De Cuba y para el mundo: José Raúl Capablanca

Nunca hubo antes, ni volverá a existir un genio sin igual.
Alexander Alekhine

De lejos parecen simplemente dos hombres. De cerca se adivina intensidad en cada movimiento. El público los rodea, como si fueran dos animales midiendo fuerzas, o cual si se tratara de un deporte de combate donde por supuesto es más fácil avizorar ventajas.

Pero hay premeditada alevosía. Se piensa todo el tiempo en las opciones del contrario, diatriba perenne esa de pensar por otros que se mantiene hasta el instante final.

Son intensas las batallas que se libran con trebejos. Y a estas alturas nadie ignora que pueden tener la misma connotación incluso estratégicamente hablando. Cada instante cuenta, repercute a no dudarlo en el inevitable desenlace. Un error puede costar caro, un error te obliga a jugar esperando el resbalón del otro. No siempre ocurre, así que una pifia puede costar la vida.

La primera vez que escuché hablar de José Raúl Capablanca se me antojó un héroe más de carne y hueso, alguien a quien yo sabía, pesimismo aparte, que no podría igualar en el tablero de los 64 escaques. Para empezar, cuando mi mayor preocupación era no quedarme dormida sin mis muñecas, a sus 4 años, allá en el lejano 1892, ya había ganado una partida a su padre y la noticia inmediatamente recorrió el mundo.

Con 13 noviembres cumplidos, ya se proclamaba campeón nacional como si fuera poca cosa.  

En 1921 destronó al monarca universal, Enmanuel Lasker, y comenzó a hilvanar ocho años sin conocer la derrota.

Para suerte de esta ínsula, había nacido un 19 de noviembre de 1888, en La Habana, Cuba.

Después de él, un ejército de ajedrecistas cubanos han procurado mantener vivo su legado.

La lista sería interminable indistintamente en ambos sexos, baste mencionar a nuestro Leinier Domínguez, quien actualmente es el primer latinoamericano ubicado en el ranking universal de la disciplina.

En nuestro país el ajedrez se ha convertido en una práctica masiva y se puede encontrar un tablero igualmente en la populosa Santa Clara que en la más recóndita de las lomas.

Ha llegado para quedarse entre quiénes contamos al mundo el privilegio de haber coexistido sino en el mismo tiempo, por lo menos en el mismo espacio, con el genio sin igual que fue José Raúl Capablanca y a tal punto que fue inclusive reconocido por su oponente Alekhine quien le venció en la discusión por el cetro universal.