Mi amigo Mujica

Mi amigo Mujica
Fecha de publicación: 
27 Enero 2016
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José Mujica no me conoce, pero desde hoy él es mi amigo. Ya sabía yo que se trataba de un hombre grande por los ideales que tenía y la manera en que los expresaba. Eso de ser presidente y llevar una vida austera es algo que, sin pensarlo mucho más, ya impresiona porque no es nada común. Que echó a andar mejor su país, que los uruguayos están orgullosos de él y que un millonario trató de comprarle su viejo Volkswagen (a lo que él se negó porque había sido el regalo de amigos), eso también lo sabía.

 

Pero después de haberlo escuchado hoy directamente, en la Casa de las Américas, en La Habana, me siento increíblemente cercana a Pepe, como le coreaba en la bienvenida el numeroso público que allí lo esperaba desde temprano en la sala Che Guevara; la misma en que años atrás otros grandes uruguayos, Benedetti y Galeano, también repletaron asientos y suelo disponible.

 

Yo, como muchísimos más, tuve que conformarme con verlo a través de una pantalla en la sala de abajo, pero la emoción nunca fue menor. Para mí Mujica estaba ahí junto a mí, no dando un discurso, sino teniendo una charla conmigo y con los del asiento de al lado, como si fuéramos amigos de toda la vida.

 

El expresidente uruguayo es tan auténtico, tan espontáneo y jovial, que a cualquiera esa es la sensación que provoca. Mujica comenzó hablando de su pasión por la literatura, del honor tan grande que le hacía estar sentado en ese templo patrimonial de la cultura que es la Casa de las Américas. Nos hizo reír desde el inicio cuando dijo que de joven leía tanto, que hasta la guía telefónica devoraba.

 

A pesar de las heridas incurables que dejan siempre los años de cárcel, el rostro de Pepe parece como si siempre sonriera, como si no cargara con angustias o remordimientos. Es un hombre que de solo mirarlo y escucharlo un ratico, ya inspira felicidad. Y esa sensación es sin dudas muy gratificante, una se siente nutrida.

 

Esta tarde salí de esa charla mucho más oxigenada, más feliz, más segura, más reflexiva y aguda. Y me atrevo a aseverar que los otros que lo escucharon también sintieron lo mismo. Si en algunos momentos de nuestras vidas hemos dudado (que es lo más natural en la especie humana) o nos hemos cuestionado nuestros pasos o la ideología que defendemos, creo que con Pepe Mujica se despejan todas esas nubes y se revalida la idea de que un mundo a la izquierda es el mejor camino posible.

 

Y no se trata de decir «soy de izquierda» porque sí o porque un día alguien se afilió a un determinado partido o discutió algo sobre los medios de producción, no. No se trata de una corriente política, sino de una filosofía de vida, de una actitud ante el mundo, ante los demás, que son, en definitiva, lo más importante.

 

«El ser humano es un bicho socialista porque no puede vivir sin los otros. Lo que cuenta es la interacción, no hay nada más valioso que la vida en comunidad. No es pobre quien no posee objetos, sino el que no tiene una comunidad. Nadie es más que nadie, tener un cargo importante no significa más que eso. Nos debemos en cuerpo y alma al colectivo», decía.

 

mujica en pantalla

 

Mujica, quien también participa en la Conferencia Internacional «Con todos y para el bien de todos», sobre la vigencia del pensamiento político de José Martí, que se celebra en La Habana por estos días, dijo que Martí era un genio, un soñador que impulsaba la vida, un constructor, un pensador que ofrendó su existencia y la puso al servicio de eso en que pensaba.

 

«Martí es el puente entre los viejos fundadores de la independencia latinoamericana y los desafíos del porvenir».

 

«En 200 años hemos logrado fundar países, pero la Nación es todavía una deuda que está esperando agazapada en la Historia». La tarea que nos depara el porvenir es la de fundar la Nación con nuestras patrias, nos comentó Mujica, y aclaró que para ser fuertes, teníamos que juntarnos todos los débiles, pues la unión es la única vía posible, y esa se la debemos a Martí, a Bolívar y a la Historia.

 

Pero dijo mucho más. Más allá de su compromiso como político y ciudadano latinoamericano (que ya nos otorga una categoría de eterna lucha y voluntad), Mujica nos habló como un verdadero líder, como un hombre sabio, sobre el verdadero desafío de la civilización: mantener la vida en la Tierra.

 

«Ya ni siquiera el mayor problema es el imperio o los imperios, sino la especie humana», que está en peligro con el cambio climático. «El mundo necesita decisiones globales, pero los gobernantes se preocupan más por saber quién ganará las próximas elecciones».

«La vida se nos va y no podemos pensar más en el Paraíso o el Infierno después de la muerte, porque el Paraíso y el Infierno están acá en esta tierra. La felicidad y la libertad no consisten en poseer objetos, sino en tener tiempo libre para dedicarnos a las cosas que nos conmueven, a los hijos, a los amigos…»

 

Los humanos tenemos sed infinita de felicidad y de vivir. Y la vida es algo que no se compra en el supermercado, nos dice Mujica. Y esto es algo que sabemos, que hemos escuchado de nuestros padres y maestros, que hemos sentido al salir del cine tras una buena película, pero es que Pepe lo expresa con una claridad que conmueve y nos pone los pelos de punta. Es como si tuviera la palabra precisa en estos tiempos de cólera, en esta «civilización sin gobernanza, en este mundo de locos», que necesita mucho más que libros de autoayuda.

 

Aproximadamente una hora duró el encuentro con Mujica, que para mí es ya una manera de pertenecer a la Historia.

 

Con tanta multitud, no pude darle la mano, decirle cuánto mi madre lo admira o hacerme un selfie con él, como había imaginado. Pero definitivamente él ya es mi amigo, aunque no me conozca. Solo un amigo que nos quiere de verdad nos puede hablar con esa franqueza y sabiduría, con tanta luz, para hacernos entender cuáles son las verdaderas cosas importantes en la vida. Solo un amigo podría entregarnos tanto amor y quedar para siempre en nuestros corazones con solo una hora de charla.

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