DE CUBA, SU GENTE: Como si el mundo natural estuviera de cabeza

DE CUBA, SU GENTE: Como si el mundo natural estuviera de cabeza
Fecha de publicación: 
27 Abril 2016
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Trabaja como si controlara el tiempo. Por las mañanas es microbiólogo y se la pasa reuniendo bacterias en tubos de ensayo; por la tardes escribe literatura erótica; en ciertas noches canta canciones de Lenny Kravits y los Beatles en el Submarino Amarillo.

Y es bueno cantando. Aunque se vista como testigo de Jehová. Aunque apenas sepa dos pasillos, uno para cuando canta rock and roll y el otro para cuando asume el pop. Pero se conecta tanto con las letras y es tan cálida su inocencia que hasta logré no sorprenderme cuando me enteré de esa chica que, como cazadora postmoderna, lo acecha.

Con él se conversa de todo: de cómo los 43 estudiantes de Ayotzinapa han tenido la misma repercusión mundial que el caso de los 33 mineros de Chile; de la bacteria que le da olor a la lluvia de mayo; de estos textos que escribo, en los que desnudo lo que soy y nada juzgo.

La noche en la que escribo estas líneas El Tufo y yo estamos sentados en el parque John Lennon, en el Vedado. Me habla de Ketty, una chica en cuya breve espalda compone canciones de amor a Baudelaire y a Renoir.

A lo lejos, la acosadora, vestida con medias negras hasta las rodillas –homenaje o remanente con sabor a Sabina- se camuflajea tras los árboles del parque.

La señalo:

-¿Una fan del canto, del baile o de la narrativa?

Pero El Tufo apenas la nota; está viviendo otra de sus singularidades: en punta de pie, intenta reproducir los pasos de una de las coreografías de Hair, el musical de Milos Forman. En la preparación –pertinente, a lo hippie-, El Tufo se quita los zapatos… y yo… ni siquiera intento disimular: no considero la hipocresía una virtud.

-Tomás, por favor… ponte los zapatos… o mejor, bótalos…

-No, qué va; nunca me quito estos zapatos; los traje de Belgrado en el año 2011, me los regalaron cuando gané el campeonato de judo de ese año. Yo representaba a Cuba…

El Tufo es, sin dudas, un chico versátil.

-¿No me vas a preguntar por qué me dicen El Tufo? –se interesa- es un apodo que me puso una novia…

-¿En el 2011?

Doy por terminada la entrevista. El Tufo, indiferente a mi partida, se queda haciendo un pas de deux, paso del ballet que conoce porque cuando era niño recibió clases de danza en el Gran Teatro de La Habana.

Mientras me alejo, veo como la chica acosadora se acerca, como al descuido, a los zapatos que El Tufo ha dejado sobre la hierba mientras intenta saltos a lo Niyinski. Con disimulo afloja los cordones y, ajena ya a las miradas del parque, hunde en ellos su cabeza.

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