Recordando a Santiago Álvarez

Recordando a Santiago Álvarez
Fecha de publicación: 
15 Marzo 2016
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En mayo, Santiago Álvarez cumpliría 97 años. Su vida no fue sencilla ni puede ser contada en un solo volumen. Esta entrevista imaginaria pretende, de forma breve, homenajear el trabajo como documentalista que realizó este creador, a partir de testimonios obtenidos del libro Santiago Álvarez, cronista del Tercer Mundo, de Edmundo Aray.

 

Hoy podemos, desde la imagen y el sonido, revivir muchas escenas de los primeros años de la Revolución gracias a sus documentales y noticieros. Santiago es conocido como el documentalista de la Revolución, aunque fue más que eso. Su obra trasciende las fronteras nacionales para contar otras historias sobre Vietnam, Alemania, la Unión Soviética y los Estados Unidos.

—¿Quién es Santiago Álvarez?

—Un artista producto de la Revolución —sonríe levemente.

—¿Qué significa para usted ser un artista revolucionario?

—Que hay que tener una doble responsabilidad, como artista y como revolucionario. Como artista se debe expresar con auténtica sinceridad, pasión y sentimiento; como revolucionario, tener profundidad y responsabilidad ante la historia.

—¿Qué es necesario para ser un cineasta?

—Cualquiera puede hacer cine. El mito de que solo personas privilegiadas tienen el poder de hacer cine es una creación de ciertos intelectuales europeos. Yo mismo empecé a hacer cine a los 40 años; antes de mis cuarenta nunca se me había ocurrido tomar una cámara y filmar, y yo no soy ningún genio ni mucho menos.

—¿Cuándo comienza a hacer cine?

—Yo no sabía nada de cine en el año 1959, por lo menos no había hecho nada de realización cinematográfica. Conocía de cine como puede saber cualquier espectador que le guste el cine. Fue importante mi participación en el grupo Nuestro Tiempo, el cual aglutinó a algunos compañeros entusiastas, entre ellos Alfredo Guevara, Julio García Espinoza, Tomás Gutiérrez Alea y otros. Allí teníamos actividades de tipo cine-club que nos ayudaron a comprender el lenguaje cinematográfico y a organizar algunas ideas teóricas sobre lo que era el cine. Con el triunfo de la Revolución, y después que Fidel firma su primer decreto cultural creando el Instituto Cubano de Cine, empecé a trabajar aquí a solicitud de Alfredo, que había sido designado presidente del organismo.

Santiago Álvarez y Alfredo Guevara
Santiago Álvarez y Alfredo Guevara

—¿Cómo es su método de trabajo?

—Yo dirijo muy minuciosamente. Cuando se comienza el trabajo de edición, no hay quien me saque del lado de la moviola. Si alguna característica tengo como cineasta, es que mi gran gusto y satisfacción es poder seleccionar fotograma, plano y secuencia por mí mismo, sin negar que en ese trabajo los editores aporten siempre sus conocimientos, habilidades y experiencias. Soy, tal vez, demasiado quisquilloso.

—¿Teme usted que algún día la vitalidad y la creatividad del cine cubano desaparezcan?

—No, no lo creo. Ni el cine ni nada se puede petrificar en Cuba. En una Revolución nada se petrifica, o deja de ser una Revolución.

—¿Qué les diría a los jóvenes que desean empezar a hacer cine?

—Les diría: deben primeramente leer muchos libros de aventuras y tratar de vivirlas después.

—¿Nunca pensó en realizar un largometraje de ficción?

—Siempre me hacen la misma pregunta. Sí me interesa el largometraje. A mí me interesa todo el cine en general, desde el noticiero hasta el dibujo animado, pasando por el documental y el cine ficción. Veo en el cine documental un gran campo por recorrer y aún diría ilimitado campo por recorrer. Creo que uno puede ser documentalista toda la vida, como también puede dejar de serlo; lo que sucede es que hay un prejuicio sobre el cine documental, que se refleja siempre en esta pregunta.

"Hay una tendencia de todo el mundo a buscar definiciones a clasificar para luego establecer jerarquías. No estoy de acuerdo, como ha dicho alguien por ahí, que hay un cine más difícil que otro; porque no creo que lo difícil radica en el estilo de cine que se haga. Lo difícil radica en que la obra se haga bien o mal, que la obra esté lograda".

—De todos sus documentales, ¿cuál es el que más le ha gustado?

— Yo diría de Hanoi... que es el documental de todos los que he hecho que más me satisface, por dos razones: por la experiencia inolvidable vivida durante su realización, y porque creo que en él están reflejados más fuertemente mi carácter y mis sentimientos.

“El documental me parece que tiene una gran dosis de poesía y muy al contrario del estilo que tienen otros documentales que yo he hecho, como Now, Cerro Pelado o Ciclón, hay secuencias largas de desarrollo, sin prisa, con las que trato de narrar la vida de la mujer vietnamita unas veces, de los niños, otras, del ciudadano corriente sin deshumanizarlo, sin distorsionarlo, sin artificializarlo”.

—Después de pasados tantos años, ¿qué opina de sus primeros noticieros?

—Independientemente de las dificultades de equipo —piensa que las cámaras eran de cuerda y sincronizábamos los efectos de sonido y las imágenes en pantalla con un disco grabado— creo que se cumplió el objetivo de informar sobre lo que acontecía tanto nacional como internacionalmente, a pesar del desconocimiento total de lo que era el trabajo efectivo de cine. Si se proyectaran hoy los casi 700 noticieros realizados desde entonces, alrededor de un millón de pies de película editados, sin contar los millones manoseados y desechados, tendría en imagen y sonido directo la historia de nuestra Revolución.

“Si alguna validez tiene el trabajo realizado, es la de crear un archivo gráfico de los momentos más difíciles y más felices del proceso revolucionario. Ahí están los personajes, los rostros, y cada uno de ellos evoca un momento glorioso: está el desarrollo de nuestro proceso agrícola, el alentador esfuerzo del desarrollo nacional; ahí está la figura de Fidel orientando al pueblo constantemente, todo registrado con las diferentes tonalidades de la voz. Hay un sonido histórico, donde los gritos y las consignas de la muchedumbre se revitalizan cada vez que se vuelven a ver esas películas. Y si solamente ellas sirvieran para que las nuevas generaciones aprendieran en el futuro lo que fueron estos años en Revolución, sería suficiente para sentirnos satisfechos por nuestro trabajo”.

Santiago Álvarez y Fidel
Santiago Álvarez y Fidel

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