Diego El Cigala gana la partida en concierto en Guatemala

Para los espectadores más sensibles cada melodía entonada por el maestro de ascendencia gitana surtió el efecto de una suerte de recordatorio de la pena que guarda en lo más íntimo el artista, pleno de fuerza y encantos, desde la muerte de su esposa Amparo Fernández.

El Cigala, inscrito como Diego Ramón Jiménez Salazar al nacer el 27 de diciembre de 1968, en Madrid, compartió con un público expectante canciones universales que aluden al dolor, a la nostalgia por la ausencia, pero jamás al desamor.
Porque esta noche de gala en el Asturias ni siquiera un tema como Lágrimas Negras, que inmortalizó junto al pianista cubano Bebo Valdés, sonó como una queja a quien decide abandonar a su suerte a otro.

La fusión de ritmos tan diversos como el bolero, el tango, el flamenco y hasta ciertos coqueteos con la salsa signaron la presentación del artista en esta primera parada en Centroamérica, como parte de una gira que incluyó antes presentaciones en México, Japón y Australia.

Según el programa concebido para este periplo, El Cigala viajará luego a Costa Rica, donde actuará mañana después de años de ausencia; y con posterioridad ofrecerá conciertos en El Salvador, Panamá, y Colombia.

Estas presentaciones constituyen la antesala del nuevo disco que espera grabar el Rey del Flamenco, fiel al legado de su padre andaluz, José de Córdoba, quien se ganó la vida en tablaos como Torres Bermejas, El Corral de la Pacheca y Arco de Cuchilleros, en España.

Pero para muchos de los reunidos en esta cita en Ciudad Guatemala probablemente ninguna otra producción superará la magia que esparció por el mundo son su versión discográfica de Lágrimas Negras (2003), que le granjeó un Micrófono de Oro, cinco premios Amigo, tres premios de la Música, dos Grammy y cinco nominaciones a los Grammy Latinos y sobre todo el tener un espacio en la casa de miles de familias de todo el planeta.