La Religión y la identidad cubana
especiales
1. No esperen de mí un discurso académico, mucho menos científico.
Quien les habla no es más que "un poeta sencillamente enamorado de su patria", según lo dije hace veinte años en el prólogo de un libro dedicado a esbozar una posible "historia de la eticidad cubana". Esa eticidad, cifrada en el sentimiento de la justicia, al que José de la Luz llamó "ese sol del mundo moral", título del libro en cuestión, se me presentó siempre inseparable del cristianismo que está en los orígenes de lo que llamamos nuestra identidad cultural.
No niego, antes reconozco gustosamente, como es de "justicia tratándose de una compleja cultura de resistencia anticolonialista, y es por demás evidente, que la religiosidad popular cubana ha contado con otras profundas fuentes de raíz africana, pero no tengo competencia ni vivencias que me permitan referirme a ellas con un mínimo de autoridad.
Por otra parte, contra lo que quizás pudiera deducirse del libro mencionado, no pretendo reducir el cristianismo a formulaciones éticas que en él, a su vez, son inseparables de creencias trascendentes. Suele suponerse que el cubano es poco inclinado a la fe escatológica, pero no es menos cierto que varios de nuestros hombres más representativos en el ámbito cultural culminantes en el ejemplo de José Martí no han pertenecido sólo a la raza de los moralistas, con rasgos característicos del estoicismo cristiano, sino que también han bordeado los reinos del misticismo hispánico. Recordaremos a Luz: "La doctrina del sacrificio es la madre de lo poco que somos. Dígalo el Gólgota". Y a Martí: "Soy un místico más. Padecí con amor".
2. Lo que ahora más nos interesa, sin embargo, no son las filiaciones seculares de nuestra cultura, sino lo específico suyo en el campo de una religión determinada, el cristianismo católico, y de una religiosidad popular que, nutrida de afluentes mágicos y sincréticos que escapan a nuestro análisis, sensiblemente nos identifican en numerosas manifestaciones culturales, por así decirlo, no institucionalizadas. De este modo, aunque muy brevemente, podremos recorrer una escala que va desde los próceres del Seminario de San Carlos, y sin perderles por cierto el respeto, hasta esencias del genio popular cubano como las que se expresan en el ya venerable y siempre naciente "Son de la loma". Pero antes de intentar ese ejercicio, permítaseme apuntar algunas oportunas "imprecisiones" sobre el tan traído y llevado término "identidad".
3. La palabra latina idem, de la que proceden "idéntico" e "identidad", significa "lo mismo" como término de comparación o referencias, no como condición de ser, Según el Diccionario se dice idéntico "de lo que en substancia y accidente es lo mismo que otra cosa con que se compara". Lo subrayado en esta definición permanece igual cuando se trata de la voz "identidad", que es ante todo "calidad de lo idéntico", y en lenguaje forense puede aplicarse a la "ficción de derecho por la cual el heredero se tiene por una misma persona con el causante de la sucesión.
Filosóficamente, sin embargo, el llamado "principio ontológico de identidad" (A=A) significa que toda cosa es igual a ella misma, o ens est ens, de donde a su vez se deriva el llamado "principio lógico de identidad", teniendo ambos en común que no admiten contradicción en sus términos. Ahora bien, cuando hablamos de "identidad cultural" no podemos referirnos a una invariabilidad ontológica, ni menos lógica, pues "lo cultural" se sitúa totalmente en el devenir, fuente de todas las contradicciones. ¿ A qué identidad, entonces, nos referimos?
Personalmente he preferido cuando he intentado caracterizar "lo cubano" en sus expresiones poéticas sucesivas o en las manifestaciones de su eticidad histórica, hablar de "modos de ser", no de modos del ser, o de un ser claramente definible, si bien la intencionalidad gnoseológica de estas búsquedas resulta inocultable. Para no renunciar a ella ni pasarla, por así decirlo, de contrabando, para, en una palabra, legitimarla, quizás nos sea más útil, no el sentido filosófico ni lógico, sino el sentido etimológico y coloquial de la palabra identidad, en cuanto supone la comparación de una cosa con otra que, en este caso, es su propio desideratum. Identidad cultural no sería, entonces, coincidencia inmutable de un ser, o modo de ser, consigo mismo, sino el máximo parecido posible de una manifestación expresiva con el proyecto creador que en ella va implícito. Quizás por eso, intuitivamente, solemos equiparar "identidad" con "raíces", porque en el concepto de éstas coinciden la idea de fundación con la de un desarrollo, Quien dice raíces dice tronco, rama, flor y frutos, a saber, nuevas fecundaciones.
El proyecto creador (que en este caso puede también llamarse instinto biológico) con el que nos "identificamos", con el que nos "re conocemos", nos volvemos a conocer prísticamente como en un espejo inalcanzable, es precisamente el de una interminable fecundación a partir de unas raíces que cada vez quieren acercarse más, parecerse más, ser más idénticas a su propia flor, a su renaciente fruto. Y si utilizamos además, en lugar de "raíces", las voces "herencia" y "legado", también la acepción forense de "identidad" puede servirnos en cuanto "el heredero se tiene por una misma persona con el causante de la sucesión". Sólo que en nuestra lectura la sucesión ya no es meramente individual, sino colectiva e histórica, y lo que al "heredero" y al "causante" los identifica, junto al legado de sus propias raíces, es el futuro de ellas.
4. Acercándonos con estas "indefiniciones", a las que volveremos, al centro huidizo de nuestro asunto, recordemos que el término "religión" se bifurca en dos etimologías: una viene de religare, religar, vincular de nuevo; la otra procede de religiosus o religens, que es lo contrario de negligens o negligente. En la primera se acentúa la religación del hombre con la divinidad, lo que incluye la vinculación espiritual de los hombres entre sí; por la segunda se entiende que el religioso es (según lo resume José Ferrater Mora) el "escrupuloso en el cumplimiento de los deberes que se imponen al ciudadano en el culto de los dioses del Estado Ciudad". Si extraemos esta última acepción del contexto romano en que se configuró y fue exaltada por Cicerón (De Officis, II, 3), nos queda una religiosidad civil o incluso política frente a, o junto a, una religiosidad trascendente.
Si pensamos en José Agustín Caballero, Félix Varela y José de la Luz como las tres raíces maestras de nuestro cristianismo fundador, se nos hace evidente que en ellos las dos acepciones apuntadas tienden a consubstanciarse. El "padre de los pobres y de nuestra filosofía", "el primero que nos enseñó a pensar" y "el silencioso fundador", así como no vieron incompatibilidad entre la fe y la razón, tampoco admitieron discrepancia entre el culto a Dios (dentro o fuera de la liturgia sacramental) y el servicio a la patria. Pero no hay que confundir identidad con tradición, aunque a veces coinciden. Que esas dos integraciones capitales (fe y razón, Dios y patria), libremente asumidas como parte del proyecto cultural explícito o implícito en toda su obra por José Martí, no hayan alcanzado la continuidad de una tradición hasta nuestros días, no les quita su carácter identificativo de aspiración fundacional. La identidad también está hecha de proyectos incumplidos, de esperanzas fallidas y sueños truncos. Si no fuera así el pasado sería el futuro, es decir no habría futuro: inversión sólo deseable en cuanto el pasado incumplido denuncia la incompletez del presente.
5. Y la cultura es, entre otras muchas cosas, la no linealidad del discurso humano, el campo de las resurrecciones imprevisibles. Así en 1819 el padre Varela, fundador, no lo olvidemos, de la cultura independentista cubana, escribió en su Miscelánea filosófica: "Las idea que no puede definirse es la más exacta"; y poco después, justificando el aserto mediante una fina argumentación escolástica, concluye: "Definimos mientras sabemos poco; se asumenta la ciencia, y desaparece la definición. Estas se repiten como un recurso para dar algunas seña del objeto, para está algo atrasado el que crea que ha explicado su naturaleza". Y en 1946, cuando menos se esperaba, José Lezama Lima, en su ensayo "La imaginación medieval de Chesterton", escribió: "Pensar que los objetos tienen que ser poseídos para su definición, engendra un mundo categorial y circunspecto; pensar que los objetos pueden ser iluminados es cosa del catolicismo".
Entre ambas formulaciones hay, además de la distancia temporal, la distancia canónica establecida desde los presocráticos entre filosofía y poesía distancia que nuestro tiempo ha tendido a acortar tan desesperada como esperanzadamente, pero a simple vista, y después de zambullirnos en la frescura submarina de lo análogo, salta la alegría de un indudable parentesco, de un linaje, de una identidad, Porque la identidad también está hecha de estas irrupciones, de estos diálogos inesperados. Identidad y linaje fundador del catolicismo cubano véase la graciosa teología criolla, anti calvinista y anti yanqui, de la señora Augusta en el Capítulo III de Paradiso, que nuestra poderosa corriente agnóstica ha querido hacernos olvidar, pero que en Lezama y otros poetas de Orígenes resurge con la fuerza de una inspiración latente, irreprimible.
6. Lo que mejor nos identifica, nuestra más creadora identidad, no puede ser únicamente un catálogo de "logros", de realizaciones, de paradigmas. La identidad está más cerca de la utopía que de la consagración. La identidad no es un hecho consumado. Ejemplo máximo, José Martí. Desesperamos de cumplirlo y por eso mismo sabemos que en él está nuestra realización mayor. Su proyecto cultural, donde los sueños de Varela y de Luz llegan hasta la hipertelia de Lezama, nos propone barrer la casa de baratijas archivadas y llenarla de una luz desconocida.
Ese es el proyecto: una luz desconocida. Allí podemos estrenar todos los días una décima de El Cucalambé y un pensamiento de Sócrates, la intensidad reminiscente de una danza de Lecuona y ... lo que gustéis, Las raíces, en lo oscuro. La flor, inesperada. El fruto, quién sabe hasta dónde. El tambor batá dialoga con la guitarra de mi hijo, y eso es algo más que mestizaje, algo más que sincretismo, cajitas conceptuales cuyo contenido se está agotando: eso es identidad como espiral, como esperanza. Saquemos al país de ese teatro en que todos somos extranjeros, de la vergüenza del falso guateque, del museo en que hasta el goterón sobre la hojaza de la mañana ocupa una tarjeta. ¿Estudios? Sí, pero en estado de gracia. Que no se pierda eso que Lezama llamó "lo maravilloso natural" donde sobrenada la cultura, el diálogo riente de los dioses y con ellos. No definir: iluminar. Y ser iluminados.
7. En unas páginas tituladas "El Padre Las Casas en el V Centenario" apunté: "No no tenían nuestros indígenas el fierro que los iba a exterminar a cuenta del oro que no aparecía; o los exterminaba el oro mismo, su búsqueda insaciable, como lo penetrara sagazmente Hatuey, según el relato de Las Casas, distinguiendo entre la crueldad y la codicia, pues cuando lo iban a quemar dijo a sus nobles: "No lo hacen sólo por eso "porque son de su natura crueles e malos", sino porque tienen un dios a quienes ellos adoran e quieren mucho y por haberlo de nosotros para lo adorar, nos trabajan de sojuzgar e nos matan".
"Tenía añade el Padre cabe sí una cestilla llena de oro en joyas e dijo: "Veis aquí el dios de los cristianos"". Y así tocamos el punto clave de la Conquista, el que va mucho más allá de la Conquista, y viene de mucho más atrás en la tradición profética, desde la historia del Becerro de Oro en el Antiguo Testamento. Es en esa tradición en la que se inserta el Padre Las Casas desde que en Cuba, cerca de la bahía de Jagua, se le cayeron las escamas de los ojos.
España fue su Israel. España, sí, tenía la misión de evangelizar a los hombres del Mundo Nuevo, pero evangelizarlos de verdad, con amor y sin violencia, a partir de las líneas de fuego del Eclesiástico 34: 18 22 que lo "reconvirtieron" en el centro de Cuba:
(...) Ofrecer un sacrificio con lo que pertenecía a los pobres es lo mismo que matar al hijo en presencia del padre. El pan de los necesitados es la vida de los pobres, privarlos de su pan es cometer un crimen. Quitar al prójimo su sustento es matarlo, privarlo del salario que le corresponde es derramar sangre.
Esta evangelización asumida por tan pocos en nombre del Dios que no quiere holocaustos sino misericordia, en la herencia de misional identidad, la raíz y el legado recibidos en medida creciente por Caballero, Varela, Luz y Martí.
8. Pero a nivel popular nuestra recepción del cristianismo, sincretizado o no, se verifica a través del ámbito devocional de las imágenes. Donde hay imágenes, no ídolos, hay mediación entre lo visible y lo invisible, entre los de arriba y los de abajo. Nuestra Patrona es la Virgen de la Caridad del Cobre, el metal mediador entre los metales, de la alianza entre lo divino y lo humano. La "imaginización" (no imaginación) de la fe, cuando se contagia de los humildes "modos de ser" del pueblo, encarna en su indefinible gracia en su picardía e incluso en su picaresca. "Lo religioso" llega a ser así como un elemento protoplasmático, mediador, difuso en ciertas manifestaciones populares, indiscernible casi en las insinuaciones del mundo profano al que pertenecen, pero al que le dan una especie de "doble sentido" más inconsciente inclinado a lo trascendente que a lo inmediato. Es como si "lo religioso", aprovechando el "doble sentido" consustancial a esas manifestaciones, tradicionalmente erótico o "político", de pronto pudiera respirar con toda naturalidad allí donde menos lo esperamos. Y es entonces cuando se reclama una percepción, según dijimos, "en estado de gracia". Con lo cual postulamos también la necesidad de un fino tacto estético para hacerla posible.
9. Como diana en lo cubano más huidizo pongo de ejemplo Matamoros y el entorno, o lo integrador universal del modo son, poquísimas páginas, pero esenciales, de Danilo Orozco. Ya me había tentado a mí la enigmática letra del "Son de la loma", y a mi comentario sobre esa popular "epifanía" (en el sentido joyceano de la palabra) me respondió Alipio Rodríguez Rivera analogándolo con un pasaje de un cuento de Jack London: "La ruta de los tres soles".
Observaba yo que la promesa del son "Ya verá. Tú verá" "en vez de abrir, cierra con un golpe seco, después del cual, se nos repiten los datos conocidos, en un montuno de puro juego", y que, por lo tanto: "Nunca podremos escuchar a los misteriosos cantantes.
Nunca podrá la niña cumplir su deseo de aprender la "trova fascinante". "Y es esa observación la que, conmoviéndolo, me dice, "por esta imagen de estática eternidad", recuerda a Alipio lo que dice Sitka Charley, el indio de Alaska, de un supuesto cuadro de London representando un juego de naipes de grandes apostadores, después de describirlo encarnizadamente: "Y los hombres se quedarán sentados sin hablar jamás dijo, dibujándoseles en el rostro el asombro y el temor. Y el vigilante siempre se inclinará hacia delante, y el rostro del tallador permanecerá encarnado... Es algo extraño. Siempre se sentará ahí, siempre; y las cartas nunca serán viradas". Y usted escribe, me dice Alipio: "Los floridos mordientes metálicos, las subidas y bajadas de las cuerdas (...) convierten un pequeño sucedido, desde las voces cómplices y despegadas que lo respetan y lo transfiguran, en una graciosa, bailable, sobrecogedora imagen de la belleza desconocida".
Y así según él "en esta sorprendente imagen, la vida y el tiempo se detienen, resolviendo el conflicto o ambivalente inicial loma llano: la esencia, analizada, comentada, se mantiene intacta, con toda su intuida eternidad", Por su parte Danilo Orozco entra como nadie, que yo sepa, en una caracterología profunda del "modo son" en las manifestaciones específicas de sus creadores musicales y en la expansión de sus irradiaciones al entorno. En las primeras capta "la continua insinuación, a la vez oscilante entre una sonrisa velada/interiorizada (protosonrisa), también "perdona vida", y una supuesta (incluso real) seriedad no convencida (sin negar la seriedad de propósitos), que pudiera connotar una especie de "absurdo" expresivo por contraste".
No excluye este rejuego "el lirismo intenso". La "insinuante sonrisita velada que subyace en Ya verás, tú verás", no desaparece del todo, como insinuante posibilidad, en páginas "con tintes lírico amoroso dolorosos" al estilo de "Lágrimas negras". En cuanto a ejemplos literarios de irradiación psico estilística del "modo son", además del paradigmático y ostensible de Guillén, pone Orozco el de Soler Puig ("insinuando un clímax que no llega") y el de Lezama: "la búsqueda en espiral hasta el "desespero", pero tocado con la ironía sutil y refinada, las vueltas laberínticas a veces distanciadas, la insinuación oscilante hasta el aparente absurdo filosófico sicológico, rasgos que, a la larga, en lo profundo, entre retículos y elevadas abstracciones, lo vinculan con la esencia de lo cubano y del modo sico musical aquí descrito, que en estos casos de generalización máxima alcanza rango de categoría creativa". Exploración, a mi juicio, de veras memorable.
10. ¿Necesitaremos que se nos extienda un carnet de identidad cultural? ¿Un carnet de tipicismo, un carnet de folklorismo? En todo caso tendría que ser diferente para las generaciones sucesivas. Y si de expresiones emblemáticas se trata, capaces de resumir nuestra espiritualidad militante en la gracia de una imagen popular, yo diría que nuestra identidad, religiosamente hablando, es de la loma, pero canta en el llano, y vuelve a la loma, y sólo se insinúa, es un secreto. Los secretos no se revelan, ni se entregan. Se defienden con la vida, porque son la vida misma.
Cintio Vitier
25 de junio de 1995
Fuente: Sitio MINREX
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