La cosa humana: ¿Filme para cinéfilos o para agradar al público?

La cosa humana: ¿Filme para cinéfilos o para agradar al público?
Fecha de publicación: 
27 Enero 2016
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Y me refiero a esa historia atípica, contada por violadores, putas y seres puramente marginales, que de tanto serlo son ahora revuelo noticioso.

La marginalidad está de moda. O que lo diga Gerardo Chijona. En La cosa humana, sexta película del realizador cubano que es ya un ícono de la cinematografía nacional, el director envuelve sus disquisiciones filosóficas sobre qué somos los dichosos seres humanos en un ambiente –accesorio- tan pintoresco como irreal, que queda a mitad de camino entre comedia y policíaco, sin llegar a ser ni lo uno ni lo otro.

Según palabras del propio Chijona: “La cosa humana narra cómo un delincuente de mala muerte encuentra de la manera más asombrosa e inesperada su verdadera vocación. A partir de un robo de una casa a la que van a sustraer efectos eléctricos comienza todo. Entre los objetos robados hay un bolso que tiene un manuscrito literario. Entonces ve la posibilidad de convertirse en escritor. Le cambia la vida a este ladrón que descubre, pasando mucho trabajo y dando muchos tropezones, que tiene el bicho de la escritura inoculado en su sangre, muy a pesar del dicho: cualquiera escribe pero escritor no es cualquiera. De malhechores literatos y un mecenas ilustrado capo de fechorías trata la historia. El protagonista y su hermano son dos ladronzuelos que están bajo la égida de su padrino, un traficante connotado que si tiene que matar mata y que se convierte, por vuelcos del argumento, en mecenas del joven escritor”.

Todo se trata con ligereza en la cinta. Los protagonistas son dos delincuentes inconsecuentes a más no poder, pero qué importa. El violador Macho Rico, personaje del nunca suficientemente bien ponderado Mario Guerra (El Benny) quiere violar a las mujeres de toda Cuba para salvarlas de matrimonios concertados con extranjeros, donde terminen siendo engañadas, asesinadas por mafias del mundo que solo se interesan en sus órganos. Pero la denuncia social cesa en un abrir y cerrar de ojos: Carlos Enrique Almirante (Fátima o El Parque de la Fraternidad) apaga la luz y vuelven Elpidio y María Silvia a correr por las azoteas de La Habana.

Así, se queda La cosa humana en terreno de nadie. No llega a ser comedia estridente por tener ansias de imputación social; el argumento está envuelto en una desidia tal, que no alcanza siquiera a ser, la contradicción, creíble. La cinta es un entretenimiento adecuado, eso sí. Y quizás sea suficiente. ¿Por qué quiere siempre el ser humano tener ínfulas de grandeza?

El guión de La cosa humana, por cierto, escrito por correo electrónico, fue ideado por Chijona y por el mismo guionista con el cual escribió este director Boleto al paraíso. Con claras inspiraciones en Balas sobre Broadway, de Woody Allen, el argumento de La cosa humana peca de ambicioso. Quiere ser, con tantos referentes cinematográficos y literarios, con tantas intertextualidades pecaminosas, cine dentro de cine. Cine para cinéfilos. Pero también, -oh, vano ego- quiere agradar al público. Qué se le va a hacer, si Chijona tiene un corazoncito y quiere que se lo aplaudan.

Y es que hay muchos homenajes dentro de La cosa humana: al cine del mismo Woody Allen, al de los hermanos Cohen, a cintas como El Padrino y a series como Los soprano. Mucha vinculación a la comedia clásica norteamericana. Demasiada.

Cinta pretenciosa. Ambivalente. Quizás La cosa humana retrate lo que los seres humanos son, después de todo.

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