LA FOTO: Martí, a contraluz

Cada 28 de enero los niños toman el cielo por asalto, o más bien, la Plaza de la Revolución de la Habana. Allí, junto a la estatua viva del Apóstol cubano, cantan, bailan, ríen, aprenden de él y le rinden tributo mientras sueñan a amar, a ser felices, a ser como él.

Quizás por eso esta mañana el sol parecía más radiante, la lluvia y el cielo gris que durante semanas nos ha acompañado en la capital cubana, dio paso a un calor poco habitual en esta etapa del año, y con él, a un amanecer alegre, diferente, esperanzador.

Mientras los personajes de la Edad de Oro, los pioneros, los niños de muchas edades inundaban el Memorial que atesora la vida y obra del Maestro hace ya 20 años, caminé por los alrededores una y otra vez, intentando reencontrarme con él, hablarle, sentirlo. El lente de mi cámara atrapó entonces - casi sin pretenderlo- una imagen que habla por sí misma.

Al observarla no pude evitar recordar a Chávez, a Fidel, a aquella otra imagen en la que los dos aparecen, después de una noche entera hablando, o mejor, “conspirando” como amigos, hermanos, hombres de lucha, y el sol les sorprende, como si de ellos se desprendiera la alborada.

 
Dicen que nunca nadie sabrá, a ciencia cierta, de qué hablaron esa noche, pero que de allí surgió el ALBA, aquella alianza de la solidaridad que después fue más grande y fuerte con la CELAC, con el cambio de época que surgió con la América nueva, en la América Nuestra, la que nos legó José Martí.

Esta mañana ha sido hermosa. Los cubanos, una y otra vez, sentimos que es necesario suprimir pedestales, rehacer su imagen, buscar en su vida, esa luz que nos guía el camino y repensar al Martí que todos llevamos dentro, que nos hace mejores pero que tanto nos debe impulsar aún a forjar, a construir con todos y para todos. Y es que Martí, definitivamente, nos hace más falta que nunca.