Año nuevo, festividades, expectativas: Pequeña disyuntiva familiar

Año nuevo, festividades, expectativas: Pequeña disyuntiva familiar
Fecha de publicación: 
6 Enero 2016
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Ya el año 2016 me dio la bienvenida. ¡Y de qué manera! Dos trabajos que entregar aún estando de vacaciones; la muerte de un familiar allegado; viaje de cobertura profesional a provincia…

 

Pero de nada me quejo. De hecho, estas líneas versan sobre una encrucijada que hacía muchos años no tenía en un plano tan latente. Una pequeña disyuntiva familiar: donde pasar la noche buena y el 31 de diciembre, qué aportar, como compartir con todos en función de despedir de la mejor manera 12 meses intensos y abrirle los brazos a otros 12 cargados de expectativas.

Seguro estoy de no ser el único en tal situación, de hecho, el cubano es un ser eminentemente familiar, y ante la proximidad de días festivos no necesita pretextos adicionales para 'plantar' con sus seres más cercanos o buenos amigos.

Este miércoles 6 de enero desperté en casa, día de Reyes Magos y le agradecí encarecidamente a Melchor, Gaspar y Baltasar el haberme premiado no con juguetes, sino con las personas que me rodean, mi madre y mis tías, mis primos, mi padre y hermanas, los buenos amigos, esos compinches acá en mi Cuba y los que están allende los mares también. Para todos hay espacio en mi corazón.

Hago un paréntesis acá: es cierto que amanecí pensando en todos el jueves 31, felicité a mi abuela paterna, hablé con mi tía María, mi primo Eduardo y mi hermana. No me conformaba con eso. Pasaban las horas y no había podido hablar con mi padre… tenía entre ceja y ceja caerle el sábado 2 de enero, pero finalmente hubo razones de fuerza mayor que me lo imposibilitaron.

Casi llegadas las 12 de la noche me sorprendió la llamada de mi hermana Mayrelis, doctora, mi orgullo en materia de perseverancia. A su lado, mi papá. Enseguida lo puso al habla, las felicitaciones, el abrazo, la preocupación por su salud y el cómo pasó esas jornadas. La ansiedad por vernos pronto…De alguna manera llené ese vacío.

Con mi mamá fue diferente. Hay otra aura alrededor de esas fechas y nuestra familia. Ahora los destinos han diezmado las fuerzas, pero nadie osa pensar en distanciamiento. No está mi abuela Sara, mami para mí de siempre, tampoco mi tío Eugenio, 'el salvaje', Lisset, Gilbert, Chichi con sus locuras, en fin…

Sería prácticamente herejía no mantenernos conectados. Así, previo consenso, después de más de 20 años pasé mi primer 31 de diciembre lejos de mi mamá. Esa que es luz permanente. Y créanme, celebré doble: el 24 en casa, jaraneando con mi prima Susy, al lado de una mujer espectacular que la vida puso en mi camino, intercambiando con Lulu, Ivo, Salvador, Fide, mi tío Emi y Andy. Queriendo sacarme el billete de la suerte en el sorteo del turrón compartido... Viendo esfumarse las horas y reticente a rendirme ante Morfeo hasta bien entrada la madrugada.

El 31 cambié de hábitat. Me acogieron en Montoro, en el barrio de La Pera, para nada desconocido. Allí me esperaban mi suegra, mi suegro, mis cuñados. Antes había hecho una incursión en el Bahía, donde Rafa y Tamara se desvivieron en atenciones, donde me sorprendió la noche y luego el baile, la compañía ideal, el casino, el viaje a Mulgoba vuelto efímero.

Recalo en Montoro, donde ya había puesto mis pies, descansado más bien, luego de los avatares en busca de aceitunas del 24, y casi seis kilómetros caminados tras el exótico producto. En Montoro adobé una pierna que casi era de 'dinosaurio' el 20, corté cables, instalé bocinas, me brillaron los ojos queriendo sorprender a la familia nueva y calcé un delantal para iniciar mi faena de Máster Chef con tostones rellenos. Luego llegaría el art Attack de encender el carbón, la vigilancia fiel de la pierna, los primeros sorbos de Añejo especial, la fidelidad al ron cubano. El aliento y los besos de Made, las piernas entrenándose en el arte de subir y bajar escaleras, las hojas de plátano, el hielo, el cajero automático. La voz de mami casi llegadas las 12, compartir la mesa.

No me sentí extraño. Las nostalgias me albergaron, no pude siquiera cambiarme de ropa. La noche me sorprendió en mi vorágine culinaria... Reflexioné en la mañana del 6 de enero, a solas, frente al arbolito de navidad de mi sala. Sé que la situación de encrucijada se repetirá. Intentaré equilibrar mi tiempo, entregar un pedacito de mi corazón a todos mis seres queridos. Por ahora, lejos de ser víctima, he sido bendecido con la vorágine de fin de año y esa pequeña disyuntiva familiar.

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