El renacido

El renacido
Fecha de publicación: 
1 Marzo 2016
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La anterior cinta de su director, el mexicano Alejandro González Iñárritu, era totalmente opuesta: Birdman transcurría en los espacios cerrados de teatros y camarines. En cambio, El renacido muestra una trama anclada puramente en exteriores:

Hugh Glass (1780-1833), en el filme interpretado por Leonardo DiCaprio, fue un destacado cazador estadounidense, conocido por sus hazañas en el Oeste de Estados Unidos durante el primer tercio del siglo XIX. El argumento de El renacido versiona la leyenda en la cual se cuenta cómo, en las profundidades de la América salvaje, Glass resulta gravemente herido por el ataque de un oso y es abandonado a su suerte por un traicionero miembro de su equipo, John Fitzgerald (Tom Hardy). Con la fuerza de voluntad como su única arma, Glass deberá enfrentarse a un territorio hostil, a un invierno brutal y a la guerra constante entre las tribus de nativos americanos, en una búsqueda implacable para conseguir vengarse.

Desde el inicio mismo del filme se escucha una frase que se reitera como leitmotiv: «El viento no puede derrumbar un árbol con raíces fuertes». La cinta se esfuerza en reiterar que el sentido de la vida es pelearla; mientras haya fuerza para un último aliento, debe lucharse por este.

Ya Alejandro González Iñárritu había demostrado su abundante talento para dirigir historias avasalladoras. Ahí están para demostrarlo sus realizaciones anteriores: Amores perros (2000), 21 gramos (2003), Babel (2006) y Birdman (2014). Con El renacido, Iñárritu y Mark L. Smith adaptan libremente la novela homónima de Michael Punke —con, por cierto, influencias tremendísimas de la cinta soviética Masacre, ven y mira (1985), de Elem Klimov.

A pesar de las imágenes de la película, tan extasiadas en la belleza bucólica del lugar, parecen los fotogramas, a ratos, una sucesión de postales de Navidad. No es la perfección técnica de una imagen lo que la hace bella, sino su significación potencial como reflejo o símbolo de la emoción que el artista, o el tipo que dirige, pretende capturar.

Y es justo ahí donde peca la película. El renacido tiene tantas ansias de reconocimiento mundial, que no solo busca con demasiado deseo la imagen perfecta, sino que pretende coleccionar unas cuantas por minuto. La cinta tiene escenas muy cuidadas, incluso intachables, pero no escenas bellas. Porque no. La belleza es otra cosa. No es algo que se pueda quedar en la epidermis. La gloria no puede tratarse como artesanía, ni el arte puede hacerse desde una seudointelectualidad. Los paisajes de El renacido son tan manipulados y retocados, que parecen fotos de calendarios.

 

Iñárritu quiere tenerlo todo: entretener y trascender. Rechazar a Hollywood, pero a la vez ser premiado por su academia; criticar la superficialidad de la fama y en secreto, desearla.

El renacido, una película visceral, intensa, técnicamente impecable y poderosa, donde el hombre queda expuesto a la naturaleza en su máxima expresión, tanto a su majestuosidad y belleza, como a su furia, su peligro y su sentido implacable.

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