Los cubanos volverán a tener su ceiba en el Templete

Los cubanos volverán a tener su ceiba en el Templete
Fecha de publicación: 
12 Febrero 2016
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“La ceiba, ni se corta, ni se quema. Nadie, sin hacer ebbó previamente, sin consultar a los orishas y tomar precauciones, se atreverá a derribar uno de los árboles imponentes que se secan centenarios, adorados y temidos de todos, en nuestros campos”.

Así asegura la destacada etnóloga, investigadora y narradora cubana Lydia Cabrera  en su libro El Monte. Pero  ese asiento de Iroko y morada de la Purísima Concepción, según  la religión yoruba, sabrá aquilatar las razones de peso que el pasado martes 9 dejaron al Templete sin su exuberante, mítico árbol, que le ofreciera sombra y amparo por 56 años.

La prensa nacional difundió que una brigada de la empresa constructora Puerto Carenas, de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, acometió la tarea de retirar el popular árbol, víctima de los estragos causados por el comején.

ceiba templete

Luego de reiteradas llamadas, CubaSí logró conocer en exclusiva, que ya ha sido seleccionada una nueva ceiba y próximamente será trasplantada al fundacional sitio. Se trata de una ceiba joven, de nueve años, y para el próximo aniversario de la Villa de San Cristóbal de La Habana, el  16 de noviembre,  los cubanos podrán volver a darle las tres vueltas  encomendándole sus deseos.

Lo informó la arquitecta Perla Rosales Aguirreurreta, directora general adjunta de la Oficina del Historiador de La Habana.

En realidad, ninguna ceiba es “cualquiera”, pero las erguidas junto al Templete, menos que menos. Muchas son las generaciones de cubanos que han expresado sus deseos mientras giraban tres veces en torno al poderoso tronco depositando en sus raíces algunas monedas.

La breve ceremonia ha tenido lugar a la media noche de cada 15 de noviembre, al filo del siguiente día, cuando la ciudad cumple un nuevo aniversario.

Para nada resulta fortuita la elección del lugar. Aunque no sin polémicas, ese enclave es considerado fundacional  de San Cristóbal de La Habana, la última de las siete villas.

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El Obispo de Espada, al levantar El Templete en La Habana de 1828, “le había jugado intencionalmente una mala pasada a Fernando VII, dedicándole en La Habana un templete semejante al erigido en aquel sitio del País Vasco (Guernica) como símbolo de su autonomía con relación a España”, ha comentado el doctor Eusebio Leal.

Allí parece haber tenido lugar el primer cabildo y la primera misa católica oficiados en La Habana, hace 496 años.

Luego de una primera fundación tenida lugar hacia 1514 en algún punto de la costa sur, fue trasladada finalmente al norte, en Puerto Carenas. De tal hecho “tenemos la certeza en la voz popular, en las inscripciones de los monumentos que felizmente conservamos, en la columna conmemorativa, edificada en el siglo XVIII, en la tradición oral de los habaneros, que en 1519 la villa se reordenó en este sitio, al pie de un árbol que, según la tradición, dio sombra a la primera misa y al primer Cabildo”, indicó Eusebio Leal, Historiador de la ciudad, el 15 de noviembre de 2013.

Aquella ceiba originaria no se extinguió de muerte natural. El historiador Antonio Miguel Alcover (1875-1915) refería  que el entonces gobernador Cagigal  había dado orden de cortarla. Las que  le siguieron tampoco tuvieron  mejor destino.

El profesor Félix Julio Alfonso López,  doctor en ciencias históricas, refiere en un artículo sobre el tema que negros esclavos criollos o africanos sorprendidos hurtando casabe para vender o alimentarse, condenados a cien latigazos, eran  amarrados al gigantesco tronco para recibir tal castigo “evento doblemente doloroso, pues en las religiones de origen africano este representa a Iroko y es un reservorio de enorme sacralidad”, afirma.

Con motivo del primer centenario del Templete, en 1928, el connotado etnólogo Fernando Ortiz se pronunció de manera  muy diferente a las visiones negativas que hasta entonces habían acompañado a la ceiba, asociada por muchos a la opresión colonial.

“Creemos  -aseveró Ortiz- que la ceiba del Templete fue el emblema de la municipalidad de la villa de la Habana, y el más antiguo y permanente emblema de libertades ciudadanas que conservamos en Cuba. A esa ceiba debiera concurrir nuestro pueblo habanero en peregrinación, cada vez que sienta mermadas sus libertades”.

“Quede afirmada aquí por primera vez la tesis: la ceiba del templete es el símbolo monumental de la libertad municipal de La Habana, es el histórico padrón municipal de su justicia y señorío”, agregó.

Antes de ser erigido el Templete, la ceiba que en ese sitio se levantaba, frente a la Plaza de Armas, poseía ya una connotación ciudadana y esa tesis del doctor Ortiz es también acogida 19 años después por Emilio Roig: “Es esa, sin duda alguna, la justa significación de la primitiva ceiba que el templete perpetúa, y ello lo confirma la creación por Cagigal de la Vega, en 1754, de la columna que hoy allí se conserva…”

...La Ceiba suda milagros                     
que se parecen al agua
con la que lava espejitos
y sabandijas de magias...

 
La etnóloga cubana Natalia Bolívar, especialista en religiones afrocubanas y autora del libro Los Orishas en Cuba,  apunta  sobre este majestuoso e imponente árbol:

“La ceiba, Iroko, árbol sagrado tanto para negros como para blancos y chinos, la adoramos todos los cubanos; es trono, habitáculo de orishas (deidad), egguns (espíritus), antepasados negros y blancos; es un árbol con personalidad propia como la palma, tan llena de misterios y leyendas en nuestra isla del Caribe.

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La ceiba, como la palma real, es el árbol más característico de la isla y el árbol sagrado por excelencia, asegura Lydia Cabrera (1899–1991).

“A cualquier hombre o mujer que se le pregunte contestará al unísono que han aprendido a respetarla y amarla, pues es sagrada, intocable. El que a sabiendas siembra una ceiba contrae una unión misteriosa con ella, como un matrimonio de por vida, un lazo místico de ofrendas y oraciones”.

Por su parte, Lydia Cabrera  comentaba que “Es comprensible que para la mayoría de nuestros negros y de nuestros campesinos, ambos en estrecha convivencia, respondiendo puramente a un atavismo, a un instinto religioso milenario, y en el fondo, común a todo el género humano, un árbol de tales proporciones y de belleza tan solemne y mayestática aparezca como la materialización de alguna poderosa divinidad: esta divinidad de la ceiba se impone  sencillamente”.

Divinamente nuestra, una  ceiba otra volverá más temprano que tarde  junto al Templete. Sus raíces crecerán como las de sus antecesoras, tan sólidas como la cubanía que encarna y a la que sí no le entra el comején.

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