JOVEN Y ARTISTA: “Estoy aquí para buscar la obra maestra”

JOVEN Y ARTISTA: “Estoy aquí para buscar la obra maestra”
Fecha de publicación: 
21 Noviembre 2015
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Pocos, poquísimos coreógrafos cubanos han recibido más reconocimientos y premios en tan poco tiempo como Yoel González. Nacido en Guantánamo, comenzó sus andanzas profesionales en la compañía Danza Libre, pero desde hace algún tiempo ya dirige Médula, un proyecto personal que ha llamado la atención más allá de su ciudad natal.

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En el más reciente Grand Prix Vladimir Malkhov, en la ciudad de Holguín, Yoel fue el coreógrafo más reconocido. Precisamente en uno de los salones del teatro Eddy Suñol, sede del certamen, accedió a responder las preguntas de CubaSí:

—Eres uno de los más pródigos coreógrafos cubanos. ¿Cómo te las arreglas para tener siete creaciones en competencia?  

—Yo ni siquiera paso trabajo para concebir una coreografía, porque casi siempre parto de una inspiración y esa inspiración casi siempre es una vivencia. Cualquier música me lleva a un camino. Escuchar música es como emprender un viaje y un viaje siempre es una historia. Nunca sufro el estrés de no tener qué contar.

—¿Pero todas tus coreografías parten de vivencias?

—Todas, absolutamente todas tienen que ver con mis vivencias.

—¿No hay montajes que partan de lo abstracto, de alguna concepción filosófica, de una idea que no tenga que ver con una experiencia concreta?

—Puede ser, pero al final todo tiene que ver con mi experiencia. Pongamos por ejemplo Carcinoma, una de mis más recientes obras; en apariencia es un tema muy general y universal (el cáncer, la metástasis), pero yo tengo que procesar esas ideas a partir de mis particulares vivencias. En ese caso fue la enfermedad de una tía mía. Ahí está la experiencia, después viene el proceso de creación, que tiene mucho de experimentación.

—¿Dónde aflora la marca de autor, la vocación de estilo, el énfasis que distingue a una vivencia común de un acto escénico?

—Obviamente, no basta la vivencia. Hace falta también mucha investigación. En el montaje de Carcinoma yo les pedí a los bailarines que se informaran del tema antes de comenzar el montaje. Después llevé las imágenes de las células, para que ellos fueran testigos del proceso puramente biológico. Y después estuvimos un mes completo explorando la forma, la manera en que asumíamos y expresábamos todo esa información, partiendo de una concepción dramatúrgica…

—¿Eres un coreógrafo cerrado, aferrado a tu idea, o estás abierto a la participación de los bailarines?

—Yo creo que el trabajo se enriquece cuando el proceso se abre a la participación de todos. Yo propongo el tema, marco un punto de partida, defiendo un camino que no tiene que ser absoluto o excluyente. Después voy instando a los bailarines para que vayan aportando su propia visión, esa información que a veces está escondida en el cerebro, en el cuerpo… Es increíble la profundidad que se alcanza cuando confluyen tantas maneras de ver un mismo hecho.

—Has trabajado con muchas compañías —Danza Libre, Danza Fragmentada, Codanza…—, ¿por qué esa necesidad de crear un grupo propio, una especie de compañía de autor?

—Es sencillo: quiero contar mi propia historia. Un grupo propio es el mejor testimonio, el más fiel, la garantía de una presencia, el espacio sin condicionamientos ni límites. Yo vivo para mi trabajo, yo estoy aquí para buscar la obra maestra.

—¿Qué prefieres tú: estar sobre el escenario o frente al escenario?

—Es circunstancial, depende de la obra. Hay obras en que quiero —tengo que— estar dentro y otras en que me complace más ser un espectador. También depende de los bailarines. Si estoy convencido de que están seguros de lo que están haciendo, que están perfectamente comprometidos con lo que sucede en escena, puedo estar fuera. Pero si no tengo esa certeza, prefiero estar dentro, para resolver puntuales problemas durante las presentaciones.

“Yo la verdad es que no soy un buen intérprete de mis obras; no puedo serlo, porque cuando estoy bailando estoy pendiente de todo. Un buen intérprete tiene que concentrarse en su rol; yo no puedo, porque tengo que saber lo que está haciendo el otro. Resulta muy difícil, agotador. La verdad es que no sé muy bien cómo logro hacerlo.

“Ahora mismo en Médula estoy sintiendo que puedo comenzar a salir del escenario. Son bailarines jóvenes, pero les he dado un buen empujón y están tomando confianza. Llegará el momento en que estaré completamente seguro y podré sentarme a ver las piezas desde afuera”.

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Yoel González Rodríguez, de la compañía Danza Fragmentada de Guantánamo, recibió el Premio de Coreografía del Concurso de Danza del Atlántico Norte Grand Prix Vladimir Malakhov, por la la obra Estáticos

—¿Tienes ya bailarines fetiches, intérpretes en los que pienses a la hora de concebir tus coreografías?

—Bueno, eso me pasa fundamentalmente con una bailarina, alguien que creo que tiene un gran futuro y que es una gran promesa para la danza cubana: Inés María Preval. Yo le doy cualquier papel en mis coreografías y puedo dar la espalda tranquilamente, porque sé que lo hará bien. Es una bailarina que trabaja mucho, que asume muy bien los compromisos.

—Vives en Guantánamo, una ciudad importante para la danza cubana, pero muy lejana del principal centro cultural cubano, La Habana. ¿Por qué insistes en vivir y crear allí, después de tantos premios y supongo que invitaciones y propuestas?

—Toda la grandeza del mundo reside en un pequeño lugar de nuestra existencia.

—¿Guantánamo es ese pequeño lugar?

—Es el lugar, mi lugar.

—¿Qué te ofrece de especial?

—Tranquilidad, mucha tranquilidad. Es un lugar hasta cierto punto apacible, donde la gente no vive abrumada por tantas cosas a la vez. Puedo centrarme en mi trabajo. A lo mejor si viviera en otro lugar con otra dinámica no pudiera presentar siete coreografías a un solo evento. Allí desde que me levanto, estoy pensando en mis creaciones…

—¿Cómo te ves, cómo te sueñas dentro de veinte años?

—Dentro de veinte años yo quisiera estar vivo. Yo quisiera también que no me vieran como un joven loco, aunque estoy seguro que me verán como un viejo loco.

—¿Te molesta que te vean como un loco?

—La verdad es que no, siempre y cuando estén conscientes de este loco puede ofrecer una obra cuerda. Alguna gente me ve así hiperactivo, ansioso… y tengo que hacer una obra para demostrarles que este loco piensa. Esa “locura”, mezclada con el trabajo y la poesía, da como resultado una obra interesante. Es una fórmula infalible. Si a la poción le quito alguno de esos ingredientes sería un auténtico fracaso.

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