Bolsillos estrujados tras ir al agromercado
Ojos azorados al ver los precios que identifican los productos en las tarimas de la mayoría de los agromercados, es una imagen recurrente que se acrecentó a finales de 2015 y que en este año sigue una ruta similar en muchos lugares, lo cual provoca que el consumidor salga de esos sitios de venta con los bolsillos estrujados y apenas unos kilogramos de viandas, granos y carne.
Para las cenas de despedida del año, las familias gastaron los ahorros y llevaron a la mesa un menú criollo, tradicional, pero en la mayoría de los casos con el tomate de ensalada ausente, dado el astronómico precio de 25 pesos la libra, equivalente a un peso convertible, y muy superior a lo que gana regularmente un trabajador tras un día de labor.
Si partimos de que unos dos tercios de los ingresos familiares se destinan a la alimentación, puede valorarse en su medida cuánto se gasta y qué puede comprarse para el día a día.
Expertos en temas económicos consideran como un aspecto gravitatorio en este asunto que no se produce lo suficiente y la demanda siempre es mayor que la oferta y a pesar de que la agricultura tuvo un moderado crecimiento del 3,1 por ciento en 2015, todavía resulta insuficiente para satisfacer la demanda interna y sustituir las importaciones, cercanas a los 2.000 millones de dólares anualmente.
Se trata de varios eslabones de una cadena, donde se imbrican parámetros como producción, distribución, cambio y consumo, pero si no fluye debidamente –como vemos en la práctica- la soga rompe por el lado más débil: el consumidor.
Los que cultivan los productos argumentan afectaciones por falta de insumos, tales como instrumentos de labor, fertilizantes, pesticidas y también por las lluvias, como fue el caso del tomate cuya cosecha fue limitada y disparó los costes, y ya se avizoran por ese mismo motivo rendimientos inferiores en la papa, un tubérculo de gran demanda en la cocina cubana.
Hay que reconocer que también deben pagar a los propietarios de camiones para que trasladen los productos a mercados concentradores o a los agromercados a un alto precio, bajo el argumento no menos cierto de que el combustible está caro.
En busca de soluciones muchas provincias desarrollan ideas como Artemisa, donde comenzaron a funcionar 13 mercados y 16 puntos para la venta de productos agrícolas con precios oscilantes.
Como parte de las medidas que se aplican en el país para buscar correspondencia entre el costo de producción y el expendio se les exige a campesinos y otras formas de producción que contraten con el Estado al menos el 80 por ciento de los productos estimados de cada cosecha, con lo cual se cierran brechas a los intermediarios que encarecen las ofertas a la población.
Esa regulación comenzó en los Mercados de Comercio aprobados por el Consejo de la Administración Provincial, pero el propósito es ir extendiéndola a todo el sistema, ya sean vendedores estatales o por cuenta propia, lo cual será de beneficio para los clientes que tendrán un producto a menor precio.
Ya en la capital cubana se ven también algunos establecimientos con precios oscilantes y por ejemplo en el agro de la Virgen del Camino el tomate estaba a cuatro y a siete pesos la libra, dependiendo de su calidad que era buena en sentido general.
Pero también hay expendedores por cuenta propia en tarimas y carretillas que fijan precios muy superiores regidos por la oferta y la demanda, tal es el caso del reparto Bahía, en Guanabacoa, donde una libra de carne de cerdo ahumada cuesta 45 pesos. Habrá que ver quiénes están dispuestos a pagar eso.
En sentido general, van buscándose alternativas -aunque deberán alcanzarse mayores producciones- para ofrecer opciones más factibles a la población que podrá invertir lo destinado a la alimentación con más opciones sin terminar con su bolsillo tan maltrecho.
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