Brasil, el único camino: luchar para revertir el golpe

Brasil, el único camino: luchar para revertir el golpe
Fecha de publicación: 
14 Mayo 2016
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Traición e injusticia, así resumió la presidenta electa Dilma Rousseff el golpe parlamentario contra la joven democracia brasileña para suspenderla de su cargo hasta por 180 días y elevar a este al vicepresidente Michel Temer, uno de los artífices visibles en el complot manejado por el imperialismo y la derecha local, derrotada por el pueblo en las urnas.

Otro importante mentor del entuerto golpista, Eduardo Cunha, suspendido de su cargo de Presidente de la Cámara de Diputados por comprobados delitos de corrupción,  se vengó así de la mandataria, por no haber esta utilizado a la Comisión de Ética para exonerarlo de sus delitos.

Lo cierto es que el puntillazo final de la mentira gestada contra Dilma ocurrió en el Senado, lo cual ha provocado  la subida de tono de una protesta popular que se extiende por gran parte del país, que incluye a muchas personas que fueron engañadas por la masiva información tergiversadora de los principales medios, todos al servicio de la oligarquía.

En su alocución al pueblo, Dilma llamó a respaldar la lucha legal que llevará a cabo para revertir la impopular decisión, asegurando que no tiene basamento alguno y que, por el contrario, puede poner en peligro las conquistas sociales de casi 14 años de gobierno del Partido de los Trabajadores.

Y, realmente, a los logros contra la miseria, la desocupación y el abandono de la salud y la educación, se puede sumar que nunca hubo una manifestación del pueblo que fuera reprimida por los gobiernos de Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff, cuestión que no han podido  esgrimir aquellos que no han podido llegar al poder en votación democrática.

Visto fríamente, hay que señalar que se ha dado otro paso en la conspiración para defenestrar a los gobiernos progresistas de la región, como ya se hizo en Argentina y se trata de hacer en Venezuela, además de que se tenga en el punto de mira, con hechos objetivos, a Bolivia, Ecuador, Uruguay, Nicaragua y El Salvador.

Algunos rasgos definitorios que se suelen atribuir a los gobiernos de estos países son la trayectoria política anterior: la mayoría están encabezados por dirigentes y activistas de movimientos sociales, sindicatos o grupos guerrilleros; las declaraciones relativamente independientes que hacen en el ámbito de la política exterior, en especial en lo referente a la intervención y las medidas sancionadoras estadounidenses; la retórica ideológica que rechaza el liderazgo de EE.UU. en organismos regionales y favorece a organizaciones centradas en América Latina, y los programas electorales acerca de la igualdad social, el ecologismo y los derechos humanos.

Asimismo, el rechazo del neoliberalismo y de las personalidades, partidos y privatizaciones neoliberales tradicionales; la perspectiva estratégica que concibe un proceso prolongado de transformación social que subraya un calendario compuesto de modernización, prioridades desarrollistas y altos niveles de inversión orientada a los mercados globales; y la permanencia política en el tiempo basada en reformas constitucionales que les permiten ser reelegidos, amparándose en la necesidad de completar esa concepción transformadora.

Dilma entra en esta anterior perspectiva, lo que ha alarmado al Imperio, principalmente por ser Brasil el país más grande sudamericano, con infinidad de recursos naturales; e integrar el grupo BRICS, junto a Rusia, la India, China y Sudáfrica. Pero además, la reacción no podía seguir permitiendo que el Partido de los Trabajadores y los movimientos sociales que lo apoyan se proyectara con una imagen hacia el electorado que significara una ruptura o quiebra con el pasado, sobretodo en lo relacionado con la oligarquía neoliberal tradicional.

Acerca de la farsa que tuvo lugar en el Senado para acabar de deponer a Dilma, la mayoritaria derecha evitó el lenguaje soez, aunque no el odio y la falsedad, utilizado por corruptos diputados para explicar su voto, no solo contra Dilma, sino contra la voluntad popular de 54 millones de brasileños que la eligieron como Presidenta hasta el 2019.

Ahora, como expuse en anterior comentario, solo resta luchar, demostrar la falsedad de los argumentos para haber realizado este golpe de Estado parlamentario protagonizado por seres espurios.

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