Un match histórico que ha pasado inadvertido

Un match histórico que ha pasado inadvertido
Fecha de publicación: 
17 Octubre 2016
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La Habana era un hervidero. Un año atrás, en 1920, el vigente campeón del mundo, el alemán Lasker, había renunciado a su trono a favor del cubano José Raúl Capablanca, pero el caribeño no estaba satisfecho, quería ganar sobre el tablero, y para eso recaudó 25 000 dólares, cuya mitad sería para el germano, sucediese lo que sucediese en el match.

Toda la atención de la prensa deportiva de la época se centró en un apacible recinto habanero, donde un cubano intentaba convertirse en el tercer campeón mundial de la historia.

Aquella carta de Lasker, escrita en español, no había hecho más que reforzar el interés de Capablanca por llevar a efecto un tope que le había sido esquivo en años anteriores.

Tres negociaciones previas habían resultado fallidas por las condiciones draconianas impuestas por el europeo, entre ellas que el ganador sería quien se impusiera en seis de las 30 partidas previstas sin importar las tablas y retendría el título si su contrario no se llevara esos seis éxitos aunque dominara el tope, y para colmo se interpuso la I Guerra Mundial, por lo cual el trono de la Diosa Caissa llevaba ya 11 años sin disputarse.

El antillano había dado la vuelta al mundo en exhibiciones, entre las cuales se destacan las que dio en Europa, enfrentándose a los jugadores más importantes de su tiempo y demostrando una habilidad excepcional en el ajedrez. Sus triunfos le ganaron tal alta reputación que Lasker le escribió: Usted ha ganado este título, no por la formalidad de un desafío, sino por su brillante maestría.

En 1919 Boris Kostic había empatado con el cubano en el Torneo Internacional de Hastings y pensó que estaba a su nivel, por lo cual le retó a un match. En La Habana, Capablanca lo humilló ganándole los cinco encuentros previstos.

Por su parte, Lasker venía de vencer en varios torneos importantes, por lo cual la opinión general era que las fuerzas estaban muy equilibradas, y el match comenzó con igualdad, con varias partidas en tablas, pero poco a poco las fuerzas comenzaron a fallar al visitante, quien terminó siendo superado por el juego perfecto de Capablanca.

El 15 de marzo de 1921 se inició el enfrentamiento, pactado a 24 choques, pero cuyo ganador sería quien más puntos acumulara. El hasta entonces campeón del mundo no logró la victoria en ninguna de las partidas.

Además, el destronado comentó que se había visto muy afectado por el húmedo clima cubano, lo cual había ido limando sus fuerzas poco a poco. No obstante, luego Lasker supo reconocer su derrota y alabó el juego de su rival en una revista holandesa para la que escribía.

El resultado final del match fue nueve puntos por cinco, con cuatro victorias de Capablanca y 10 tablas. El anfitrión triunfó en los desafíos cinco, 10, 11 y 14, y ante el abrumador dominio su oponente decidió retirarse. Era el 27 de abril de 1921.

Culminaba así un reinado de 26 años y 337 días, durante los cuales el teutón había defendido su corona en seis ocasiones, ante Wilhelm Steinitz, Frank Marshall, Siegbert Tarrasch, David Janowski, Carl Schlechter y Janowski por segunda vez.

Tras la pérdida de su corona, Lasker estuvo dos años sin competir. Su regreso a la competición fue muy exitoso, y logró varias victorias en grandes torneos como Märisch-Ostrau o Nueva York, pero poco después se retira del ajedrez para dedicarse a sus otras pasiones: la filosofía y las matemáticas.
La llegada al poder de Adolf Hitler en Alemania (1933) le obliga a volver a los tableros tras nueve años retirado, porque era judío y le fueron embargados todos sus bienes y posesiones, lo cual le hizo volver a la pobreza de sus primeros años y le obligó a jugar torneos para poder subsistir.

En situación similar estuvieron otros trebejistas como Schlechter, Nimzowitsch, Rubinstein, Przepiorka (quien falleció en un campo de concentración), Mieses, Colle, Tarrasch, y otros.

Por su parte, Capablanca perdió la corona en 1927 contra el estudioso genio del ajedrez Alexander Alekhine. El ruso-francés se impuso 6-4, con 25 empates, en el torneo mundial más largo en la historia del juego ciencia (75 días).

Aunque el nuestro era obviamente el retador titular, el europeo se rehusó a darle la revancha y en su lugar le jugó a Efim Bogoljubov y a Max Euwe por el título. Además, en el contrato firmado en 1927 en Buenos Aires, se especificaba que el triunfador estaba obligado a defender el título en el plazo de un año desde que fuera retado, pero Alekhine nunca lo cumplió.

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