DIARIO DE UNA ESPERA: Sueños repetidos y buenas nuevas

DIARIO DE UNA ESPERA: Sueños repetidos y buenas nuevas
Fecha de publicación: 
6 Octubre 2016
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He regresado a la infancia. Dos noches seguidas se repite el mismo sueño. Camino de la mano de mami por mi ciudad natal. El primer día ella me lleva a una presentación de teatro, el disfraz va escondido en una mochila donde también guarda el primer maquillaje de mi vida. De nuevo soy parte de una agrupación teatral, no desempeño el papel protagónico, pero, para evitar contratiempos, nuestra instructora nos ha anunciado la importancia de los roles de reparto.

 

En el más recurrente, me preparo en casa para la competencia de ajedrez. Sin conocer a los rivales, internamente autopropongo metas. ¡Claro! Me gustaría el primer lugar, pero nadie simplemente inclinará su rey. Durante nueve rondas habrá que buscar la victoria de cada día, como si fuera el primero o el último pareo.

 

Es probable que sueñe con estas etapas vividas porque estoy a punto de iniciar otra en la cual me estreno completamente. Aquellas preocupaciones no lo eran tanto (aunque yo creía que sí), y ahora un llanto me despertará en las noches. Me han comentado que no encontraré consuelo hasta no remediar su incomodidad. A partir de diciembre, en primer lugar, pensaré por el bien de otro, aun por encima del mío. El bienestar de mi hijo por encima de cualquier otra cosa en el universo será la prioridad en cada jornada.

 

Dicen los que lo saben que el sosiego lo encontraré en su risa y mi descanso en el suyo propio. Todos sin excepción coinciden en que el mejor momento de sus vidas fue cuando, en sus brazos, sostuvieron esa pequeña vida. Nacerá de mí, después de estos meses ya va pareciendo un hecho más probable.

 

El médico recomienda que camine para el difícil ejercicio de parto. Mami me asusta: si no colaboro, puedo tardar hasta quince días con dolores. Incomparables dolores, hasta en su desenlace. Lo dejaré por escrito: es un sufrimiento instantáneo que estoy dispuesta a vivir, tanto como la molestia de los pezones mientras se alimenta las primeras veces y nos adaptemos por fin, él y yo, al importante momento de la lactancia.

 

Efectivamente, los últimos meses se tornan lentos. Tienen los mismos días de siempre, por supuesto, pero las noches se demoran hasta porque duermo menos. Sí, ya ha empezado a modificar mis horarios de sueño. Decanto entre mis obligaciones y algunas no las postergo, pero anhelo estar en la cama a todas horas, dormida o despierta. A lo mejor porque internamente conozco que debo aprovechar este tiempo para descansar todo lo que pueda, me involucro en el esfuerzo de la tarea incumplida; quiero decir, el descanso incumplido.

 

Se me acumulan para no sé ni cuando series y películas que quiero ver. Hay ternura en todo esto, siento que mis maneras de comportamiento van cambiando también. A favor del que me rodea, mi forma de hablar es más suave, incluso canto en el baño, mientras L se empeña en enjabonar mi panza como un asunto muy serio.

 

Quería escribir una novela, algunas ideas sueltas que merodeaban por mi cabeza. El tiempo se va agotando y ni una línea.

 

Otros días (los menos) me rodea la melancolía ante la sola mención de un episodio más o menos triste. La música a veces me alienta, a veces no. Las emociones hacen de las suyas, mis hormonas les siguen el juego y, a la vista de quien lee y no conoce mi estado, yo perfectamente podría estar loca.

 

Para no acabar con el párrafo gris, les comento que recuperé mi apetito, e incluso percibo y perciben un incremento en mis necesidades de nutrición. Lo que antes solía llenarme, ya no me sacia del todo; ahora como por dos, es tan verídico como este jueves.

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