Simbología y realidad en las pinturas de Erik Varela

Simbología y realidad en las pinturas de Erik Varela
Fecha de publicación: 
15 Febrero 2016
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La pintura de Erik Varela Ravelo (La Habana, 1971) hay que entenderla como un incesante proceso de cambios y metamorfosis, suerte de encuentros y desencuentros a través de los cuales escala nuevos y mayores retos dentro de un modo muy personal de hacer arte. Sus obras no solo instan al espectador a percibirlas con los sentidos, e interiorizarlas en correspondencia con agudas investigaciones en torno a los temas de sus discursos, sino también como imaginativas construcciones de una audaz operación plástica sobre la que comenzó a incursionar hace relativamente pocos años mediante un estilo abstracto-geométrico que prontamente ganó palmas entre coleccionistas, galeristas y críticos.

De instrucción básicamente autodidacta, pero con una acumulada experiencia de más de una década de interrelación directa con lo mejor del arte contemporáneo insular en su taller de enmarcado, este artista muestra extraordinaria sensibilidad hacia la creación pictórica que hasta ahora ha transitado por dos importantes etapas: la primera, la geométrica, pensada en disímiles dimensiones estructurales —serie casi totalmente vendida a importantes coleccionistas durante la 12ª Bienal de La Habana en la exposición Dialéctica y controversia—, y la actual, que sin desechar aquellas contingencias expresivas, suelen prevalecer en determinadas áreas de sus cuadros y en los fondos, en tanto se enfoca más hacia la figuración simbólica, como si el propio ejercicio sobre el lienzo o la cartulina (acrílicos y pasteles) le diera la posibilidad de descubrir el infinito universo del lenguaje de los colores y de las formas.

En sus más recientes trabajos —expuestos en el capitalino Hotel Memories—, punto de reflexión y autovaloración de una carrera aún incipiente, Erik sostiene la racionalidad de las estructuras geométricas, lo cual les adjudica un efecto de armonía y equilibrio, amén de una muy cuidada ejecución. Se trata de  composiciones artificiosas y precisas en las que quiebra los vínculos con lo real para, incuestionablemente aludiendo al mundo circundante, conformar narraciones que recrean elementos o situaciones extraídas de su entorno para revelarlas como signos que, durante una primera mirada, están aparentemente desprovistos de "significados" conceptuales.

En estas pinturas de admirable serenidad, además del ya mencionado abstraccionismo geométrico, coexisten determinadas áreas más bien relacionadas con el informalismo, tanto  por su propensión hacia lo amorfo como por el rechazo de los volúmenes y las profundidades; ardid que sirve de complemento a corpóreas figuraciones encargadas de trasmitir la fuerza de los mensajes: personajillos con rostros indefinidos y silueteados que portan paraguas o sombrillas con disímiles pigmentaciones, los cuales trascienden desde ficticios e insólitos paisajes.  

Es así como al escudriñar estas creaciones, nos enfrentamos a un entretejido de heterogéneas representaciones y matices que denotan un estilo muy personal —mágico, místico y alegórico— que establece rápida conexión con el observador.

De acuerdo con la teoría de Erik, las sombrillas y los paraguas son emblemas milenarios —utilizados por grandes artífices a través de la historia del arte universal y en la contemporaneidad por renombrados maestros cubanos como el camagüeyano Joel Jover en una de sus más importantes series— sobre los que descansa la fuerza conceptual de sus presentes tesis pictóricas, mezcla de imaginación y de realidad que discurre desde su subconsciente para exteriorizarse sobre los soportes con matices ricos en tonalidades frías y cálidas que configuran ambientes de particular belleza expresiva.

"La mente humana es como la sombrilla, funciona cuando se abre," afirmó en una ocasión el célebre arquitecto, urbanista y diseñador alemán Walter Adolph Georg Gropius (Berlín, Alemania, 1883-Boston, Estados Unidos, 1969). Esa precisamente es la intención básica de las ideas estéticas de este ingenioso pintor que recrea diversidad de discursos en torno a un dispositivo que, luego de ser inventado en Asia, ha acompañado al hombre desde tiempos inmemorables. De tal forma, su representación puede aludir, como en el lejano oriente, al cielo y a la realeza; entre los  ocho símbolos de fortuna del budismo, el paraguas es uno de ellos, asimismo es distintivo de austeridad y estatus, y representa riqueza.

Otras alusiones históricamente atribuidas a las sombrillas se remontan a la antigua Grecia, donde representaba inferioridad y subordinación. Pero también, en otras culturas denota dignidad y autoridad, protege al que debajo de ella busca refugio, en tanto concentra la atención y se inclina hacia lo interior; amén de otras que le dan un carácter más bien despectivo, pues insinúan que quienes se resguardan con estos artículos de uso personal, se sitúan en las sombras para escapar de la realidad o de la responsabilidad.

Partiendo de estos preceptos, Erik pretende insinuar, provocar e incitar al espectador y, como dice el conocido refrán, que “cada cual saque sus propias conclusiones”, a fin de cuentas él erige sus trabajos desde realidades concretas, y llega a conformidades plásticas que surgen de su emocionada entrega espiritual, en la que tomando como base objetos del mundo conocido y convirtiéndolos en símbolos, sugiere ideas relacionadas con la vida del hombre contemporáneo.

Para este creador reconocido ya en varias latitudes del orbe "el símbolo anuncia un plano de conciencia diferente a la evidencia racional, es la esfera de un misterio, el único medio de decir aquello que no puede ser aprehendido de otra manera, no está jamás explicado de una vez por todas, siempre ha de ser de nuevo descifrado”, como asegurara el eminente islamólogo y filósofo francés, Henry Corbin (París, 1903-1978).

Vistas sus recientes obras de tal modo, vale la pena disfrutar del arte de Erik, un pintor que intenta dar nueva vida al lenguaje pictórico mediante la búsqueda de expresiones cada vez más sencillas, sintéticas y profundamente inmersas en la existencia de sus semejantes. De ahí la gran valía de su obra.

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