CRÓNICA: José Antonio y su pacto con la muerte

Las más nuevas generaciones aprendimos a quererlo en cada una de sus transfiguraciones. No puedo explicarlo bien con palabras, pero pronto, amante del teatro, sin ser una especialista, tenía la certeza de que ese señor estaba dejando un modo de hacer, una impronta.

Si José Antonio Rodríguez no hubiera nacido con esa estrella para regalarnos tan grandiosas interpretaciones de todos modos tuvo en suerte codearse con los mejores, y eso siempre deja a uno marcado, inevitablemente. Maestro de tantas y tantos actores, será imposible enterrar su recuerdo en la televisión, el cine y el teatro.

Dicen que a pedido de su padre, que lo soñaba médico, el actor Enrique Santiesteban le hizo una evaluación para medir sus posibilidades actorales. Tras unas pruebas elementales, Santisteban le dio la noticia que el padre no quería oír: “Desengáñate, el que tiene que quitarse de la cabeza que el muchacho debe ser médico eres tú, porque ese, es un actor”. De todos modos su elección, interpretaciones mediante, también salvó a nuestras vidas del tedio y del ocio de vivir sin su arte.

Desde mucho antes, siendo un niño, interpretaba sus propias películas de pistoleros hablando incluso en inglés como todo un experto.

Una de sus últimas presentaciones públicas, ya muy enfermo, fue durante el homenaje realizado en ocasión de su cumpleaños 80 en el Cen¬tro Cultural Bertolt Brecht, con la asistencia de amigos, familiares y artistas, el 19 de marzo de 2015.

En su caso, la muerte no hace completamente la labor. Imposibilitada, carente de recursos, no puede arrancar un recuerdo porque pasarán los años y los hijos de mis hijos también guardarán en su memoria a ese grande de las artes escénicas. Maestro de generaciones actorales que junto al público no lloran del todo su partida, porque en todo caso él hizo un pacto con la parca, ella le facilitó el acceso y su deceso es, únicamente, el inicio del trayecto hacia la eternidad.