Doctrina del odio

Doctrina del odio
Fecha de publicación: 
16 Octubre 2016
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No hay dudas de que el presidente Bashar al Assad tiene razón cuando dijo el pasado viernes que en su país se huele el peligro de una Tercera Guerra Mundial, refiriéndose a la tozudez estadounidense de seguir apoyando a grupos terroristas que están siendo derrotados en distintos frentes por el ejército sirio y la legal ayuda militar rusa, mientras asesinan a civiles en la ciudad de Alepo.

Al tiempo que torpedea la propuesta rusa de arreglo pacifico entre las partes locales y evitar una confrontación que pueda llevar a un holocausto nuclear, da su asentimiento a una política de exterminio de la población civil que queda en Siria.

Esto no es problema para el Imperio, cuando cuenta con dinero y fuerzas mercenarias para evitar que la paz llegue a una nación a la que quiere desmembrada y destruida, por tener un gobierno que ha practicado consecuentemente una política antisionista y antimperialista.

Es todo un atentado al derecho humano a la vida que también tiene proporciones mayúsculas en Yemen y Gaza, reflejadas asimismo este viernes 14 de octubre con la continuación de los bombardeo aéreos de Arabia Saudita contra el pueblo yemenita y la tercera incursión del ejército israelí en una semana para “castigar” a la población palestina de la estrecha Franja.

Este exterminio de la población árabe tiene, por supuesto, el beneplácito de Estados Unidos, muy apegado a las finanzas sauditas y que tiene a Israel como su principal aliado en la región, al que no le importa las acusaciones sobre los niños palestinos que mueren en sus cárceles y que acaba de romper con el Programa de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

Toda una Doctrina del Odio que tiene reminiscencias de hace siglos, pero que considero fue reanimada al final de la Segunda Guerra Mundial, sobretodo con la población de las naciones vencidas, las cuales también fueron victimarias en su momento.

Ello me hizo recordar a la ya fallecida amiga alemana Rosita, quien fuera traductora de Granma Internacional. Tenía 6 años, cuando la mayor parte de su familia, toda antifascista, pereció paradójicamente por los bombardeos de la aviación aliada, cuando el régimen nazi de Adolfo Hitler estaba vencido. “Fueron los aviones ingleses los principales causantes de la destrucción y, por una casualidad,  pudimos escapar mi madre y una hermanita de un año”, recuerda. Rosemarie Echevarría (apellido de su esposo cubano), nacida en 1939, año del inicio de la Segunda Guerra Mundial, fue sobreviviente de lo que fue reconocido en ese momento como la mayor masacre de la historia.

¿A qué se debió que las cifras de bombas arrojadas por Gran Bretaña y Estados Unidos se disparasen cuando Alemania apenas podía defenderse y el desenlace de la guerra no ofrecía la más mínima duda? La respuesta que se obtiene es inequívoca: ambos profesaron lo que el investigador Fernando Paz denominó “Doctrina del Odio”. Tanto los británicos y los norteamericanos se nutrieron de multitud de prejuicios, que argumentaban falsamente la aniquilación de poblaciones enteras sin necesidad de ulteriores justificaciones.

La destrucción sistemática, manzana por manzana, de varias ciudades alemanas causó la muerte de medio millón a un millón de civiles, la mayor parte de los cuales huían de los escenarios de combate.

 Entre estas urbes sobresale Dresde, atacada el 13 de febrero de 1945. Distintas cifras de víctimas se han barajado, pero las más plausibles son entre 135 000 y 200 000 muertos. “El bombardeo de Dresde, dijo crudamente lord Boothby, el 5 de mayo de 1963, fue el peor crimen que Inglaterra ha cometido. Ella se colocó de esta manera a la par de los nazis”.

Pero el holocausto quedó oculto y tapado por la inmensa propaganda que se desplegaba sobre el exterminio de millones de judíos en Auschwitz y otros campos de concentración.

El principal responsable, el premier Winston Churchill comentó: “Ahora todo el mundo lo hace”, en referencia a la matanza deliberada de civiles, añadiendo: “Es simplemente una cuestión de moda; como los vestidos, que en ciertas épocas se llevan cortos, en otras largos”.

Menos de un mes después, Estados Unidos emulaba con sus “primos” británicos, al dejar sin vida a por lo menos 130 000 mujeres, niños y ancianos en un bombardeo contra Tokio, la capital del también inerme Japón, hecho en el que utilizó por primera vez el napalm.

El 6 y 9 de agosto también EE.UU utilizó injustificadamente la bomba atómica contra Hiroshima y Nagasaki, en la continuación de una larga cadena de crímenes contra pueblos de otras razas, a las que considera inferiores, de países pequeños, que apenas se podían defender, pero que encontró valerosa y victoriosa respuesta en Corea y Vietnam.

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