¡Ay, los juguetes!

¡Ay, los juguetes!
Fecha de publicación: 
16 Junio 2017
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Una industria del juguete en Cuba, lo que se dice una industria, ahora mismo no tenemos. Hace décadas se comercializaban las por entonces famosas muñecas Lili, juegos de construcción, pequeños automóviles de plástico… todo fabricado en Cuba. Pero desde hace años, la mayor cantidad de los juguetes que se ofertan en la red de tiendas en el país son importados.

En las tiendas de recaudación de divisas, se entiende. En los mercados industriales es posible adquirir productos nacionales, pero su calidad, hay que decirlo, es muy baja. El que quiera un juguete «bonito» tendrá casi siempre que ir a adquirirlo por CUC o su equivalente en CUP.

Y los precios están por las nubes. Y la relación calidad-precio no es la más adecuada. Y no hay suficiente variedad.

Los intereses de los niños en Cuba, a todas luces, han cambiado. Muchos (los que tienen las posibilidades) se inclinan por los juegos electrónicos, por las múltiples posibilidades de la computación y su relativa «democratización» gracias a los accesorios e implementos.

Aunque parezca raro, hay muchos niños en Cuba que no juegan ahora mismo con juguetes tradicionales… y no precisamente porque les falten, sino porque prefieren entretenerse con tabletas o teléfonos celulares.

Es una tendencia mundial.

Pero para muchos otros, los juguetes de siempre mantienen su atractivo. Y, lamentablemente, la oferta actual no cubre las demandas.

Los juguetes siguen siendo importantes en la formación de los niños, y no solo por su primordial función de entretener o divertir, sino por su incidencia en la creación de habilidades. Y también son, de alguna manera, productos culturales.

Por razones obvias (la crisis de los noventa) quedaron atrás esquemas de distribución que garantizaban que todos los niños tuvieran, al menos, sus «juguetes básicos». Y en las escuelas y los círculos infantiles se hizo difícil contar con esos medios.

Se ha hecho necesario retomar prácticas ancestrales (juguetes más o menos simples, fabricados por los propios padres y educadores), reciclar productos de antaño (los juguetes de antes eran más duraderos —aseguran muchos), o hacer economías para comprarlos en las tiendas.

Cuestión de precios y calidades

No todo el mundo puede dedicar más de 10 CUC para comprar un juguete «que valga la pena». Y en las jugueterías cubanas ese es más o menos el promedio del precio de los artículos. Y, francamente, los productos muchas veces no tienen la calidad deseable.

Cuesta mucho admitir que un simple muñeco de peluche (que no se destaque por la belleza de su diseño, ni por su tamaño, ni por su material) pueda costar casi 20 CUC.

Habría que revisar puntualmente las políticas de precios y velar por la idoneidad de las importaciones.

Pero lo cierto es que muchas familias tienen que acudir a los mercados industriales o al sector cuentapropista, donde la variedad y la calidad son incluso peores.

Falta un mercado de juguetes de mejor factura, aunque sean mucho más sencillos, que estén al alcance de los salarios medios.

Una suiza, un trompo, una pelota, un juego de yaquis… no precisan de inversiones millonarias y pudieran estar bien diseñados y fabricados.

Los referentes

No se puede obviar la vertiente cultural de los juguetes, los referentes de la cotidianidad que recrean, los mitos que refuerzan, el valor del símbolo.

En las tiendas cubanas hay demasiadas reproducciones de muñecas Barbies y muy pocos muñecos «nacionales».

Los héroes y los ídolos suelen ser los de la gran industria del entretenimiento: superhéroes, transformers, princesas mediáticas… Ahí ha faltado previsión.

Algo se está haciendo en la confección de suvenires. En pulóveres y mochilas ya se pueden ver personajes de la iconografía nacional. Pero todavía faltan, por ejemplo, muñecos de los protagonistas más populares de los animados hechos en Cuba.

Esa campaña que se está llevando a cabo, por ejemplo, con los videojuegos cubanos, todavía está en ciernes en el ámbito de los juguetes más tradicionales.

No es un asunto menor, aunque lo parezca.

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