Las fiestas del Año Nuevo Lunar Chino en La Habana

Las fiestas del Año Nuevo Lunar Chino en La Habana
Fecha de publicación: 
4 Febrero 2016
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En esta ocasión las celebraciones se efectúan bajo la regencia del Mono Rojo de Fuego.

Esto puede parecer algo insólito para quien no esté al tanto de la historia del país o sea un visitante de paso, pues en muchos lugares de la Isla no se aprecia vínculo visible alguno con la milenaria cultura.

Con ir al afamado Barrio Chino de La Habana, en las cercanías del Centro Histórico de la capital, allá por las calles Zanja y Dragones, tampoco se resuelve totalmente el misterio. El pintoresco y dinámico sitio no dice mucho en su arquitectura y en la fisonomía de las personas que pululan por sus calles sobre las razones de tal apelativo y de esas fiestas.

Sin embargo, unos 20 mil descendientes de nativos de la lejana China y poco más de 100 auténticos ciudadanos de ese país, en su mayoría sobrevivientes de antiguas migraciones, forman parte de la actual realidad cubana, de acuerdo con datos ofrecidos por el Censo Nacional de 2012.

Los que son cubanos y por lo general tienen una clara conciencia de sus raíces, tanto autóctonas como foráneas, y las aman o se consagran a aprenderlas.

Los rasgos corporales asiáticos son más visibles en unos que en otros, porque la mezcla  de sus ancestros con el resto de la población ha sido larga y continúa todavía. Pero casi siempre el “sello chino” es muy identificable para los demás coterráneos, por muy lejano que esté en el tiempo.

Es cierto que los festejos más sonados en Cuba por el Año Nuevo Lunar, una costumbre adquirida hace relativamente poco tiempo, son los del Barrio de La Habana, se afirma que hay otros asentamientos activos en las provincias de Matanzas y Holguín.

Pero se diría que en todo el país, el cubano que no lo lleva ha conocido a una buena amiga o amigo, un profesor o antiguo comerciante o vendedor de hortalizas que llevara uno de esos sonoros y monosilábicos apellidos. Hay más, en las luchas por la independencia iniciadas en la segunda mitad del siglo XIX hubo combatientes chinos auténticos de gran valía.

Verdad es que el Barrio Chino de la capital cubana no se parece al de otros tiempos. Pero ha venido renaciendo desde que en la década de los años 90 del pasado siglo se fundó un Grupo Promotor –que se mantiene con ese nombre- de esa comunidad, dedicado a esos fines.

A partir de ahí se dieron los primeros pasos que se necesitaban. Comenzó la reconstruyeron y revitalización algunas de sus viejas instalaciones, como restaurantes, el asilo se convirtió en Hogar de ancianos y se craaron nuevos comercios.

En 1999 se inauguró un bello pórtico revestido de granito gris y techumbre de cerámica laqueada, diseñado y construido por artistas chinos, y hecho con materiales de esa ljana tierra.

Una bella donación de la embajada de ese país, constancia de amistad y respeto por la historia común protagonizada por miles de habitantes de ambos países.

A tantos años de esas primicias, en días corrientes existen también y con una obra muy visible, la Escuela Cubana de Washu, el Instituto Confucio de la Universidad de La Habana, la Federación Casino Cheng Wah y la Casa de Arte y Tradiciones Chinas, todas con un papel protagónico en la programación de los vistosos festejos del Año Nuevo Lunar, que se extenderá hasta el 27 de enero de 2017.

Se observa un marcado acento histórico-cultural, con relieve en la enseñanza de deportes y artes marciales en este actual Barrio Chino del nuevo milenio, aunque para nada se desdeñan otras tradiciones como los comercios y la gastronomía china, en versiones adaptadas al gusto del criollo y la enseñanza del idioma chino por parte de profesores nativos.

No faltará tampoco este año que regirá el positivo y energético Mono, según tradición de la cultura china, los esperados desfiles de Dragones, Leones y Pavos Reales, que estarán en el centro de la celebración, junto a exposiciones, talleres, conferencias, ventas de libros, artesanías y actuaciones de teatro y ópera, algunos de ellos representados por auténticos artistas de ese hermoso país, venidos expresamente para participar en la fiesta cubana.

La historia dice que los primeros emigrantes chinos llegaron a Cuba a partir de 1847, a tenor de un oneroso contrato bajo engaño y casi en condiciones de esclavitud. Venían a sustituir el trabajo esclavo en faenas agrícolas en años en que el tráfico internacional de negros esclavos era muy perseguido y costoso para la metrópoli.

Muchos se suicidaron y los que sobrevivieron al término de sus “contratos” de ocho años se fueron integrando a las clases más humildes de la vida nacional.

En 1877 finalizó esa denigrante forma de contratación por decreto. Sin embargo, la emigración seguía autorizada y continuaron arribando chinos pobres.

Como esas primaras migraciones que incluso llegaron a alcanzar la cifra de 150 mil personas eran netamente masculinas, muchos chinos comenzaron a buscar pareja entre las mujeres cubanas. Principalmente fundaron hogares con mestizas, además de mujeres blancas en menor medida.

Un verdadero vuelvo a las características de las actividades y vida de los nativos de China comenzó a darse a partir de 1869, con la llegada de los llamados “chinos californianos”, procedentes en su mayoría de San Francisco, EE.UU., quienes vinieron a invertir dinero en negocios. Empezaron a aparecer negocios y  sociedades que agrupaban a sus compatriotas. Algunas fueron de socorro.

Esto hizo que se iniciara el florecimiento del Barrio Chino de La Habana a partir de 1870. Llegó a alcanzar un auge inusitado hacia 1930, etapa en la que ya residían en Cuba 24 mil chinos libres.

Se creó entre ellos una pequeña y mediana burguesía dedicada a variados negocios, al mantenimiento de sus costumbres, a la importación de mercadería de su tierra.

Establecimientos como expendios de alimentos, lavanderías, teatros, cines, farmacias y restaurantes, así como almacenes daban el sello a esta pujante comunidad que se estaba haciendo autosuficiente.

Pero hubo quien se dedicó a los negocios ilícitos y la introducción de drogas. Eran otros tiempos, ya pasados, de los que quedan buenos y no tan buenos recuerdos. Y estaban en sintonía con la sociedad cubana de antaño.

La Fiesta de la Primavera tiene entonces su razón de ser en esta isla del Caribe. Su exotismo aparente se entronca allá en la noche de la historia nacional, con la sangre y la cultura cubana. 

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