Rueda de Casino Gigante: En casa del herrero…

Rueda de Casino Gigante: En casa del herrero…
Fecha de publicación: 
27 Noviembre 2015
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Confieso que si echara una mirada a las historias de vida de muchos casineros cubanos: Caruca y Rosendo, Los Padrinos y Los López en San Miguel del Padrón, Robertico el del Liceo de Regla… hasta llegar a la tradición familiar de un sinnúmero de bailadores, incluyendo a mi familia, no podría explicarme el por qué tardamos tanto para intentar romper el récord de una Rueda gigante.

Hablábamos de 1 102 personas que nada más y nada menos que en Grecia se encargaron el año pasado de bailar durante 7.16 minutos.

Desde el momento en que mi amiga Sofía, me vendió la idea con la posibilidad de inscribirnos, —finalmente sus coordenadas geográficas en Quivicán le impidieron materializarlo—, me mostré interesado.

Creo que el gen del baile me lo debe de haber inoculado desde el embarazo de mi madre: no por el simple hecho de provenir de una familia con mucho ritmo, para la que la música constituye uno de los componentes fundamentales de relajación. Recuerdo que de muy niño participaba en retos de break dance, veía las películas de Breaken uno, dos y tres y luego imitaba a Turbo en batallas vs. otros muchachos del colegio.

Tampoco falté a la cita histórica con El General o Vico C, hasta que en secundaria básica, desafiando los embates del periodo especial, el baile del Casino y las ruedas propiamente firmaron una alianza conmigo. Corrían los tiempos de Manolín, “el médico” de la salsa, Pablo FG, alias “el sofocador” y la Charanga Habanera de Leo Vera, sombrilla, David Calzado y compañía.  

Tiempo de los denominados tira-tira, de disputa por la cima en el horizonte de aceptación entre los bailadores, como el propio Manolín esbozó en uno de sus temas, tiempo de las disco fiñe en muchas secundarias citadinas…

Mi romance con el baile, y específicamente el casino, halló otros nichos: mi tío Eugenio no dejaba de alimentarme con discos de la denominada salsa erótica latina. Hasta que irrumpí en la vocacional Lenin, una especie de “reserva natural” de casineros, pródiga en vueltas, con flow y estilo de marcaje propios. Escenario en el cual depuré mi cadencia, sello…buena parte del cual conservo hoy día.

DETRÁS DE LOS GUINNESS…

Siempre me acogí a la idea de participar en un Guinness, tratándose de uno bailando, mejor. De ahí que cuando Yuderkys, otra amiga, decidió inscribirnos, no objeté en lo más mínimo. Sucede que uspiciada por la Agencia de Turismo Cultural Paradiso de ARTEX, la iniciativa formaba parte del programa de celebración del décimo aniversario de Baila en Cuba, Encuentro Mundial de Bailadores y Academias de Baile de Casino y de Salsa, que cada año reúne a más de quinientos bailadores e interesados en conocer la diversidad de géneros y ritmos musicales que forman parte de la cultura cubana. Dedicado este año al Mambo, Baila en Cuba descorrió sus cortinas el pasado 22 y culminará este viernes 27.

Hasta ahí todo muy bonito. Como también lo estuvo desde el comienzo la selección de temas que conformaron el popurrí de exactamente 14 minutos, 58 segundos y 53 centésimas que se bailó, compuesto por cuatro temas seleccionados: ("Somos diferentes" de Juan Formell, "Baila en Cuba" de Manolito Simonet, "Somos Latinos" de Adalberto Álvarez y "Me dicen Cuba", de Alexander Abreu).

Como también acertada la socialización del video con los pasos básicos, y la designación del Salón rosado de la Tropical como punto de encuentro para inscripciones y las primeras sesiones de ensayos.

Paralelamente buena parte de los casi cuatrocientos extranjeros de las 17 naciones sumados a la cita, se alistaban como parte del proyecto Baila en Cuba.

Confieso que la sensación que dejó el intento de récord tanto en mí como en muchos otros tantos protagonistas fue la de cierto vacío.

No hubiesen importado las carreras, las horas de espera, los ensayos interrumpidos, la marcada tendencia hacia la desorganización, la promoción endeble, si en definitiva se hubiese materializado la plusmarca. Incluso desde Artemisa, Matanzas y Santiago de Cuba, también se sumaron casineros, involucrados en proyectos de rueda, pero eso no bastó.

A la hora cero además, dos especialistas seleccionados como testigos, —la especialista del Instituto Superior de Arte Bárbara Barbueno, y el considerado como fundador del casino en la Isla, Juan Gómez— seguían atentamente cada paso y movimiento de los sincronizados bailadores.

El heterogéneo grupo, sí, heterogéneo, pues confluyeron personas de disímiles edades, estrato social, profesionales, amas de casa, sin establecer la más mínima diferencia, bailadores todos hermanados por un dame, sombreno con mambo o 70 complicado… era guiado por unos 20 mayordomos que velaban por la coordinación, armonía y limpieza de los pasos de cada una de sus 25 parejas.

Sonó el silbato, desde el estrado “el zurdo” cantaba y los protagonistas ejecutaban cada comando armoniosamente. San Pedro  decidió no agredirnos, y la lluvia sencillamente quedó en eso, simple amenaza. Cientos de capitalinos ávidos se congregaron en los alrededores del Malecón habanero, la Piragua, escenario cuasi idóneo para buscar un desenlace que por derecho propio y arraigo nos pertenece. Una mar de rojo y azul danzaba, Cronos dejaba los minutos correr, se realizaron dos conteos… las voces de mando en ocasiones padecieron algunos deslices, las sonrisas asomaban, pero en definitiva la marca no se quebró.

De cualquier manera en el corazón de 964 personas (482 parejas) quedó tatuada una experiencia única, mezcla de placer, goce y cubanía. Yo, como tantos otros estamos dispuestos a participar en otro intento, si se erradican las lagunas organizativas y de difusión, porque simplemente bailar casino en esta Isla, es liberar identidad.

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