Río despidió la fiesta olímpica a ritmo de carnaval

Río despidió la fiesta olímpica a ritmo de carnaval
Fecha de publicación: 
22 Agosto 2016
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Pero fui fiel, al igual que en cada momento de competencia y entrega y me mantuve, sin asomo de aburrimiento durante las más de dos horas y media que duró la ceremonia de clausura de Río 2016. Recorrí el Pan de Azúcar, hice un alto para retomar el aliento al abrigo de los brazos del Cristo del Corcovado, coreé el himno de Brasil de la mano de los 27 niños en Representación de cada estado del Gigante Sudamericano y su Distrito Federal.

Y es que pese a todo el velo de incertidumbre, el gigante Sudamericano fue una sede a la altura de la magna justa multideportiva, honro su condición de nación pionera en Sudamérica en acoger la cita.

Flores, estrellas, corazones, iluminaron en formas y fuegos artificiales la despedida. Una representación de atletas de todas las naciones irrumpió en el mítico Maracaná, donde Brasil se pudo finalmente sacudir del maleficio, al coronar su selección de fútbol de la mano de Neymar el único título que se les había hecho esquivo.

La fusión melódica no se hizo esperar, el bosa, la samba y las tradiciones se conjugaron con la contemporaneidad aportada por la música electrónica.

Entonces llegó el turno del arte popular. Río destiló el calor de su torcida, y una representación de pueblo justamente rindió tributo a la madre tierra con el homenaje a la arcilla. Y el maratón, una prueba que permitió a sus protagonistas recibir sus preseas de manos de Tomas Bach, presidente del Comité Olímpico. Eliud Kipchoge resultó en esta ocasión el merecedor del galardón. Kenya coronó el rendimiento de sus fondistas una vez más. Y como si de una transición perfecta se tratase la gobernadora de Tokio, Yuriko Koike presentó la sede que dentro de cuatro años albergará otra magna fiesta.

Los infantes, futuros atletas y hombres de bien, cantaron el himno del COI, antes de dejar que el bosa y las raíces brasileras se apoderaran e impregnaran de su espíritu a los presentes una vez más. Entonces el agua apagó la llama olímpica, o más bien la dejó descansar, porque difícilmente el espíritu de fraternidad y confrontación sana se extinguirá. La lluvia regó el jardín, germinaron las semillas que cada uno de los atletas sembró en la apertura. Otra capa de césped cubrió al Maracaná y germinó un árbol, fruto del éxito, de la creación y la unidad, un macramé hecho a mano con más de 2 500 nudos. Expresión indiscutible de fortaleza, de trabajo en colectivo, de estrategias, lágrimas, hazañas, sueños cumplidos y sinsabores.

El Olimpo reservado a todos, porque me gustaría pensar que la gloria de los dioses helénicos estuvo reservada en alguna medida para todos los participantes sin distinción. Se sintieron los tambores, el retumbar de voces y samba, el arcoíris de carrozas y baile, latieron los corazones bajo ese compás…El Maracaná unió cielo y tierra y el hasta luego se hizo casi imperceptible, pues luces, risas y éxito fueron divisas más que suficientes para esperar con ansiedad otros cuatro años.

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