Voleibol maldito

Por si fuera poco con el fantasma de las deserciones, que ha desangrado una y otra vez a diferentes equipos conformados en las dos últimas décadas, recientemente se ha sumado otro problema. Poco ha sido lo divulgado por la policía de Finlandia, pero seis jugadores del cuadro regular se encuentran detenidos allá por un presunto delito sexual.

Inocentes o culpables, probar lo uno o lo otro tardará meses, y los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro-2016 están ahí mismo. Todo indica a que, luego de lograr una histórica clasificación (el único deporte colectivo cubano que lo consiguió), volveremos a violentar etapas, y presentarnos en la Ciudad Maravillosa con un equipo de contingencia, completado con algunos muchachos de categorías inferiores.

Otro aspecto colateral es el prestigio del voleibol cubano, que queda dañado independientemente del resultado final de este asunto en los tribunales. Ojalá la Federación Internacional y la Panamericana, que nos ha apoyado contra el robo de atletas y nos ha otorgado la sede de tantos eventos importantes de categorías inferiores en los últimos años, no tomen esto como un desaire.

Pero lo más importante, ¿cuánta frustración (una vez más) debe sentir el colectivo técnico de turno, al ver que las miles de horas de entrenamiento dedicadas a pulir el talento que contra viento y marea sigue surgiendo en Cuba, vuelven a irse por el retrete?

El cansancio sicológico es a veces peor que el físico, y ese eterno comenzar de nuevo ha desgastado a más de uno. Cuando parecía que habíamos derrotado al peor de los fantasmas, la liebre salta por otro lado y nos deja con una gran sensación de impotencia.

Usted y yo seguiremos siendo materialistas, pero no me puede negar que lo del voleibol cubano ya parece una maldición de quién sabe quién, desde quién sabe dónde.