Estrenos de cine: El séptimo hijo

El mismo título de la película que hoy nos ocupa lo comparten la primera novela de la saga de Alvin Maker, del escritor estadounidense Orson Scott Card, y la adaptación de la primera entrega de trece, The Spook’s Apprentice, de la saga literaria conocida internacionalmente como The Wardstone Chronicles, escrita por el británico Joseph Delaney. También, hay otras novelas que tratan el tema pero le ponen otro nombre, como La biblioteca de los muertos, de Glenn Cooper.

Pero el director kazajo Sergei Bodrov (autor de las nominadas al Oscar en habla no inglesa El prisionero de las montañas, en 1996, y Mongol, en 2006), no quiso estarse inventando títulos nuevos. El séptimo hijo que nos presenta reitera la letanía de como una enumeración específica en los partos determina el destino de un joven.

En el caso de esta película, el destino de Tom Ward es enfrentarse a una muy malvada bruja que quiere esclavizar a los seres humanos y que la magia negra reine sobre el Medioevo… Como se puede ver, la cinta no intenta ni por asomo ser original.

Lo que sí pudiera resultar curioso en la película es como el supuesto joven protagónico —atractivo y viril— muere al cabo de diez minutos de metraje… Esta pizca de humor negro, que salpica la cinta en ocasiones, la salva del anonimato más pleno.

Con el supuesto salvador del mundo muerto, el Maestro Gregory, que es un caballero que capturó a la maléfica y poderosa bruja Madre Malkin, necesita un nuevo aprendiz. Para ello busca el séptimo hijo de una bruja blanca, que al parecer ha nacido con poderes especiales, aunque en la película el único poder que le vemos es el de permanecer con la boca abierta y el pelo impecablemente peinado (parece que en el Medioevo cuidaban mucho estos detalles).

Tanto afán pone el maestro Gregory en enseñar en tiempo record a su joven aprendiz Tom Ward que el espectador no puede evitar preguntarse si en realidad era Ward el elegido para este trabajo, por qué se había pasado diez años de su vida entrenando a otro.

O el detalle de que encerraran a la malvada bruja Madre Malkin en una reja que al cabo del tiempo se degrada. Madre Malkin es entonces capaz de romperla y escapar. ¿Por qué no había nadie pendiente de esto? ¿No pasaba nadie cada dos o tres años para echar un vistazo y evitar que una bruja con capacidad de convertirse en dragona y quemar aldeas enteras se escapara?

Pero estas son nimiedades, incoherencias para los detractores del género fantástico. La lógica no le interesa demasiado a El séptimo hijo, lo cual quizás haga que sea uno de los títulos que den mala fama al género fantástico. La salvación de la cinta, no obstante, está en Julianne Moore, que interpreta a Madre Malkin, la bruja que quiere dominar al mundo. Ella —y solo ella— consigue que el filme no sea condenado a la hoguera.

Alguna escena de acción y el presupuesto (mal) invertido en efectos digitales tratan de compensar un guión nefasto con una de las peores actuaciones de Jeff Bridges jamás vista. Ben Barnes, que ha ofrecido rentabilidad interpretando al príncipe Caspian en la saga que adapta al cine las novelas Las crónicas de Narnia y que, incluso, tenía un punto a su favor haber interpretado ya roles protagónicos (Dorian Gray), aquí trata de asumirse como un héroe de tintes legendarios… que no llega a convencer.

Si el elenco —a excepción de la Moore— se tambalea, la dirección artística y los efectos digitales son un auténtico despropósito, con algún aspecto realmente brillante combinado con auténticas majaderías que intentan imitar, en una burda falsificación, los episodios de Tolkien llevados al cine por Peter Jackson.

Lo peor, sin embargo, no es la historia trivial, exenta de magia y de pasión, tan vista poco original y con tan pocas ambiciones; lo peor, en realidad, es el final abierto, que vislumbra una posible segunda parte.