DE CUBA, SU GENTE: Amor, amor, catástrofe, ¡hundimiento del mundo!

DE CUBA, SU GENTE: Amor, amor, catástrofe, ¡hundimiento del mundo!
Fecha de publicación: 
9 Marzo 2016
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Se llama Pucha y tiene 29 años, pero parece, al menos, veinte años mayor. No trabaja porque su padre tiene cataratas y, desde el mismo día en que él no pudo ver bien para dónde giraba la llave del gas, ella se cerró a la vida.

Dice que no le importa la gordura, pero se acomoda un cojín delante para disimularla. Dice también que no le importan las várices, ni los senos caídos, ni las canas. Que abandonó su trabajo de ser dulcera en Doña Neli; que lo único bueno que le ha pasado en la vida fue cuando el vecino del balcón de enfrente, Ramoncito, que estudió con ella en la primaria y que no tiene al padre ciego, y que no se ha dejado engordar, sino que conserva el abdomen liso, como adolescente, tuvo con ella una hecatombe de sistemáticos encontronazos nocturnos, los dos en el pasillo junto a la escalera; Ramoncito siempre incesante, siempre apurado, Pucha entregándose como solo se entregan las muchachas de 29 años que parecen veinte años mayores.

Dice que no le importa la vida acelerada y radiante que le espere a Ramoncito una vez que se case y se mude del solar; ni siquiera el ritmo inacabable de aventuras extramatrimoniales que pueda tener.

Dice que cuando su padre se opere la vista, va a retomar su trabajo como dulcera; que va a emplear mucho tiempo viendo el atardecer en su balcón e intercambiando saludos con los vecinos de enfrente, que resultan ser los padres de Ramoncito, que sí tendrán noticias de él siempre.

Y vagará entonces su mirada ansiosa por encima de las personas del barrio, que toman ron y se actualizan en el chisme en las aceras. Y un día, Pucha sabe que un día, después de que Ramoncito haya tenido una vida luminosa fuera del solar, después de que haya dejado de cuidar y requetecuidar su cuerpo y le haya salido una barriguita, después de uno, o dos o hasta tres matrimonios fallidos, cuando sus calzoncillos estén desteñidos y raídos por pura desidia y en la espalda le cuelgue un poco la piel, entonces Ramoncito va a regresar. Y ella abrirá la puerta de la escalera que da al pasillo de su casa.

Para que Ramoncito entre.

En el barrio se dejarán de empinar las botellas y dejarán de hablar de lo que estaban hablando. Por unos segundos, nada será más interesante que la escena de Ramoncito regresando, gordo y cansado, yendo directo, derechito, hacia la casa de Pucha.

Y Pucha cuenta, asegura, que va a tener puesto ese día un vestido que la hará ver muy delgada. Un vestido negro de seda, finísimo. Y que ese día va a parecer como de 29 años.

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