CRÍTICA DE CINE: Harry Potter y el torneo de los tres magos

CRÍTICA DE CINE: Harry Potter y el torneo de los tres magos
Fecha de publicación: 
12 Octubre 2016
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Este torneo implica un punto de inflexión en la saga, que cambia el tono relativamente infantil de las primeras, por otro mucho más maduro. Nada más hay que fijarse en la naturalidad con que se acepta que el torneo de los tres magos a menudo produce la muerte de los estudiantes. Es obviamente una competencia sumamente peligrosa, pero que se continúa haciendo por la única razón de que así se ha hecho desde tiempos ancestrales (¿no les parece una razón absurda?).

Es increíble como los profesores mismos advierten de la posible muerte de sus competidores en el torneo, algo inconcebible para el cuidado que se les tiene a los niños en los tiempos que corren. Pero bueno. El peligro le imprime tensión a la historia y aporta más suspenso al hecho de que Harry Potter se ve obligado a participar en este certamen.

Harry Potter y el Torneo de los tres magos está dirigida por Mike Newel, que no le imprime tanto sello personal como sí hizo el mexicano Cuarón en la tercera entrega, pero que mantiene el ambiente que impuso a la saga su primer director, Chris Columbus. Otros cambios son el actor secundario de lujo Brendan Gleeson, como nuevo profesor de defensa contra las artes oscuras, y la ausencia de John Williams en la música (la nueva banda sonora no termina de hacerse una con la película).

El director inglés Mike Newel –quizás algo menos oscuro que Alfonso Cuarón y menos familiar que Columbus- logra que esta cuarta entrega sea la más dinámica de todas las cintas del mago. Las tres pruebas del torneo mantienen la tensión dramática en su punto más alto. Hay una escena con un dragón que persigue a Harry por los aires, que es de lo más logrado de toda la saga.

La Rowling nos regala en esta parte un Harry Potter mucho más espontáneo y audaz, que lucha lo mismo bajo las garras de un dragón que sumergido en un lago con sirenas lúgubres… que víctima de ansiedad en un laberinto interminable. También,  otra característica de esta parte de la saga: los niños, que ya no lo son tanto, experimentan por primera vez celos e inseguridad, emociones propias de la adolescencia que ya asumen.  De ahí que no asombren los pucheros, enfados, reproches adolescentes. Pero eso sí ¡nada erótico!: lo más sexual que aparece es el duelo entre Harry Potter Potter y Lord Voldemort; los dos hacen chocar su varita y descubren que, al menos por un momento, son igual de poderosos.  

Realmente, lo mejor del filme es Lord Voldemort. No él en sí mismo, sino Ralph Fiennes, que le encarna y la da una vida tan notable que pese a su breve papel se roba toda la atención de la pantalla. Un Ralph Fiennes sin nariz, que parece haber nacido para esa actuación. Un Ralph Fiennes que levanta los brazos para matar a Harry Potter y no podemos sino admirarnos de que sea tan maravillosamente perverso y oscuro.

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