Ana Navarro, heredera de la fuerza y la pasión del poeta

Ana Navarro, heredera de la fuerza y la pasión del poeta
Fecha de publicación: 
3 Julio 2016
0
Imagen principal: 

   Con ella conversó la ACN tras su participación en la cuadragésimo-cuarta jornada nacional de homenaje a ese escritor, efectuada del 12 al 15 de junio último en la ciudad granmense de Manzanillo.

   En la misma casa donde vivió hasta los 17 años, esta mujer- de ocho décadas de edad y residente en la ciudad de Santiago de Cuba-, cuenta que todo se lo debe a su papá y todavía lo siente cerca, como apoyo y fuente de cariño.

   Me parece que está aquí, cada pared y otras partes de la casa me traen muchos recuerdos. Puedo verlo tecleando sus versos temprano en la mañana y, luego, leerlos a la familia, en especial a mi madre, Guillermina, una mujer refinada y especial.

 

   Ana habla de forma lenta, hace breves silencios y levanta la mirada. Tal vez, gracias a la memoria, se observa a ella misma junto a los suyos durante aquellos años de niñez y adolescencia. “Aquí era feliz”, expresa con nostalgia en el actual centro de promoción para la cultura literaria.

   En ese hogar grande de los escritores de la Ciudad del Golfo de Guacanayabo, Navarro Lauten añade que siempre será manzanillera, por eso su corazón permanece aquí y desea que cuando muera sus cenizas descansen en esta urbe con el encanto del mar, los recuerdos y la tradición artística.

   “Adoro este lugar donde crecí y tuve mis primeros noviecitos. Cada vez que vengo siento emoción y una mezcla de alegría y tristeza, porque recordar es volver a vivir”, agrega quien no visitaba la tierra natal desde 1998.

   Narra que la vez anterior caminaba por la calle José Martí, una de las principales de la urbe, y se detuvo aturdida por la nostalgia. “A veces, es doloroso volver sobre las huellas del pasado”, dice con tristeza quien ha sufrido la pérdida de casi toda la familia.
alt

   “Existía mucha unidad entre todos, mis padres, cinco hermanos y los seis tíos. Algunos fallecieron cuando yo todavía era una muchacha y mis hermanos, todos profesionales, también murieron jóvenes”, expresa esta señora con la angustia reflejada en sus ojos y la voz suave.

   Ella también extraña a su único hijo, quien reside fuera del país. Manifiesta sentirse orgullosa por el homenaje a Navarro Luna, realizado cada año por bardos de todo el país, quienes llegan hasta Manzanillo para llevar el encanto de la literatura a comunidades, hogares de ancianos y centros educacionales y de salud. “Él estaría muy alegre”, asegura sonriente.

   Ana se define como una mujer fuerte, heredera de la fuerza de su progenitor, quien, según expresa, la ilusionaba y le inculcó la superación constante.

   “Él me enseñó que un día es una vida en miniatura. Siempre lo tengo presente y su luz me concede energías. No le gustaba la depresión ni el abatimiento, y nos exhortaba a enfrentar los problemas con valor y pasos firmes”, explica, y luego se recuesta del espaldar del asiento.

  Recuerda, en voz alta, que su papá era incansable en lo creativo y un profundo revolucionario, quien recibió en su morada visitas de Nicolás Guillén, Pablo Neruda, el Comandante Ernesto Che Guevara y otras importantes personalidades de la literatura universal y la política.

   A los 17 años de edad, la muchacha delgada y de baja estatura, fue a estudiar Medicina en La Habana, donde residió en una pensión para señoritas y recibía cartas del padre, conocido como Poeta de la Revolución y autor de Surco (1928), primera obra literaria del Vanguardismo en Cuba.

   Refiere que las demás jóvenes sentían algo de envidia, porque solo a ella le llegaban tantos sobres, siempre con la coletilla “Tal vez más cerca de la estrella”.

   Aquellas misivas reflejaban ternura desbordante en expresiones como “mi niña adorada”, “mi nena”, “la luz está en tu alma y en tu corazón”, “tengo una confianza suprema en ti y tu estrella”, "tu futuro estará cargado de luz y de rosas”...

   El escritor, el padre amoroso, le aconsejaba que se irguiera con coraje y serenidad ante cualquier injusticia.

   La hija orgullosa heredó la sensibilidad artística y matriculó en la especialidad de piano, en el conservatorio nacional de música Hubert de Blanck, en la capital.

   Anita, como la llaman cariñosamente, vuelve a leer algunos de los textos enviados por el papá y guardados como reliquias en el referido centro de promoción, y, mientras repasa cada línea, sonríe.

   Según refiere, Navarro Luna le compraba telas para vestidos y, desde la distancia, le pedía que se cuidara de los cambios de temperatura.

   La adolescente repleta de sueños se convirtió en la primera mujer graduada de la especialidad de Endocrinología Pediátrica en el Instituto de Endocrinología de Cuba.

   Asegura que jamás olvidó las cenas en una mesa grande, en el patio  de su casa en Manzanillo ni el gusto del papá por la carne de pollo.

   Después de 12 años en la capital, por cuestiones de la vida se trasladó a Santiago de Cuba, donde alcanzó prestigio como doctora, investigadora y docente.

   “La Medicina es una de mis mayores pasiones, por eso la ejercí como profesional durante casi 40 años, y enseñé bastante a los jóvenes.

   Ellos son el presente y futuro, y necesitan del apoyo de los más experimentados”, refiere.

   Agrega que ama a los niños de una forma especial y, como endocrinóloga, podía ayudarlos más, en especial a quienes tenían problemas con el crecimiento, diabetes y otros trastornos relacionados con hormonas y glándulas.

   Esta señora amable, que sube y baja las escaleras con dificultad, anda con paso lento y padece de presión arterial alta, se define como una mujer fuerte, porque, a pesar de tanto sufrimiento, sigue viva.

   Añade que eso se debe, en parte, a la fortaleza de espíritu de su padre, siempre presente.

  

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
Esta pregunta es para comprobar si usted es un visitante humano y prevenir envíos de spam automatizado.
CAPTCHA de imagen
Introduzca los caracteres mostrados en la imagen.