Estrenos de cine: El mapa de las estrellas

Estrenos de cine: El mapa de las estrellas
Fecha de publicación: 
24 Noviembre 2015
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Si bien en los inicios de su filmografía el director canadiense David Cronenberg —uno de los realizadores más controvertidos y originales del panorama actual— gustaba mostrar malformaciones físicas (La mosca, 1986), poco a poco abandonó las deformaciones externas y se centró en evidenciar las perturbaciones psicológicas de sus personajes.

En El mapa de las estrellas (2015), Cronenberg muestra con una lupa el interior de la dinámica del mundialmente soñado Hollywood. Están el glamour, los lujos, los contratos millonarios, las fiestas, mansiones y coches caros; y están el descontento, la perversión, la maldad humana exacerbada y amplificada, que se sienta, despóticamente, en sofás de doce mil dólares.

La obra es narrada de forma coral, a través de los ojos de varios personajes. Las relaciones entre ellos son tan estrechas como turbulentas. Ninguno, en menor o mayor medida, se libra; todos son retratados principalmente por sus vicios, sus defectos o sus obsesiones: egos y codicias desmedidas.

De sus obras anteriores Un método peligroso y Cosmopolis, Cronenberg parece haber asumido para El mapa de las estrellasMap to the Stars en su título original— la limpieza visual y el sarcasmo, y desechado la retorcida estética.

Con un guion de Bruce Wagner que a ratos parece más centrado en la denuncia —visceral— contra el mecanismo de producción de Hollywood, que en el desarrollo dramatúrgico de la historia, el gran peso de la obra recae sobre los hombros de sus intérpretes. Incluso Robert Pattinson (producto aleatorio de fama, daño colateral de la saga de vampiros Crepúsculo) cumple a cabalidad con su papel.

Pero hay que destacar dos interpretaciones: la de Mia Wasikowska, con un personaje cuya evolución marca los compases de la trama; y la de Julianne Moore, que tras su Oscar con Siempre Alice se encuentra en el mejor momento de su carrera. En esa escena en la que Moore está literalmente defecando —explícito mensaje del guion, dirigido a aquellos que ven a las celebridades de Hollywood como dioses—, desconcierta y fascina, cuanto menos.

En El mapa de las estrellas un escritor de manuales de autoayuda es padre de un niño que fue estrella televisiva (que ahora, a los trece años, está en una clínica para rehabilitarse por su adicción a distintas sustancias) y de una hija con problemas mentales. Por si fuera poco, tiene una cliente —interpretada por Julianne Moore— que se debate entre el resentimiento a una madre, también actriz, que la violó sexualmente cuando ella era niña, y sus deseos de interpretarla en un remake de una película de los años sesenta.

Es un mundo retorcido, lleno de incestos, vacuidades y estupideces humanas. Los personajes se mueven, tan impunes como virulentos, por un Hollywood que es mostrado como, más que meca del cine, un vertedero: un enorme contenedor donde lo que ya no vale, se desecha; donde las nuevas generaciones pisan a las anteriores; donde la promiscuidad, las drogas y la maldad se venden al por mayor en Oprah.

Esos son los dioses actuales, dice Cronenberg. Ese es el mundo que en el panorama actual se venera. Y la cinta, su cartografía: El mapa de las estrellas.

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