinatos en masa para terminar con la republica filipina y convertirla en colonia.

Pero, incluso, al concedérsele la independencia, en 1946, la llenaron de bases militares y navales, dos de ellas de las mayores en el mundo, que sirvieron para sus injustificados e inútiles genocidios en Corea y Vietnam.

De ahí que el anuncio de que Filipinas buscará la forma de ser totalmente libre es algo que hay que seguir con sumo interés, cuando es una figura que, como Rodrigo Duterte, ha navegado hasta ahora en las aguas de la consecuencia.

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