MIRAR(NOS): Mundo egoísta también en materia de sexualidad

MIRAR(NOS): Mundo egoísta también en materia de sexualidad
Fecha de publicación: 
23 Septiembre 2016
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Complicado como es, el ser humano intenta justificar todas sus acciones. No en vano, hay asuntos en los cuales resulta muchísimo más cómodo «colorear» el contexto antes de contar la verdad con pelos y señales. Sin muchos ambages, ya les explico.

 

Tengo amistades que levantan banderas a favor de la igualdad: de género, racial... etc., pero cuando les toca de cerca, inmediatamente accionan el marcha atrás.

 

Los he puesto a prueba en diferentes ámbitos. Comenzamos hablando de cualquier tópico y caemos en el que me interesa, ahí defienden a capa y espada las relaciones sentimentales donde prime el amor, sin que el color de la piel o el sexo tenga mucho protagonismo. Más adelante, si el punto de atención se vincula a un familiar cercano, la historia adopta matices diferentes.

 

Ya lo dije antes. No tiene el color de la piel que determinar quiénes somos; a mi juicio, la raza es como una cáscara, una capa protectora, pero la esencia salta a la vista desde los intercambios o las primeras miradas.

 

Hace poco, un allegado comentó su experiencia en un diplomado. La persona que impartía la conferencia sobre equidad genérica, toda una autoridad en el tema, hizo llorar a mi ser querido.

 

Ante un abarrotado y expectante público, el especialista comentaba en su análisis que nadie viene al mundo con una u otra sexualidad. Durante años, nosotros mismos hemos caído en la trampa: de acuerdo a su órgano reproductor, desde el momento del nacimiento, convertimos niñas o niños.

 

Me explico enseguida, de inmediato, sin que medien preguntas: les vestimos de rosado o azul, brindamos juguetes específicos, y asimismo llueven las responsabilidades sociales que los acompañarán hasta el día final.

 

Sería muy bueno entonces ponernos, ustedes y yo, en la piel de un hombre o una mujer que sea obligado(a) a vestir y actuar como tal, mientras por dentro ama a una persona de «su mismo sexo». Pregunto entonces: ¿se es hembra o varón por la manera de vestir? ¿Acaso por una conducta aprendida de memoria? En ambos casos, mi respuesta sería no, porque lo que somos siempre va mucho más allá y trasciende una tendencia o un pensamiento anquilosado.

 

Las personas, como las épocas, han ido evolucionando. A nuestro pesar, muchas formas de existencia todavía prevalecen, se defienden a capa y espada en sociedades en franca evolución, tal y como lo evidencian tantísimos otros aspectos.

 

Lástima que, a pesar de esta columna y de otros muchísimos trabajos referidos a la igualdad, en su frío y total concepto, el mundo siga su curso procurando (a simple vista) dejar de lado los asuntos del otro, pero haciéndolo siempre con el ánimo de cambiar únicamente aquello que no nos afecta en lo más mínimo.  

 

Porque si a usted algo le incomoda y logra convencerme de que soy culpable, yo acepto cualquier castigo, pero pruébeme que mis acciones van entonces contra su tranquilidad física o espiritual.

 

El mundo es egoísta, ya nadie lo cuestiona. La gente se conforma con que la vorágine y la premura les convierta cada día en algo diferente, incluso en aquello de lo cual juraron olvidarse.

 

Ninguna persona tiene el derecho de cambiar la vida de otra, como no sea en beneficio de una de las partes. Algunos lo siguen intentando y de tan persuasivos, terminan trocando el destino o el presente que habíamos soñado y en el cual se nos habían ido no únicamente horas de esfuerzo.

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