A pululu
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Y si no encuentra una expresión para definirla, por lo menos hace el consabido gesto que Omar Franco, el Ruperto de Vivir del cuento, repite con la mano cada vez que la menciona.
Es bien interesante el ciclo de vida de algunos vocablos. El «a pululu» no es de nuevo ingreso en el habla popular cubana. Recuerdo a mi abuelita usándola, allá por los años 70 y principios de los 80.
Pero ya no era común encontrarla en los diálogos cotidianos. Se había puesto vieja.
Con el programa de Pánfilo, Omar Franco la ha revivido, sacándola de los baúles y muy en sintonía con su personaje, que se propone evocar desde cierta nostalgia la década de los 80.
En un espacio de comunicación alternativa, el Yonki (Alejandro Santoya) —joven músico cubano, intérprete de una fusión de reggaetón y funky que han dado en llamar cubatón— definía de una manera muy explícita y personal el término:
«“A pululu”, para todos los televidentes y para todas aquellas personas amantes del movimiento urbano, primero que todo significa “en cantidad”; “a pululu” significa “a la buldajá”, “a pululu” significa “estás que no te quieres”. Entonces dices (cantando): En la disco yo la vi, en la disco la pillé, en la disco nos matamos y le dije: a pululu… ah, ah, to’l mundo a pululu… ¡yupiii! ¿Tú me entiendes?»
Te entendemos clarito, Yonki.
Por pululu, o mejor, por el pululu, se conoce a un instrumento musical de viento, popular en zonas del altiplano boliviano. El nombre de ese instrumento, fabricado con un canuto que remata en una esfera de barro cocido con uno o varios orificios, tiene su origen en el vocablo «pulu», que equivale a calabaza hueca o tutuma.
Pero el «a pululu» de Ruperto no tiene que ver con calabazas huecas. Parece derivar del término «pulular», que sí está en la RAE y significa abundar y bullir en un lugar. Y si a insectos se refiere, quiere decir, además de abundar, multiplicarse rápidamente en un lugar.
Se multiplican rápido en esta isla los términos recién inventados o algunos rescatados del pasado. Pero también lo hacen palabras en idioma inglés, que trascienden el mundo de las nuevas tecnologías.
Desde los nombres de negocios privados que abarcan estudios fotográficos, paladares, peluquerías, gimnasios y otros, hasta costumbres como el importado baby shower —esa fiesta para celebrar la llegada de un bebé en que se entregan regalos a los futuros padres, y para la que también ya hay anuncios que promueven espacios y organizadores.
No viene al caso hacer una lista de anglicismos que cada vez pululan más en el diálogo y la cotidianidad del cubano. En verdad, prefiero las palabras inventadas por nosotros que evidencien creatividad e inteligencia, y también, por qué no, desempolvar algunas usadas por la abuela. Si reviven es porque tienen buenas raíces, fijador, un par de virtudes que haría falta estén a pululu en este minuto.
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