DIARIO DE UNA ESPERA: Tres corazones

DIARIO DE UNA ESPERA: Tres corazones
Fecha de publicación: 
15 Septiembre 2016
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Desde hace unos días, mi ombligo ha comenzado a desaparecer; o sea, está en el mismo lugar, pero como me dijeron que sucedería, luce de una manera distinta. También la sensibilidad, como a flor de piel, me deja en entredicho, sin importar escenarios. Me emociono, casi hasta las lágrimas, con la información sobre el retiro de Pestano, e igualmente (sin salirme del ámbito deportivo), debido a la lesión de Yunidis Castillo.

 

Es probable que sean motivos para el desconsuelo, pero, ahora que atesoro películas infantiles, cambié la elección en mi reproductor cuando Rayo McQueen no ganó la carrera final de la Copa Pistón. Su primer lugar, en la apertura misma de la película, fue compartido, pero no me supo igual.

 

Por supuesto, hoy no voy a contarles ese filme. Complaciendo solicitudes, empiezo a hablarles sobre el papel de L durante mi embarazo. Ahora, por cuestiones de trabajo, hemos tenido que estar separados aproximadamente 15 días. Gracias a las comunicaciones, hablamos casi todos los días, pero no es lo mismo.

 

Desde que el médico nos comunicó que el bebé podía reconocer nuestras voces, hemos entablado diálogo, también diario, con nuestro pequeño. A ustedes les confieso que, incluso las partes más arduas de este proceso, han sido lindas a su lado.

 

Aún no descubro cómo se las arregla, pero pactan, él y mi hijo, para que me deje dormir y que sus pataditas sean más tenues. Su voz, cuando se pone al habla, no es autoritaria ni la misma de siempre. Quizás lo perciba únicamente yo, que estoy más cerca y ocupo en mi rol de espectadora el más cómodo asiento. Ahora también le canta canciones infantiles, algunas las escucho por primera vez.

 

Tiene planes y anhela, en la misma medida que yo, la llegada. Pretende interferir en sus preferencias futbolísticas. Se complace mirando mi panza y en las consultas pregunta una y otra vez, como si el gestante fuera él. Por dentro sonrío porque en efecto, los dos estamos embarazados, aunque sus síntomas físicos difieran.

 

Es probable que cuando lea esto, me cuestione por contarles lo que sucedió en la madrugada de las dos rayitas en el test. Cuando visualizamos el resultado, de inmediato llamamos a mi madre. Aún no eran las seis de la mañana y L dispuso todo para afeitarse. No pregunten por qué, hasta hoy ni él ni yo encontramos una respuesta que convenza.

 

Al principio, cuando todos pronosticaban el sexo, por mucho tiempo pensamos que sería niña. Buscamos un nombre acorde a los gustos y exigencias de los dos. El día que se supo con certeza, no pudo estar. Fue varón, a pesar de todos los vaticinios. Lo llamé rápidamente y sentí, del otro lado del teléfono, su respiración contenida, modificada por la emoción y únicamente paralela a la mía dando la noticia.

 

A casi dos meses del milagro completo, comparo nuestras reacciones. No en el mal sentido. Sucede que en el mundo entero, solo L puede comprender cada sensación. Otras parejas han experimentado lo mismo, pero en este instante, busca por todo mi vientre las nociones de existencia, sus movimientos.

 

Ahora que, para siempre, somos tres corazones y mi ombligo ha comenzado a desaparecer, juntos contamos los días. La ansiedad se contiene porque deben formarse bien todos los órganos. Pronto comenzaremos a entrenarnos en el arte de armar culeros; después, en otras cosas. Por igual queremos estar preparados para cualquier circunstancia.

Nota al pie: Por favor, quienes lo conocen, no lo molesten mucho con los detalles íntimos que he contado. Seguramente, por toda respuesta, sonreirá gustoso y no expondrá argumentos convincentes.

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