Festival de Cine Francés: Joven y bella

Festival de Cine Francés: Joven y bella
Fecha de publicación: 
10 Mayo 2016
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Hay algo en el cine de Francois Ozon que es casi virulento. El aroma de lo prohibido. El morbo de lo transgresor. Si con su anterior y fascinante creación, En la casa (2012), ya se apreciaba todo ello, con Joven y bella estas condicionantes llegan a su máxima expresión.

Joven y bella cuenta la historia de una hermosísima chica de 17 años que, después de perder su virginidad, comienza a prostituirse. Ozon no ejerce de juez y es quizás este el principal mérito del filme, que se estrena por estos días en la capital habanera, como parte del Festival de Cine Francés.

Normalmente se asocia la prostitución a –en menor o mayor medida- una degradación de la imagen de la mujer. Pero en esta cinta, tratada con mucha maestría por parte del director, la prostitución, por el contrario, dirige una mirada de poder hacia lo femenino.

Ozon bucea por ese interior mujeril como pez en aguas claras. Es conocedor de la jurisdicción de la mujer frente a la del hombre. Es Isabelle, la chica protagonista, interpretada por la debutante Marine Vacth, quien en todo momento cree controlar la situación. Es ella quien, convertida en arma de seducción, ejerce el dominio frente a sus clientes. Su juventud y su belleza son su mayor cualidad. Lo sabe y lo potencia. ¿Qué tiene usted como espectador que decir sobre esto?

Joven y bella implica una aventura sexual en busca del límite del poder de la mujer y su valentía como dueña de su propio cuerpo. La prostitución es vista no como un medio de vida; no como un algo juzgable o moralmente cuestionable. La película quiere trascender el mero cuestionamiento ético. La película quiere es alertar sobre el poder femenino.

La grandísima naturalidad que desprenden los personajes hacen creíbles las conexiones entre ellos y las sospechas que unos levantan sobre otros. La chica se prostituye y en consecuencia, su madre queda traumatizada, su padrastro se vuelve curioso y su hermano, hechizado de admiración.

Pero Isabelle no está traumatizada, ni curiosa ni mucho menos hechizada. Ella encuentra placer en lo que hace. No se cuestiona demasiado sus motivaciones ni tiene crisis existenciales en consecuencia.

Pero, ¿qué necesidad tiene de prostituirse Isabelle? No es por penuria económica, eso es seguro. Impenetrable, acérrima, esta joven es a medias Werther, a medias Lolita. Ozon sirve en bandeja de plata el conflicto de la cinta, que muchas veces viaja por corrientes subterráneas de sentido, y deja por sí solo la clave para desentrañar la película, que yace en la respuesta a esa pregunta que acompaña al espectador mucho más allá de terminada la película, y es dilucidar por qué esta chica bellísima de 17 años se prostituye. Que cada cual decida su respuesta.

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