DIARIO DE UNA ESPERA: La hora del cambio

DIARIO DE UNA ESPERA: La hora del cambio
Fecha de publicación: 
16 Junio 2016
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Algunas semanas atrás yo era menos supersticiosa. Me parecían creencias de un pasado lejanísimo, aunque bastante frescas en la memoria de casi todos los que peinan canas a mi alrededor. Como saben aquellos que me leen, una nueva circunstancia marca mis días. La escogí a sabiendas, por lo menos con el conocimiento teórico, convencida del montón de contras y también de los pros. De todas formas, no estoy eximida de elementos imprevistos. A decir verdad, soy tan novata como cualquier primeriza.

Entre consultas y pinchazos, enterándome sin quererlo de las experiencias de otras, hace unos días me levanté supersticiosa. Con tremendo fervor di por sentado que estos nueve meses no puedo usar accesorios en el cuello: ni cadenas, ni collares, ni nada por el estilo, pero no porque se enrede el cordón umbilical y provoque lo inesperado, sino por el hecho probado de los calores que dominan cada segundo de mi existencia gestacional. Cierto que estamos en junio, pero créanme, se multiplican los grados de la temperatura a cada segundo.

Todos los que me conocen saben de mi temperamento melancólico, aunque también un poco sanguíneo. El caso es que (aunque lo he hecho en par de ocasiones) me he prometido no llorar. Más allá de alguna creencia, yo había pensado en eso desde antes. Si bien es cierto que tantas veces relaja y nos permite liberar estrés, ahora el asunto se complica porque, de acuerdo a declaraciones de algunos especialistas, se puede cerrar el famoso cordón umbilical: único conducto por el cual mi pequeño feto recibe alimentos, e incluso oxígeno.

Aquí cerca, no pocas comentan sobre pataditas y contracciones. Los golpes ya no los celebran como al principio, pero tampoco se quejan demasiado. Mi último ultrasonido dejó en evidencia que mi bebé se movió de posición. Según mi mamá, seguirá haciéndolo, y sigo con la boca abierta pensando a veces cómo puede permanecer en esa pose que me parece harto incómoda.

Desde hace muy poco supe que ya puede tener hipo e incluso llegar a tragar, a sorbos, líquido amniótico. No hay daño en ello, pero parezco obsesiva en cuanto a precauciones, aunque debo reconocer que me traicionan las ansias…. Aguardo la llegada del gran día, pero falta más de lo que he vivido; no son como una panetela, demoran nueve meses en estar listos.

No estoy muy segura, pero al finalizar este mes es probable que conozca su sexo. Lo cual, sin dudas, empezará a comprometerme con el tema del aseguramiento logístico para que nada falte en el minuto cuando decida llegar al mundo para iluminarlo todo.

Probablemente porque tengo muchísimo más tiempo libre, me pongo a pensar en todo lo que haremos juntos(as). Y en lo que quiero enseñarle, e inclusive en el momento (pasarán algunos años) cuando esté apto(a) para leer y comprender estas palabras de su mami que hoy tienen ustedes primero.

Tener un hijo, eso ya me queda clarísimo, es un acto de mucho coraje y también de responsabilidad. Por más vueltas que se le dé, aunque algunos no lo piensen como algo tan serio, desde el mismísimo comienzo se está formando una persona, un individuo que formará parte de una sociedad.

¿Cómo sembrar buenos sentimientos y actitudes? ¿De qué forma inculcas valores de los que un día llegues a hincharte de orgullo? ¡Son tantas las preguntas! Nacerá de mí y eso es lo primero. Si puedo hacerle ver una óptica de vida, al menos parecida a la mía, todo estará bien, pero es inevitable que me carcoma la incertidumbre, incluso porque no tengo la menor intención de salir corriendo y dejar de lado a mi nueva circunstancia.

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