MIRAR(NOS): Calamares, leones y el fin del mundo

MIRAR(NOS): Calamares, leones y el fin del mundo
Fecha de publicación: 
7 Octubre 2016
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Hace pocos años, allá por 2011, se descubrió un comportamiento inusual en la vida sexual de unos calamares que viven a 600 metros bajo las aguas. Los machos de la especie científicamente reconocida como Octopoteuthis deletron, indistintamente se aparean tanto con los de su sexo como con las hembras.

 

La justificación de los investigadores se relaciona con que la diferencia entre sexos es tan pequeña, los encuentros tan escasos, y hay tan poca luz en su entorno, que los animalitos no perciben ni les importa el sexo específico de su pareja.

 

Por si fuera poco, el coito dura tres horas y después los amantes están tan cansados, que apenas son capaces de nadar durante treinta minutos. Tremendo, ¿verdad? Conocer este extenso ritual de apareamiento parece trivial, pero los costes energéticos que conlleva podrían reducir la supervivencia del animal, si disminuye su capacidad de evitar a los depredadores porque, ya les digo, durante el pos coito no hay quien los haga moverse. Literalmente, no corren ni por sus vidas.

 

En los seres humanos el asunto siempre es más complejo. Determinar la sexualidad para algunos puede resultar confuso y hasta problemático, debido a las presiones externas. Los grupos sociales, a no dudarlo, influyen directamente en la orientación sexual de cada persona.

 

Nadie, excepto uno mismo, puede diagnosticar la bisexualidad. Y es que únicamente no consiste en la atracción de ambos sexos; implica, además, factores emocionales como el amor, relaciones personales, gustos, sentido de pertenencia, educación y cultura.

 

Los jóvenes, abiertos como somos, toleramos más esta preferencia y todas en general, aunque se preestablezcan sobre la base del libre albedrío de cada uno. Malo cuando, en la tercera edad o en la madurez, exponer la bisexualidad sobre la mesa es reprobable; antes bien, prefieren la ignominia de una doble vida. Ignominia para uno mismo, eso está claro, exclusivamente para aquel que la vive haciendo caso al corazón, o la muere, llevando la dualidad hasta el fin de los días.

 

Para mi sorpresa, entonces no únicamente los calamares, con tremendo orgullo, dejan a la vista de otros sus preferencias. También los leones africanos, poseedores de uno de los impulsos sexuales más fuertes del reino animal. Los científicos creen que el hecho de que un macho «monte» a otro (lo que ocurre con mucha frecuencia), fortalece las relaciones y los lazos de dependencia y sumisión en el grupo. Entre las hembras, solo se han visto relaciones lésbicas cuando se encuentran en cautiverio y no hay machos con quien copular. A aprender de los animales exhorto, que el mundo se acabe o no, ¿acaso importa?

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